martes, abril 23, 2024
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Una mayoría social para un proyecto de estado desde la izquierda

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Tras la inexorable deriva de IU hacia su desaparición, iniciada en las elecciones municipales del 2015, disolviéndose en candidaturas de corte transversal e interclasista, denominadas presuntuosamente de «unidad popular», hegemonizadas y al servicio de los intereses partidarios de Podemos, se inició asimismo un continuo y evidente proceso de alejamiento de buena parte de sus bases, organizaciones, y dirigentes, muchas y muchos de ellos, con notable relevancia política, del camino emprendido desde entonces por dicha organización.

Esa desarticulación, premeditadamente subordinada a Podemos, ha ido creciendo de forma directamente proporcional al alejamiento, no ya sólo de importantes sectores de sus organizaciones y dirigentes, sino también de sus anteriores bases sociales y electorales.

Los resultados electorales de las dos últimas elecciones generales evidencian esa diáspora de personas con firmes compromisos personales y políticos con la izquierda que representaba IU, y en su momento el PCE.

Dichos procesos electorales dibujaron un mapa que reflejó grandes cambios en los espacios políticos, si bien el denominador común ha sido que la derecha, representada por el PP, ha mantenido una notable consolidación, a pesar de la corrupción estructural que le caracteriza, así como las agresivas políticas de recortes laborales, sociales y de libertades desarrolladas desde el Gobierno, con el agravante de la oportunidad de cambio fallida, tras las elecciones de diciembre de 2015, cuando Podemos facilitó que siguiese gobernando el mismo PP de la corrupción, al que dice en todo momento, que quiere desalojar de cualquier Gobierno.

Esa operación de Podemos, de facilitarle al PP su continuidad en el Gobierno, impidiendo un Gobierno socialista, con el único objetivo «partidista» de adelantar al PSOE en la repetición de elecciones, tras su acuerdo con IU les generó un triple fracaso.

Consolidó al PP, que incrementó sus resultados anteriores.

No solamente no se produjo su «ansiado sorpasso», sino que mientras en diciembre de 2015, en la Comunidad de Madrid, cuando IU y Podemos fueron por separado, la suma de ambos alcanzó 939.714 votos, presentándose conjuntamente, en junio de 2016, obtuvieron 729.870 votos. Es decir, en esos 6 meses perdieron en la Comunidad de Madrid 209.844 votos, además de perder el puesto en el Senado obtenido en diciembre, pasando a obtenerlo el PSOE en el mes de junio, con 72.521 votos más que en diciembre. La pérdida obtenida en el conjunto del Estado, tras la «disolución» de IU en Podemos fue de casi 1.100.000 votos.

Lejos de sumar votos y cuadros de IU en Podemos, el acuerdo suscrito entre ambas organizaciones, que suponía en la práctica la desaparición de una fuerza política de referencia en la izquierda, lo que generó fue un mayor, amplio y claro rechazo de una importante base política y electoral.

Como es lógico, toda esta operación de defenestración de IU, para fagocitarla y conducir sus restos a la subsidiaridad, en un supuesto espacio ajeno a lo que han sido los valores, posiciones, referencias, y señas de identidad políticas históricas tanto de IU como del PCE, ha seguido tenido las consecuencias lógicas de esa pérdida de identidad, (ya constatada en los procesos electorales últimos), con el conflicto surgido en torno a la independencia de Cataluña.

Los continuos cuestionamientos del papel jugado por la izquierda, tanto de sus organizaciones como de sus dirigentes en la transición, en lo que ese espacio ha denominado despectivamente como «Régimen del 78», con el conflicto catalán ha dado una zancada más en su persistente intento de intentar hacer creer a la sociedad, que hasta que no aparecieron ellas y ellos, cualquier avance social que se hubiese producido fue fruto de las migajas recibidas de un tardofranquismo en descomposición, que para reconvertirse a la democracia contó con la colaboración de innumerables «traidores» de la izquierda.

El posicionamiento de Unidos Podemos en el conflicto catalán, ha agrandado de tal manera el distanciamiento y la desafección hacia ese espacio, por parte de las gentes que se han referenciado históricamente en el PCE y en IU, y por lo tanto en la defensa del Estado Federal, que al día de hoy, para miles de personas, su sensación es más de «orfandad política» que de desafección.

Esa aparente «nueva izquierda», impaciente por alcanzar cuotas de poder, para la que todo vale para conseguirlo, se situó de hecho en el campo del independentismo, al reclamar para España un «tergiversado» derecho de autodeterminación, disfrazado tras el llamado «derecho a decidir», reivindicando para Cataluña un inconstitucional «Referéndum pactado».

