jueves, marzo 28, 2024
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“Hasta aquí hemos llegado, señor Sánchez”

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Cuatro vergonzosos meses, cuando todo se vio venir la aciaga noche del 14 de diciembre. Esa noche Pedro Sánchez –que debatía con Mariano Rajoy–, le montó un pollo en el plató al candidato del PP. Los gritos se oían por el patio de vecinos, en las pocas teles en que no se veía GH π (número pi, para los de letras). Hasta que el señor de barba, que miraba con esos ojos acuosos y agigantados por las gafas de miope, resopló y dijo:

–Hasta aquí hemos llegado, señor Sánchez.

Y ahí se acabó la esperanza de un gobierno en las –parece que ya sí– fallidas elecciones del 20D.

El esperado diálogo ha sido un griterío histérico, una impostura repleta de inmadurez en casi todas partes. Esa noche Sánchez marró el debate y las posibilidades de gobernar España.

Hay estudios, de esos reservados a entomólogos de la demoscopia, que aseguran que ese día, con su arriesgada bronca a gritos en un plató, Sánchez no consiguió mover ni un mísero porcentaje a su favor. Del mismo modo, su actitud displicente y altiva le supuso casi ocho puntos de retroceso frente a Podemos, que llegaba a las elecciones –hay que recordarlo– con muy poco aire tras sus gatillazos en Andalucía y Cataluña.

Pues ahora, otra vez, “hasta aquí hemos llegado, señor Sánchez”. El Rey, que ve todo desde su altura de ala-pívot, ha estado muy certero en su comentario: “No cansen a la sociedad”.

El oficio de los que cansan debería llamarse cansinos, se lo dirá mi compañero Miguel Arroyo a su amigo Pérez Reverte en el siguiente rifirrafe por twitter, a ver si meten la acepción en el Diccionario de la RAE.

Cansinas las negociaciones, las absurdas ruedas de prensa de aire y ceremonia trascendental, las tonterías dichas, redichas y tarareadas. Los besos en boca en el Congreso, las sobreactuaciones, los aires de Kennedy, la tozudez, la negación, la falta de altura.

Cansino, el que cansa, “pesado”, dice la RAE.

Cansinos inmaduros.

La falta de madurez de los actuales líderes políticos no parece una cosa de edad. Sin ir más lejos, el que esto firma se batió en las canchas con Pedro Sánchez –somos casi coetáneos– y servidor ya peina canas hasta en la barba, lo que no quiere decir que haya madurado mucho. Inmadurez y testosterona, cálculo egoísta jugado con un país. Cuando se peleaban por mandar en el CNI o en RTVE, los españoles les importaban una higa. Cuando presentaban propuestas de tres folios para gobernar España, demostraban la seriedad de su trabajo. Cuando uno se amodorraba en la poltrona con la excusa de que el de allá no quería hablar con él, empíricamente dejaba claro que los tiempos, sus tiempos, son más importantes que cuatro meses de la vida de un país.

Qué decepción.

Y qué remedio. Cada líder se ha blindado para asegurarse encabezar de nuevo los respectivos proyectos fallidos. Uno porque tiene atenazado al partido; el otro, porque ha calculado los horarios del AVE a Sevilla; el morado, porque ni siquiera va a hacer las obligadas primarias, total para qué si todo el mundo hace lo que él dice; y el de naranja, por incomparecencia de rivales a ser él mismo.

Una de las tonterías más celebradas estos cuatro meses fue la de transmitir en streaming las negociaciones. Sánchez ronroneó complacido con la ocurrencia de Turrión. Una chorrada más que ni siquiera se cumplió.

Miren, cuando uno se pone a negociar, no monta los numeritos que han organizado estos muchachos. Carpetitas de colores, artificio hasta para sentarse, turnos de palabra al estilo PCUS. Uno se encierra en una sala, bien provisto de café y agua, y hasta que se acabe. Eso no se ha visto. Nadie puede percibir la sensación de que nadie ha querido negociar.

Cuando uno se pone a negociar, no monta los numeritos que han organizado estos muchachos; se encierra en una sala, bien provisto de café y agua, y hasta que se acabe

Mientras, al país, a todo lo que pasa fuera de los estrictos ámbitos del Congreso y aledaños, todo lo que le pasa a la gente, a las empresas que padecen de incertidumbre, de falta de créditos, de confianza desde el exterior, que le den.

Entramos en territorio ignoto. A saber qué tontería pitará en esta campaña electoral de dos meses, en la que los políticos no van a tener nada mejor que hacer que seguir pidiendo el voto. Igual la cosa va de las esponjas de la CUP contra los tampones. O la toman con los pobres toros. O nos ponemos muy contentos porque España gana la Eurocopa, o ganamos el festival de la OTI. Cualquier factor, por absurdo que parezca, parece más interesante para influir en el voto que seguir dos meses más escuchando esta intolerable e insoportable levedad intelectual.

Hasta aquí hemos llegado, señoras y señores.

 

 

 

Joaquín Vidal

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