miércoles, abril 17, 2024
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El (viejo) socialdemócrata asediado

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Todo tiene su principio y su final, menos los que están en la mitad; eso, más o menos, cantaban los de La Bullonera. Es lo que les pasa a los que tejen alianzas, atrapados por los extremos políticos que siempre prefieren el frentismo y la polarización, el bando a la pluralidad.

La ciudadanía que votó pluralismo en diciembre se ve abocada por la nueva doctrina política a una nueva bipolaridad. Las posibilidades de cambio que tuvimos al alcance en Marzo se presentan ahora como un guiño al IBEX 35. El cambio se convierte en voluntad de sorpasso y la pluralidad en una aspiración de las derechas.

La derecha que no compareció tras las elecciones de diciembre y no quiso contribuir ni a estabilidad ni a gobierno ha movilizado todas sus antenas para penalizar a quien lo intentó. O gran coalición o caos, apuntaron los estrategas que, a lo peor, acaban arrepintiéndose de alimentar demonios sobre las cenizas del adversario.

El precio que se puso al rechazo a la gran coalición ha sido, probablemente, desmedido en términos mediáticos. La factura ha sido girada no sólo por las antenas de la derecha sino por los medios de la política emergente, hasta antes de ayer ni de derechas ni de izquierdas, con tanta voluntad de ajustar viejas cuentas como de enseñorearse del nuevo escenario político.

No deja de ser sorprendente para cualquier analista que quien no intentó tan siquiera la creación de gobierno no sólo no es penalizado sino que puede aprovecharse del desánimo de una parte de la ciudadanía, de nuevo convocada a elecciones y ahora indecisa.

El dirigente socialista ha resumido en su experiencia los recientes fracasos del PSOE. El deterioro organizativo del partido, la sustitución de la estructura orgánica por baronías, los errores en la gestión de la crisis, generaron no pocas desconfianzas sociales y limitaciones en su margen de maniobra.

Unos contenidos razonables acordados con Rivera podían haber sido completados por una sensibilidad de izquierda si no se hubieran tendido, desde el partido y desde los potenciales aliados, fosos políticos, justificados o en exageradas radicalidades o en pasados de cal, sobreactuaciones y peticiones desusadas de nombramientos.

Falta por saber si el fracaso del cambio no se convertirá en un nuevo respiro para una derecha enrocada en políticas de austeridad, necesitada de regeneración ética, aislada políticamente y sin capacidad de iniciativa.

Descalificar a quien intentó tejer mayorías alternativas es el deporte mediático moderno. Cualquier opinión suya se convierte, si opina la derecha, en radical o, si opinan los medios emergentes, en puro derechismo.

La incapacidad de hacer pasar su propuesta política tiene que ver con la debilidad del PSOE pero, también, con la sustitución de la política por el espectáculo, terreno donde la reflexión y las ideas sucumben ante la ira, la sobreactuación y las imágenes.

Yo que nunca fui socialdemócrata y nunca voté socialdemócrata, reconozco en el discurso de la llamada vieja socialdemocracia aquella preocupación de la izquierda de siempre por el mundo del trabajo, el empleo y la protección de las rentas más bajas; la voz de las políticas de género, que se escuchan con bastante tibieza en otras partes, por cierto.

Es ahí, y no en la clase media y sus hijos e hijas, a los que los extremos y emergentes miman, donde anida la pobreza, las necesidades de igualdad y los retos de articulación social arrasados por la crisis.

Sánchez asumió el reto de organizar la pluralidad que la ciudadanía había votado. Calculó mal: ignoró que ese reto no era compartido por quienes siempre vieron en la debilidad del que debe negociar una oportunidad para reinventar la bipolaridad política.

La política emergente, que suma aspiraciones, ambiciones, venganzas antiguas y nuevas máscaras electorales, aspira a crecer sobre las cenizas de la vieja socialdemocracia. En los tiempos del espectáculo y la ausencia de política, quién asumió el reto de crear gobierno y estabilidad parece próximo a ser castigado. La derecha sonríe.

Libertad Martínez

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