viernes, marzo 29, 2024
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El progreso no es patrimonio de la izquierda

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Con frecuencia la vida nos sitúa bajo circunstancias en las que tomar una decisión respecto a una elección, nos resulta complicado en exceso. Sin embargo, hay otras ocasiones en que la opción a elegir se vislumbra tan claramente, que resulta incomprensible entender cómo el resto del mundo no lo ve con la misma claridad. Permítame el lector realizar un pequeño símil, a modo de ejemplo clarificador.

Imaginen una pequeña embarcación en medio del mar, en la que el capitán no sabiendo cómo enderezar el timón, ha permitido que la tripulación se divida de tal modo que cada cual rema para un lado, provocando un remolino de turbulentas aguas de tal magnitud que está a punto de engullir la propia nave… Un día, la tripulación agotada y desilusionada hasta límites insospechados, decide nombrar un nuevo capitán. No resulta nada fácil volver a organizar la tripulación, lograr que tras el caos todos vuelvan a ocupar sus puestos y comiencen, de nuevo, a remar en la misma dirección y con el mismo ritmo, hasta calmar las aguas y estabilizar  el barco.  

Pues bien, cuando el capitán y la esforzada tripulación están a punto de recoger el último náufrago, vuelve a aparecer el primer capitán -aquel del caos-, a bordo de una remozada barcaza, para disputarle la capitanía, espetando que se necesita un cambio. ¿Un cambio? ¿Cambiar lo que ahora se ha encauzado para volver a la inestabilidad, al desgobierno, la desunión y el caos?

Y, mientras, aparecen en escena dos “nuevas” embarcaciones, con sus respectivos líderes disputando, también hacerse con la capitanía. La primera de ellas en cuya popa figura el nombre de Ciudadanos, carece de un líder con experiencia que no define unos valores, principios e ideología concretos, dejándose mecer por las olas a un lado y a otro, según convenga a sus intereses personales y partidistas, en cada momento.

La segunda nave “nueva”, que porta una bandera con un círculo morado, navega a toda velocidad, levantando devastadoras olas, agitando las aguas y tratando de abrirse hueco gracias al oportunismo y a los remolinos que va ocasionando en su progresión. Efectivamente la flamante nave, no presenta muescas aparentes derivadas de la experiencia de su gestión (claro, nunca han gestionado antes),  pero esa cuestión no tiene parangón, con la procedencia de los fondos a los que presuntamente han recurrido para su construcción, desde el otro lado del Atlántico, desde la Venezuela de Hugo Chávez.

No ha sido fácil, ni rápido sacar la embarcación de la tormenta, y el esfuerzo ha provocado el desgaste político propiciado por el ejercicio responsable de una gestión obligadamente austera. Es mucho más fácil y electoralmente rentable hablar de promesas inasumibles y llevar a cabo medidas populistas, que optar por medidas que antepongan el bien común al interés de unos pocos, la sensatez y la austeridad frente al dispendio, la estabilidad  y el crecimiento a medio y largo plazo frente a la autocomplacencia instantánea.

El Partido Popular ha logrado en uno de los momentos más complejos de nuestra historia reciente, estabilizar esta nave llamada España. Es cierto que aún queda mucho por hacer porque gran parte de sus políticas se han basado en sentar las bases de proyectos a medio y largo plazo, por tanto, el proyecto de Mariano Rajoy aún está inacabado. Es necesario que los españoles le concedamos la oportunidad de dirigir nuevamente un gobierno que sea capaz de concluir las medidas ya iniciadas. Siempre quedará algo por hacer, pero estos cuatro años son cruciales para asentar las políticas de recuperación, de empleo, de crecimiento, de posicionamiento exterior, es decir las políticas del Progreso, y no tirar por la borda el sacrificio de todos los españoles.

Debemos otorgar nuestra confianza a un gobierno moderado que valore el diálogo, garantice la unidad de España y que ha demostrado con hechos y datos tangibles, su capacidad de generar empleo, de garantizar las pensiones,  y de volcarse con las políticas sociales, esas mismas que los partidos de la Izquierda se empeñan en atribuirse en exclusiva para después terminar congelando pensiones y destruyendo más de 3 millones de empleos, tal como ocurrió en la última legislatura del PSOE con Zapatero.

España no necesita un capitán como Pedro Sánchez, ni a un gobierno como el PSOE. Su objetivo es el cambio… ¿Pero por qué cambiar un modelo que ha logrado importantísimos resultados? La experiencia de “su cambio” es la del fracaso y el hundimiento de España.

Los españoles no necesitamos un líder telegénico como Albert Rivera, ni un partido carente de  ideas y fundamentos propios, y capaz de mimetizarse con cualquier otro partido político, sea cual sea su ideología.

No necesitamos un líder mesiánico como Pablo Iglesias, que busca un gobierno oportunista, que no teme arrasar con la unidad de España, con su historia, cultura y tradiciones. Un gobierno podemita  que con sus desvariadas políticas y cumpliendo el mandato que Chávez le encomendó respecto a sentar las bases del chavismo en España, acabará trasformando a la tripulación en esclavos.

Hace 4 años, el Partido Popular, desplegó las velas de un país llamado España, que navegaba a la deriva reflotando su economía y su estabilidad y, lo que es más importante, renovando la ilusión de los ciudadanos. El domingo, en las manos de todos los españoles tenemos la responsabilidad de que nuestro país continúe avanzando manteniendo el rumbo hacia el progreso o, por el contrario, volver a entregar la nave a quienes estuvieron a punto de hundirla en lo más profundo, o a quienes quieren abordarla para transformarla en un país de esclavos, rehenes del comunismo rancio y del populismo radical.

El Progreso no es patrimonio de la Izquierda, más bien al contrario, quien ha tenido y tiene en su base fundacional la proyección de reformas para sostener armónicamente el Progreso del país, es aquel partido que apuesta por la moderación en el desarrollo de la mismas, que no es otro que el Partido Popular.

Borja Gutiérrez

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