viernes, abril 19, 2024
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Europa, más sentimiento y menos reglamento

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Comenzó con el modesto nombre de Mercado Común, luego se autodenominó Comunidad Económica Europea y después, Unión. Pero parece que no ha pasado de ser más de un mercado. Como mucho, somos una sociedad comanditaria, una sociedad mercantil con socios solventes y menos solventes, díscolos y menos díscolos.

Los dirigentes se han reunido en Roma y han celebrado los sesenta años -edad para pensar en jubilarse- , con fasto, con gran gasto en seguridad y protocolo. Y después, todo seguirá igual, tras las fotos «de familia» habituales. Pero la desunión es patente cuando nos enfrentamos a problemas cruciales, como la guerra de los Balcanes o la guerra civil en Siria y los refugiados, que es cuando cada uno tira por su lado.

Para ser comunidad necesitaría de una identidad, valores y solidaridad que hoy no existen. Y llamarla 'unión' es un pío deseo pero, reconozcámoslo, no responde a la realidad. El lenguaje es importante y no hay que dilapidarlo ni usarlo en vano porque es una mistificación, engaña.

Para construir una Unión no basta con bandera, tratados (ilegibles, por otra parte), con la música de Beethoven ni con los erasmus. Adolecemos de adalides, de figuras que nos inspiren. La debilidad de la Comisión, su perfil confuso, opresivo, las andanzas de la funesta troika, Juncker, que es todo menos un líder, todo es bastante pardo y ajeno.

Por ejemplo, los españoles, que en las encuestas aparecemos como muy europeístas, no nos identificamos con los franceses, lejos,de ello, ni siquiera con los portugueses, por solo hablar de los vecinos. Las comunidades nacionales permanecen testarudas, tenaces, irredentas; ni se absorben ni se disuelven en una identidad europea. El Brexit lo ha dejado claro y Le Pen y Wilders no son solamente un síntoma sino una grave realidad, aunque no ganen las elecciones. Además, tampoco hace falta estar en la UE para ser europeo: Noruega es mucho más europea que Rumania, por ejemplo. Y el Reino Unido no dejará de ser muy europeo aunque no esté en la UE.

El proceso de integración ha pecado de determinista, mecanicista y reglamentista. La UE ha reproducido en sus carísimas instituciones esa misma distancia, alienación, que experimentamos respecto a nuestros políticos nacionales. Mucha norma, mucha regulación, mucho funcionario, mucho dinero (gastado a menudo tontamente ) y poco más.

Hay que crear la Europa del sentimiento y no del reglamento. Lo que siente el pueblo es muy importante. Y por ahora no existe un sentimiento popular europeo.

Jaime-Axel Ruiz Baudrihaye

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