sábado, abril 20, 2024
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¿A qué llamamos populismo?

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Bernie Sanders no es un populista aunque algunos lo meten casi en el mismo saco que otros políticos de infames credenciales.

Sanders dice muchas verdades incómodas y ataca a los tiburones de Wall Street, no al capitalismo. Ni engaña ni encubre. Decir que grandes áreas industriales de Estados Unidos – igual que en Europa- han sido devastadas y su población empobrecida deliberadamente por las grandes empresas ¿es populismo? Habría que distinguir entre demagogia, populismo y, lo que no tiene nada que ver, el radicalismo. Ser radical no es ser populista.

Eso no es populismo por mucho que pueda molestar a los demócratas americanos del voto útil. Los tiburones, efectivamente, controlan las materias primas, los mercados de futuro, muchas oligarquías de paisitos llenos de recursos y, cuando se les ocurre, hacen y deshacen esos pequeños gobiernos.

Hoy, cuando tantos políticos están por encima de la vida real, les parece que ir en metro es populista; es que, como decía Bertolt Brecht, “para los de arriba, hablar de comida es bajo, y se comprende, porque ya han comido”.

Si un político se sale del justo medio, de ese juste milieu tan átono y lánguido, es inmediatamente acusado de populista. Pero ser populista es otra cosa, es fingir estar con los humildes, con el pueblo (ahora se dice la “ciudadanía”, pudorosamente, para no asustar) y al final obedecer a los que de verdad detentan el poder financiero y económico. Populista fue hace noventa años Lerroux, o es Farage en el Reino Unido. También es populista el que de repente, en plena campaña, se le ocurre ir a un mercado, besar un bebé o tomarse una caña de cerveza, eso sí, con turbamulta de fotógrafos para inmortalizarle. Luego, nunca los volvemos a ver por esas calles.

Sanders ha sacudido el escenario, va a obligar a Clinton a definirse mejor, pues ella, colmo de la prudencia calculadora, se ha mantenido en una nebulosa. Sanders, de larga trayectoria de izquierda, ha puesto en evidencia sus silencios, financiaciones y el confortable continuismo del aparato del partido demócrata. El declive del partido demócrata, como el del PSOE o de Hollande, en Europa, responde a que tanta izquierda floja ha perdido hace lustros su nervio, sus ideas y su libertad de pensamiento interna. Y sus seguidores están desencantados, lo que no es extraño. Esto es lo que ha intentado Sanders evitar. Probablemente hubiera logrado sacar a los Estados Unidos del marasmo mejor que Clinton y hubiera sido mejor oponente frente a Trump.

Jaime-Axel Ruiz Baudrihaye

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