jueves, marzo 28, 2024
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El Acuerdo ortográfico prescriptivo luso brasileño

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Los portugueses solemos ser bastante relajados pero con la ortografía nos hemos puesto imposibles, de un rigor innecesariamente prusiano. El gobierno portugués, en un arrebato, firmó hace unos años un Acuerdo ortográfico con Brasil que ha puesto patas arriba ordenadores, periódicos, editoriales y oficinas. En vez de optar, como los españoles e hispanohablantes, por un acuerdo descriptivo, que incluye todas las versiones del castellano o español en el diccionario de la Real Academia, los lusos hemos establecido un rígido acuerdo prescriptivo, imperativo, sancionador.

Esto no tiene sentido, y algunos en Portugal dicen que ha sido una imposición de las grandes editoras y propietarias de los medios de comunicación son ya brasileñas. No me importa hablar con acento brasileño, o usar palabras de Brasil, pero que nos obliguen a decir y escribir así es muy distinto. Ya pasó algo parecido tras el 25 de abril de 1974, cuando los teclados de las máquinas de escribir pasaron del HCESAROP, muy adaptado a nuestro idioma, al QWERTY. Sic transit.

Los que hablan español pueden decir durazno o melocotón y, como demostró García Márquez, hablar de la ‘piel aduraznada’ de una mujer era mucho más sensual que decir algo tan frutero y cursi como ‘piel de melocotón’.

Muchos de los grandes escritores y periodistas portugueses se aferran a la ortografía tradicional (que ya fue objeto de varios cambios en los últimos cien años, perdiendo, por ejemplo, la ph en favor de la f, dobles ff, muchas z). Un servidor sigue conservando algún libro de Eça de Queiroz en la querida vieja edición de 1900, cuando Luis se escribía Luiz, Afonso Affonzo o portuguesa, portugueza.

El problema se va a presentar con la poesía de Portugal -tan extendida y tan rica-, que requiere un ritmo y un acento especial que desaparece al suprimir letras para hablar como en las telenovelas brasileñas. La poesía brasileña no sufrirá, pues sus autores la escribieron desde el principio así. Y como decía Juan Benet, el escritor español, “la palabra es la portadora de la razón y el cambio de una partícula puede llevar al pensamiento en una dirección imprevista”. Esto de los tratados y acuerdos políticos para fijar el lenguaje es jugar a aprendices de brujos.

Rui Vaz de Cunha

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