Ocupar ante este conflicto una posición de aparente equidistancia entre la evidente ruptura inconstitucional y la defensa de la legalidad vigente, también ha contribuido a seguir perdiendo apoyos, tanto a la «marca» a nivel nacional, (Unidos Podemos), como a la catalana de En Comú Podem, como así reflejan las encuestas y las manifestaciones públicas de relevantes dirigentes vinculados históricamente al PSUC, CC.OO, e ICV, incluso en forma de multitudinario acto público en las cocheras de Sants, el pasado mes de septiembre, donde miles de sindicalistas, entre quienes destaca quien fue Secretario General de Comisiones Obreras de Cataluña, (CONC), José Luis López Bulla, manifestaron su rechazo a la independencia y al 1-O.

Tras la Declaración Unilateral de Independencia (DUI), que provocó la aplicación del artículo 155 de la Constitución, y las posteriores aplicaciones de la legalidad vigente, así como la huida del ex President Puigdemont, esa izquierda fue capaz de llegar donde ninguna persona que haya participado lo más mínimo, (aunque fuese exclusivamente votando a alguna organización de la izquierda representativa de este país), hubiera imaginado.

No solamente asumieron el argumentario secesionista, sino que colaboraron frívolamente en la indignante construcción de un discurso que pintaba una España con presos políticos, lo que ha generado una contundente respuesta pública de significados dirigentes históricos de la izquierda en general, y del PCE en particular (Paco Frutos, Justiniano Martínez), así como el más frontal rechazo a la banalización de las luchas, de miles de hombres y mujeres de este país, que dejaron lo mejor de sus vidas, cuando no la vida misma, para que en este país hubiera democracia, libertades y derechos sociales.

Recuperación de la izquierda

Tras todos los acontecimientos producidos desde el año 2014, necesitan salir de esa «orfandad» los cientos de miles de personas que han participado directa o indirectamente en la construcción de un Estado Social y Democrático de Derecho en sus diferentes ámbitos, ya fuese en Gobiernos o en la oposición en las Instituciones, o en las luchas y movilizaciones en las calles y en los centros de trabajo, con aciertos y con errores, eso sí, siempre ajenos a discursos políticos a la deriva, fuera de contexto, construidos a base de consignas y titulares mediáticos vacíos, y siempre comprometidos al trabajo en propuestas que den respuesta a los problemas reales que tiene la mayoría social cada día.

Personas que quieren seguir aportando todos sus conocimientos y experiencias a un proyecto de cambio desde la izquierda, que sitúe la centralidad de la política en la «vida real» de la inmensa mayoría de ciudadanos y ciudadanas.

Todo lo descrito hasta ahora refleja con absoluta nitidez, el rechazo frontal de una amplia base política y electoral de lo que fue IU tras su disolución en Podemos. Así mismo ese amplio espacio de aquel electorado, está en condiciones de percibir al PSOE como un espacio político de referencia con el que colaborar de distintas formas, sobre todo tras el último Congreso, y que su desarrollo posterior en la Comunidad de Madrid, puede impulsar con aún mayores garantías.

Habrá personas que opten por integrarse en el PSOE, pero también habrá otras muchas que, sin dar ese paso, estén dispuestas a colaborar en la construcción de una alternativa de Gobierno de Izquierdas, de diferentes formas y en diferentes campos. Se trata pues, de resituar a la izquierda como el instrumento para mejorar de las condiciones de vida de la gente como objetivo inaplazable, sumando voluntades plurales.

Articular la participación de ese espacio político debe ser un reto del PSOE para sumar personas, colectivos y/u organizaciones, que estén dispuestas a construir programas desde la izquierda que sean concretos, constatables y evaluables.

Y todo eso sabiendo que no sólo existe la izquierda tradicional. Hay importantes sectores económicos, sociales y culturales que se ven también atacados en sus intereses. PYMES, autónomos, funcionarios, profesionales, artistas, etc. Es natural que en ese bloque también haya contradicciones internas, y que por lo tanto las fórmulas simplistas no las resuelvan.

Pero es evidente que se necesita conjunción de todos esos actores también, para articular las fuerzas del cambio democrático para la mayoría social, sobre lo que el PSOE tiene la responsabilidad de impulsarlo y liderarlo.

En definitiva, no asumir instalarse en el fatalismo ni en la frustración de contemplar cómo se van deteriorando a ritmo acelerado las condiciones de vida de las personas, mientras los debates que imponen las agendas de la derecha política, económica y mediática se construyen para oscurecer la realidad social.

Gregorio Gordo

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