jueves, marzo 28, 2024
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De Santo António a São João

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El inicio del verano lo marcamos en Lisboa con dos fiestas cuyo calendario preocupa a la troika famosa, el 13 y el 24 de junio. Están demasiado juntas. Vamos, que echamos el mes, como los sevillanos despachan abril o los madrileños mayo. Venga fiestas y no trabajar. Pero en Bruselas y Berlin están muy ocupados con Grecia y no se darán ni cuenta.

En junio en Lisboa nos quitamos esa melancolía que nos suele invadir y vemos las marchas populares de los barrios, tomamos sardinas -cada vez más escasas por la sobrepesca- y cervezas en chiringuitos improvisados en los patios de Madragoa, Alfama o Mouraria.

Las calles silenciosas tienen tapias que desbordan de madreselvas y de buganvilias. Las palmeras, sin embargo, están desmochadas por el escarabajo colorado, ante la indiferencia cruel de ayuntamiento y autoridades, que les da igual más o menos palmeras.

Estamos en tiempos de penuria (aquí siempre lo hemos estado, a decir verdad, menos unos cuantos listos) pero nos resarcimos a base de sardinas asadas y ginginhas, que es un licor de cerezas que se debe tomar fresquito. Son fiestas auténticamente populares, de antes de las discotecas y los bares de copas que fomenta nuestro ayuntamiento para solaz de turistas bebidos. Vamos acercándonos, si no lo impedimos, a un Magaluf en el Bairro Alto y Alfama, con pintadas, borracheras y basura incluidos, como ya sucede. Los vecinos de toda la vida no tienen más que irse, si no les gusta. Eso es modernidad para el alcalde António Costa, que por cierto se presentará por los socialistas a candidato a la presidencia portuguesa. Y todos encantados de la vida.

Las fiestas de San Antonio y de San Juan son otra cosa, son familiares, sin griterío, de una amabilidad y sencillez ya no usada. No son para turistas sino para todo el mundo y sobre todo para los lisboetas.

Yo suelo quedarme algún día en Lisboa, para saborear las fiestas populares con moderación, antes de emprender viaje a mi heredad de Alcácer do Sal a comprobar que el esparraguillo de las olivas va cuajando en frutos.

Rui Vaz de Cunha

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