miércoles, abril 24, 2024
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Robótica futura

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Isaac Asimov fue un prolífico escritor norteamericano. Su familia, de origen judeo-ruso, emigró a los EEUU en 1923. Doctor en química, Profesor en Harvard y, asimismo, un gran divulgador científico. Publicó también novelas y ensayos. Entre estos últimos destacan unos sobre Shakespeare y su magnífico teatro.

Destacó como gran escritor de ciencia ficción, género en el que se han criado muchas generaciones posteriores a la Segunda Guerra Mundial, probablemente más en el mundo anglosajón donde el interés por el futuro, la tecnología y los avances de la ciencia siempre ha imperado. Lo prueba la larga lista de premios Nobel de ciencias concedidos a anglosajones o a otros educados en sus universidades.

Asimov consagró muchos libros a la robótica. Imaginó tres leyes fundamentales según las cuales un robot no hará daño a un ser humano tanto por comisión como por omisión; obedecerá siempre a los humanos, salvo que ello contradiga la ley anterior; y protegerá su existencia siempre que ello no vaya en contra de las dos primeras leyes. Necesario para que la humanidad pueda convivir, según Asimov, con robots y contenido en una llamada mente “positrónica» del autómata. En sus obras trató situaciones como las de un robot-niñera, un robot tan humano que consigue ganar unas elecciones o una rebelión de los robots-esclavos. Por otra parte, muchas novelas y películas tratan de su funcionamiento defectuoso, evidenciando los temores humanos hacia estos dobles de su invención.  

Este contraste  alimenta un debate importante cuyas bases ya están servidas

Asimov desarrolló una serie policiaca en la que su detective favorito habita una Tierra superpoblada donde los humanos adolecen de agorafobia, viviendo en galerías subterráneas comparables a nuestros centros comerciales donde se puede estar sin saber si es de día o de noche. Unos accidentes importantes han hecho que los humanos prohibiesen los robots humanoides en nuestro planeta. En cambio, estos son fundamentales para la supervivencia en los «planetas exteriores» del sistema solar, colonizados, donde las poblaciones son escasas y viven en enormes latifundios.

Este contraste, entre la necesidad y utilidad de los robots androides frente al temor de que nos hagan daño, nos quiten nuestros empleos o que nos desplacen en los procesos de toma de decisiones, alimenta un debate importante cuyas bases ya están servidas. Nuestra vida diaria ya está afectada por toda clase de máquinas que la alivian o facilitan. Desde aquellas que construyen automóviles hasta los cajeros automáticos que nos entregan dinero pasando por el lavaplatos y miles de invenciones que mejoran o sustituyen nuestro trabajo.

Los humanos deberán resolver esencialmente dos cuestiones: en primer lugar, hasta dónde puede llegar la automatización de decisiones sustitutorias de las de una mente humana (aterrizando un avión, ordenando compra-ventas en la bolsa) y, en segundo lugar, hasta qué punto sería aceptable la convivencia con humanoides confundibles con nosotros mismos como vemos en películas de ciencia-ficción.

El investigador del Instituto Elcano, y periodista, Andrés Ortega señalaba no hace mucho en un artículo que es en Japón donde más interés hay ahora en robótica y donde hay un gran espectro investigador. No es el único país, pero está en la vanguardia junto a algún otro desarrollado como los EEUU. Subraya asimismo Ortega en su artículo las razones por las que a los japoneses les encantan los robots, especialmente los humanoides: una abundancia de dibujos animados, películas e historias en los que los robots luchan y ayudan a los humanos contra el mal; una concepción religiosa, el sintoísmo, que confiere características anímicas a las cosas, lo que facilita la relación con los robots; y una política gubernamental decididamente encauzada a la investigación en robótica.

Como señala Ortega, la robótica provoca un debate ético que ya había adelantado Asimov. En la humanidad ya hubo quienes, siguiendo los hábitos aceptados con naturalidad en el pasado, utilizaron a otros humanos como androides. Eso eran los esclavos en la antigüedad o más tarde los sirvientes que, aunque retribuidos, eran para sus amos como seres invisibles que asistían a sus baños y conversaciones imperturbablemente como si fuesen esos androides que a muchos encantarían hoy en día, «Bautistas» con uniforme de mayordomo que no se maltratarían por ser caros y esenciales.

Ortega está preparando un libro sobre el impacto de la robotización y la automatización. Se espera con impaciencia.

 

Carlos Miranda

Embajador de España

 

Carlos Miranda

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