miércoles, abril 24, 2024
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Autoexigencia

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Un servidor dejaba estas líneas antes del receso veraniego con la incógnita sobre la formación de gobierno en España flotando en el aire. La reentrada sin embargo no ha arrojado luz alguna: sí, es cierto que se ha puesto en marcha el reloj institucional, pero el fracaso de la investidura de Mariano Rajoy lejos de dejarle como estaba, en funciones, le deja censurado por la cámara en cuyo apoyo se fundamenta la legitimidad para ejercer el cargo. Como en el juego, tocado y quién sabe si hundido. Tiempo al tiempo.

¿Cabía esperar otra cosa? Lamentablemente, no porque Mariano Rajoy no ha aprendido nada en estos últimos nueve meses: no quiso darse por enterado del batacazo sufrido en las urnas el 20-D y, llevado por la euforia, no ha querido darse cuenta de que, aun mejorando resultados el 26-J, estos seguían estando a años luz de asegurar su investidura. Y aun así, ha seguido actuando con la misma prepotencia, displicencia y arrogancia con que actuaba amparado en su mayoría absoluta: como si los demás fueran prescindibles, como si todo le estuviera permitido.

La mejor, más bien peor, muestra la hemos tenido en una sesión de investidura en que, lejos de buscar inaugurar un nuevo tiempo tendiendo puentes y abriéndose a las reformas, y las rectificaciones, se ha mostrado pagado de sí mismo, se ha jactado de la gestión de su gobierno, ha ninguneado a su socio parlamentario y ni tan siquiera se ha dignado a solicitar las abstenciones necesarias para poder repetir en el cargo.

El colofón a tamaño despropósito ha venido una vez concluida la segunda votación, con el anuncio vía nota de prensa de la designación de José Manuel Soria para un cargo en el Banco Mundial: toda una demostración de voluntad regeneradora… Desde luego, no me habría gustado estar en la piel de Albert Rivera: ese es el verdadero valor de la palabra de Rajoy.

¿Y ahora qué?

Si algo ha quedado demostrado es que Mariano Rajoy es un candidato tóxico no solo porque sea el presidente peor valorado de la democracia y el único que ha perdido una investidura, sino porque, además, ha hecho gala de un nulo propósito de enmienda.

Pero si algo ha quedado también demostrado es que quienes venían a renovar la política lo único que renuevan unas elecciones tras otras son sus vetos mutuos inviabilizando, de paso, una alternativa de gobierno al Partido Popular y a Mariano Rajoy.

Ahora que se ha convertido en deporte nacional exigir responsabilidad al PSOE, cabe recordar que fue el PSOE el que, en un contexto entonces desconocido y con una coyuntura aritmética más favorable en el congreso, intentó una alternativa de progreso, alternativa frustrada por los cálculos electorales de Podemos, por los vetos cruzados entre Albert Rivera y Pablo Iglesias y por el no del Partido Popular y de Mariano Rajoy, a quienes nadie pedía entonces responsabilidad para evitar unas segundas elecciones.

Sí, ahora toca responsabilidad. Pero responsabilidad de todos. Porque no es asumible que se pretenda descargar sobre los hombros del PSOE la responsabilidad única de desbloquear la situación para que asuma en solitario la carga de permitir gobernar a quien una mayoría de españoles no ha votado. Eso no es pedir responsabilidad, es pedir la inmolación.

Las fuerzas políticas españolas, todas ellas, deben adaptarse al cambio de escenario y a la realidad de la necesidad de pactos para garantizar la gobernabilidad de España. Y en un escenario de bloqueo como el actual la gobernabilidad pasa por cesiones de todos para evitar el bochorno de unas terceras elecciones y para dar estabilidad al país e impulsar la recuperación económica. En primer lugar y principalmente, del partido que ha ganado las elecciones y cuyo candidato solo ha sido capaz de generar un perenne consenso en contra de su persona.

Antes de exigir a los demás, autoexigencia. A fin de cuentas, en eso consiste la altura de miras.

José Blanco

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