miércoles, abril 24, 2024
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El testamento español

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A uno hoy le sobran ganas de desahogarse y criticar agriamente la situación esperpéntica –ríase usted, don Ramón María de aquellas inspiradoras figuras que en sus tiempos reflejaban los espejos del callejón de Gato– en la que nos han situado nuestros representantes políticos, aunque a la postre seamos todos y cada uno de nosotros los responsables de tanto desatino, por haberles otorgado tan insensatamente el mandato para que formasen gobierno.

Se trata además, de una insensatez recalcitrantemente reiterada no una sino dos veces en lo que va de año. No sé si algún estudioso ha analizado ya con la profundidad necesaria este curioso fenómeno que es la contumacia política, pero sin duda merecería la pena que los politólogos dedicasen sus investigaciones a desvelar los misterios que se ocultan tras semejante conducta.

En algunos comentarios de estos días se adivinan voces que justifican el expeditivo método del general Pavía que, en aquellos tiempos revueltos de la breve y caótica Primera República, se lanzó a caballo dentro del hemiciclo del Congreso de los Diputados poniendo fin a tanto desvarío político. Otros, mucho más sutiles, sugieren que lo que convendría sería inspirarse en los procedimientos siempre sabios del cónclave, como aquel decididamente expeditivo que, para desbloquear el bloqueo que impedía elegir nuevo Papa, redujo la dieta cardenalicia a pan y agua hasta que el Espíritu Santo iluminara definitivamente a Sus Eminencias.

Sin llegar a tales extremos –aunque a más de cuatro diputados que yo me sé no les vendría nada mal pasar una temporada a pan y agua– hoy quiero recordar a Arthur Koestler, uno de esos autores cuya lectura nos vendría a todos muy bien y de perlas a los dirigentes de las formaciones políticas representadas en el Congreso.

Además de sus crónicas periodísticas, Arthur Koestler nos dejó varios libros que siguen siendo muy importantes. En El testamento español narra su detención tras la caída de Málaga en 1937 y los meses de cautiverio pasados en la cárcel modelo de Sevilla hasta su canje por la mujer de Carlos Haya y su posterior liberación en Gibraltar. En sus Memorias, cuya urdimbre comienza precisamente en la cárcel sevillana, ofrece una visión indispensable para todo lector que quiera comprender en profundidad la primera mitad del aciago siglo XX europeo. Por último, entre otras muchas obras que escribió hasta su suicidio ya en los años ochenta, conviene recordar Del cero al infinito, donde desmonta las mentiras y crueldades del totalitarismo estalinista desvelado desde dentro por alguien que como Koestler renegó, antes que muchos convertidos de última hora, tanto del comunismo excluyente como de los extremismos conservadores, fatal conjunción que ha contribuido a situarnos donde hoy nos encontramos.

Ignacio Vázquez Moliní

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