Tras una vida larga, provechosa en ocasiones, aparatosa en otras; pero siempre sustancial, por fin me he dado cuenta de lo que verdaderamente importa. Y no es el dinero, ni el poder, ni tener el Iphone 7, ni siquiera que el Real Madrid gane la duodécima.
Lo que verdaderamente importa es haber sido educado como una persona a la que siempre le dijeron que “nadie te regalara nada y todo lo que seas en la vida lo has de conseguir con tu esfuerzo”. Todo bajo el cielo es tuyo si estás dispuesto a pagar el precio por ello.
Lo que verdaderamente importa es haber sido educado para ser una persona honesta, sin ambicionar lo que otros poseen, sin envidias ni ambages.
Lo que verdaderamente importa es el amor de tus hijos, que sientan que su padre o su madre es alguien en quien fijarse y apuntalar sus futuras vidas.
Lo que verdaderamente importa es disfrutar de esos pequeños momentos con buenos amigos, tomando unas cervezas y hablando de tonterías en una terraza a la luz de las farolas.
Lo que verdaderamente importa es emborracharse y levantarse con resaca, y enamorarse y que luego te dejen; reír a carcajadas y llorar amargamente, que la vida es así: sin contemplaciones en el aprendizaje.
Lo que verdaderamente importa es haber sentido la lluvia sobre el rostro en una noche de verano, notar la brisa del mar sobre tu piel en una cala mediterránea y sentir el frío del invierno acurrucando tu cuerpo sobre el de la persona a la que amas.
Lo que verdaderamente importa es comprobar cómo los años pasan por tu cuerpo y ya no eres el mismo, que tu rostro se arruga y las carnes enflaquecen a pesar de que sigues siendo el mismo por dentro y crees que no has cambiado en nada, pero lo has hecho en todo,
Lo que verdaderamente importa es percatarse de que la vida no es una mentira, sino una trayectoria; no es una verdad, sino un camino; no es nada, pero lo es todo.
Lo que verdaderamente importa es vivir, sentir la lluvia sobre tu rostro, el frío en tus carnes; pisar la tierra descalzo sintiendo el frescor de la hierba y volver a ella igualmente sin ropa, sin nada, con la sola satisfacción de haber cumplido con tu deber como persona.
Eso es lo que de verdad importa.
José Romero