martes, abril 23, 2024
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Jeepers Creepers

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En una época en la que el tradicional hombre del saco ha sido progresivamente desplazado en el imaginario colectivo por amenazas invisibles en forma de guerras bacteriológicas o armas nucleares o visibles como el terrorismo, la tarea de construir un nuevo mito que contribuya a reformular los parámetros de los monstruos clásicos se antoja compleja, pero no imposible.

La historia que hoy nos ocupa, se explica a través de una leyenda alimentada en el contexto esas tradicionales reuniones de personajes inverosímiles, que unen sus almas alrededor de una fogata urbana prendida en un viejo y corroído bidón metálico, humeando negro intenso, en cualquier callejón estrecho y oscuro de la ciudad.  La criatura se desliza a través de las sombras, y sus ataques aparecen precedidos por una añeja melodía jazz -en un detalle similar al uso de la música en “La noche del demonio” (Night of the demon, 1957), o de las canciones folk escritas por Paul Giovanni en «The wicker man” (1973) cuya letra, extraída de su inicial contexto cómico, prefigura los escalofriantes placeres prohibidos de esta abyecta entidad.

Es un demonio antiguo que lleva vivo, años… despertando cada 23 primaveras y alimentándose durante días de seres humanos a los cuales escoge con su olfato. Cuando huele algo que le gusta, no puede detenerse….

Esta criatura guarda los cadáveres de sus víctimas en lugares oscuros y deshabitados y puede recorrer distancias elevadas hasta desaparecer de la vista e incluso de las autoridades. 
Su nombre «The Creeper».

Afortunadamente, “The Creeper” es un monstruo de ficción, aunque lleve atormentando la imaginación de todo aquel que ose conocerlo desde que fuera creado por Steve Ditko como personaje de cómic en 1968, o interpretado, posteriormente, por Jonathan Breck en la saga de películas “Jeepers Creepers” en 2001 y 2003.

Lamentablemente, sin que nos hayamos dado cuenta, deben haber pasado ya esos 23 años de hibernación porque tanto nuestro “The Creeper” como otros personajes siniestros han hecho su aparición en la escena de la actualidad, irrumpiendo sin cortapisas y causando el estupor y el espanto de muchos ciudadanos.

En España, concretamente, el “candidato fantasma” Arnaldo Otegi trata de formalizar a toda costa el encabezamiento de la lista de Bildu para convertirse en Lehendakari del Gobierno Vasco, estando inhabilitado por la Justicia, hasta 2020.

La Fiscalía de la Audiencia Nacional ha remitido un escrito al tribunal que condenó a Otegi por intentar refundar Batasuna a través de Bateragune, en el que le reclama que envíe a las Juntas Electorales vascas la sentencia, para que éstas pueda cumplir de forma imperativa la resolución que le mantiene inhabilitado hasta el 28 de febrero de 2021 y que le impide por tanto presentarse a las elecciones vascas del próximo 25 de septiembre.

Tal como afirmaba hace pocos días el ministro de Justicia y Fomento en funciones, Rafael Catalá,  el “candidato” Otegi no va a formar parte del Parlamento vasco por estar inhabilitado hasta 2020, instando a la Junta Electoral para que sea quien rechace la candidatura, porque si no, el Partido Popular recurrirá la sentencia.

Otegi fue condenado a 10 años de prisión y a dos inhabilitaciones, una especial para empleo o cargo público y otra de inhabilitación especial para el sufragio pasivo. Posteriormente, el Tribunal Supremo mantuvo en 2012 ambas inhabilitaciones aunque las redujo a una duración de seis años y medio. La fecha en que comenzó a computar el tiempo de esta condena no arrancó hasta septiembre de 2014, justo el día siguiente a que cumpliera la pena de inhabilitación absoluta impuesta en un procedimiento anterior respecto a su participación en 2005 en el homenaje al miembro de ETA, José María Sagarduy en el municipio vizcaíno de Amorebieta.

Parece ser que tras la decisión de la Audiencia Nacional de inhabilitarle, la defensa del «candidato fantasma» ha renunciado a recurrir al Supremo. Llegados a este punto, yo me pregunto si toda esta farándula solo responde a una artificiosa polémica buscada; si la izquierda abertzale lo que está pretendiendo es, con la excusa de alimentar la leyenda del victimismo- focalizado sobre ese “hombre de paz” llamado Otegi- detener la masiva fuga de apoyos que está sufriendo frente a Podemos, tratando de fidelizar apoyos radicales.

Tal vez habría que recordar, para que esté bien latente en la memoria colectiva de todos los españoles, que Arnaldo Otegi entró a formar parte de la banda terrorista ETA, allá por el año 1977, formando parte de su facción más radical; y contando en su haber con un amplio currículum de delitos, como el asalto al Gobierno Militar de San Sebastián, su participación en varios secuestros, así como en la liberación de un etarra que se encontraba detenido en un hospital, diversos robos, la explosión de una gasolinera, etc., etc.

El “candidato fantasma” Otegi está más cerca de parecerse al “HOMBRE DEL SACO” que de ser un “hombre de paz”. La Justicia le ha condenado, ha estado en prisión y aún sigue inhabilitado. El hecho de que pudiera llegar a Lehendakari podría llegar a ser tan macabro, como un episodio de “Jeepers Creepers»…..porque recuerde mi querido lector, que la realidad, en ocasiones, supera con creces a la ficción.

Borja Gutiérrez

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