viernes, marzo 29, 2024
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Salvador Seguí en el Ateneo (episodio 3)

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Ya se ha visto que he tenido que emplear un primer artículo para señalizar y marcar el peligroso terreno político y social en el que Salvador Seguí pronunció su discurso en el Ateneo de Madrid. El segundo artículo describía el paisaje, sembrado de minas, cuyo último episodio, antes del discurso del Ateneo, había sido la huelga de La Canadiense, tan sólo dos años después de la huelga General del 17.

La huelga de La Canadiense acabó relativamente bien, cuando la anterior acabó mal. Entre otras cosas, porque algunos dirigentes sindicales no se entretuvieron en buscar disculpas de mal pagador, sino que aprendieron a organizar y dar la cara hasta el final.

Y no sólo ante la patronal, la policía, los jefes militares, sino ante los suyos, esos 20.000 trabajadores apiñados en la plaza de toros de las Arenas de Barcelona para tomar una decisión sobre la continuidad, o no, de la huelga.

Resulta que Salvador Seguí, en aquel famoso discurso del Ateneo, pronunció unas palabras que algunos independentistas esgrimen abundantemente para acercarse al anarquismo. Algo que vendría hoy de maravilla a la burguesía catalana, la misma que hace cien años pagaba a los “Sindicatos Libres” de la patronal, (con la ayuda y connivencia, por cierto, del general Martínez Anido, que llegó a ministro golpista de Orden Público en el primer gobierno de Franco), que ejecutaron a Seguí, en una esquina del barrio del Raval, allá por el año 1923.

El caso es que Seguí habló de los objetivos de su sindicato y de la forma en la que se estaban organizando para conseguirlo. En un momento de su intervención, cuando habla de los líos que montan los regionalistas de la Liga Catalana, viene a decir que, La independencia de nuestra tierra no nos da miedo. Y algunos independentistas le han sacado coplas y hasta carteles, con esa “demostración” de que hasta Seguí se había sumado antaño a su guerra particular.

No han sido pocos los que han ido a comprobar en las fuentes, en el discurso original, que Seguí reafirma sus principios anarquistas, que vienen a significar todo lo contrario. Dice Salvador, Se habla con demasiada frecuencia de los problemas de Cataluña. ¿Qué problemas de Cataluña? En Cataluña no hay ningún problema. El único problema que pudiera haber planteado en Cataluña está planteado por nosotros, pero el problema que está planteado por nosotros no es un problema de Cataluña, es un problema universal. (…)

La Liga Regionalista ha pretendido y en parte ha logrado, dar a entender a toda España que en Cataluña no hay otro problema que el suyo; el regionalista. Esta es una falsedad; en Cataluña no existe otro problema que el que existe en todos los pueblos libres del mundo, en toda Europa, un problema de descentralización administrativa que todos los hombres liberales del mundo aceptamos, pero un problema de autonomía que esté lindante con la independencia no existe en Cataluña, porque los trabajadores de allí no queremos, no sentimos ese problema, no solucionamos nuestro problema bajo esas condiciones.

Claro que el Noi del Sucre no deposita toda la responsabilidad en los regionalistas de la burguesía catalana que, tan pronto quieren más autonomía, como reclaman la independencia, con la misma facilidad que apoyan a los gobiernos centrales, o piden la intervención militar para sofocar los problemas laborales o sociales, cuando éstos se desbordan.

Seguí habla también, en el Ateneo, de la ineptitud y la miopía mental de los políticos de España, que han dado una cierta importancia a un problema que realmente era nada más que una lucubración mental, una aspiración política de algo inconfesable de los líderes de la Liga.

No tiene miedo a la independencia, porque el problema es otro y porque si mañana hay independencia, el problema seguirá siendo el mismo y su tarea no habrá variado un ápice. En una Cataluña independiente el sindicato tendría que formar y organizar a los trabajadores y trabajadoras para dirigir su propio destino.

Sé que han cambiado los tiempos y que la historia no se repite mecánicamente, pero yo suscribiría, punto por punto, estas palabras de Salvador Seguí en el Ateneo de Madrid, en octubre de 1919. Las firmó con su compromiso y las pagó con su vida, unos años más tarde, justo cuando los nacionales y los nacionalistas se pusieron de acuerdo en sofocar y llevarse por delante a quienes pensaban como el Noi del Sucre.

Javier López

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