viernes, marzo 29, 2024
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Sexo con maquinitas

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¿Es usted aficionado a la tecnología? ¿Y le gusta practicar sexo? Si ha contestado que sí a las dos preguntas, sepa que ambas cosas pueden ser en último término incompatibles. Vamos, que con ellas puede suceder algo similar a lo que pasa con las teorías de la relatividad y la física cuántica: cada una por separado sirve para explicar el universo, pero juntas son excluyentes. Si una de ellas fuera válida al cien por cien, la otra por fuerza no podría serlo.

Lo que les cuento no es fruto del sufrimiento derivado de la combinación de trabajo y calores de agosto. Sale de un estudio serio realizado en Estados Unidos sobre hábitos sexuales de los jóvenes, publicado hace unos días por The Independent. Su conclusión más demoledora es que los llamados ‘millennials’ (personas nacidas entre 1980 y 2000, que alcanzaron la mayoría de edad en torno al cambio de siglo) practican mucho menos sexo que sus padres y menos que cualquiera de las generaciones que los precedieron desde 1920.

Para muestra, un botón: el 15% de los jóvenes de entre 20 y 24 años entrevistados reconocen no haber tenido ninguna pareja sexual desde que cumplieron los 18. Entre sus inmediatos antecesores, los que conformamos la mal llamada ‘generación X’, eso sólo le pasaba al 6%.

Lo curioso es que esa mayor propensión al celibato de los jóvenes coincide con la irrupción masiva en nuestras vidas de aplicaciones informáticas para conocer gente, buscar pareja y concertar citas. Sencillos programas como Tinder, que sirven para poner a unas personas en contacto con otras y que cualquiera puede descargar e instalar en su teléfono, ya sea con vistas a establecer una relación duradera o simplemente para cometer infidelidades.

Uno de los científicos autores del estudio resaltaba que, en teoría, esas aplicaciones deberían ayudar a encontrar compañeros sexuales más rápido. Sin embargo, la tecnología a veces provoca el efecto contrario: los jóvenes, al pasar cada vez más tiempo conectados con sus móviles, tabletas y ordenadores, tienen menos tiempo para interactuar en persona y, por tanto, tienen menos sexo.

«El sexo real y en pareja requiere el esfuerzo de conocer, entender, seducir, excitar y satisfacer al otro»

Pero eso no es todo. La sobreabundancia de pornografía en la red tampoco favorece el auge del sexo piel contra piel. La continua exposición al bombardeo de estímulos sexuales que llega a través de internet provoca en muchas personas una pérdida de interés y de capacidad de excitación a la hora de tener experiencias reales, además de un descenso en la calidad de las relaciones en el seno de muchas parejas. Cada vez es más común leer –sobre todo en foros femeninos, aunque hay de todo- quejas sobre novios o maridos que esquivan la posibilidad de un encuentro íntimo pero luego son ‘cazados’ por sus parejas dando rienda suelta a sus instintos en solitario ante una pantalla, inspirados por algún portal de vídeos obscenos.

Bajo ese comportamiento subyace, una vez más, la desidia: en una sociedad donde todo fluye a velocidad de vértigo resulta más rápido y sencillo buscar placer aislado de los demás que hacerlo junto a otra persona. Porque el sexo real y en pareja requiere el esfuerzo de conocer, entender, seducir, excitar y satisfacer al otro. Y eso para muchos puede ser pedir demasiado.

Personalmente, espero que tanto aislamiento no derive en una amenaza para la procreación y, por tanto, para la supervivencia de la humanidad. Las máquinas ya nos han vencido, nos han sometido y convertido en esclavos suyos a base de pitidos y alertas. Están a punto de dominar el mundo y, al contrario de lo que ocurre en ‘Terminator’, ni siquiera van a necesitar lanzarnos las bombas atómicas para aniquilarnos. Les bastará con adormecernos a base de chats, fotos, vídeos, emoticonos, programas y actualizaciones de programas que -aunque parezca lo contrario- nos hacen estar cada vez más solos.

Si me permiten un consejo, rebélense. Únanse a la Resistencia. Busquen pareja, ámense mucho. Y menos maquinitas.

César Calvar

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