viernes, marzo 29, 2024
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Madrid

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El título no engaña. Mi columna habla de Madrid y, en consecuencia, del modelo de ciudad que tengo y del que me gustaría tener, no solo en la capital de España, sino en otras ciudades y capitales del país. A modo de aproximación empezaré apuntando que la configuración urbana y territorial de toda urbe nace de la compleja interacción que se produce entre la geología y la política, vista ésta como herramienta del urbanismo y de la ordenación del territorio; es decir, que se compone tanto de las denominadas infraestructuras ambientales como de una geología “construida” artificialmente. Así las cosas, la política interviene y actúa, al tiempo, en la geología natural y en la artificial; es lo que los teóricos han definido como sistema de “ecologías en red”.

El Ayuntamiento de la Capital, en las manos de Ahora Madrid y ajeno a un verdadero criterio de ciudad, ha hecho público que apuesta por el diseño de un modelo que ha denominado de “cuidados de la ciudadanía” que pretende cubrir transversalmente las necesidades básicas de la población a través de cuatro ejes: salud, barrio, vida cotidiana y cuidado colectivo. Y ello, mediante, dicen, “Diagnósticos participativos del distrito”. A mi modo de ver, el modelo planteado por Ahora Madrid, vacío de contenido real, constituye un ejercicio de demagogia que expresa, simplemente, la existencia de un equipo de gobierno sin un verdadero modelo de ciudad para Madrid.

Las iniciativas llevadas a cabo sobre “diagnósticos y presupuestos participativos” han sido, simplemente, una burla a la ciudadanía, y se han caracterizado por su falta total de rigor técnico, su nula transparencia y una escasísima participación ciudadana; pero, sobre todo, se han significado por su indefinición y por la ausencia señalada de un rumbo u hoja de ruta para la ciudad, que no sea otra que la de seguir con lo que hizo el PP pero, eso sí, gastando a destajo en procesos y proyectos completamente improvisados e ineficientes que, al final, priman el enchufismo y la burocratización de la política, o sea, su fosilización.

Por poner un ejemplo, en su demagoga campaña electoral Ahora Madrid tomó como bandera de su “modelo de cuidados” la lucha contra los desahucios. Y todos los días los medios nos mostraban el drama terrible y desgarrador de una familia desahuciada de su hogar. Llegada Carmena al gobierno consistorial puso en macha, a bombo y platillo, la conocida e ineficaz Oficina Antidesahucios, con cargo a todos los madrileños. Hoy en día, la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) ha denunciado la absoluta insolvencia estructural de esta oficina local para frenar los más de 300 desahucios que, en la actualidad, se producen mensualmente en Madrid.

Pero además, la PAH ha puesto sobre la mesa que el Ayuntamiento, mediante este ente inútil y burocratizado, beneficia claramente a los bancos y perjudica gravemente a los afectados, a las familias que van a desahuciar, a las que no informa siquiera de sus más elementales derechos frente a las entidades financieras. Pero hoy, las chicas y los chicos de Podemos, sus círculos y sus afines, no se hacen ya tantas fotos los afectados por las hipotecas, con los desahuciados, así que no hay titulares de prensa y el problema no existe.

Más allá de estas acciones de oportunismo, la orfandad en Ahora Madrid de un modelo real y sostenible de ciudad es patente, lo que implica que gran parte de las políticas de AM son las que implementó el PP, fundamentalmente basadas en el consumo de recursos y en el crecimiento expansivo y acelerado, lo que conlleva al aumento de contaminantes y residuos.

Las políticas de Ahora Madrid son las que implementó el PP, basadas en el consumo de recursos y en el crecimiento expansivo y acelerado 

Madrid ha caminado y todavía camina hacia lo que se ha venido en llamar “la ciudad difusa”, que separa las funcionalidades de la urbe en áreas muy distantes entre sí, obligando a los habitantes a recorrer grandes distancias para ver cubiertas sus necesidades y generando, con ello, enormes consumos de energía, grandes emisiones de gases tóxicos, altos niveles de contaminación sónica y lumínica, graves accidentes de tráfico con importantes daños personales y materiales y millones de horas de trabajo y ocio perdidas. La ciudad difusa es ideológica. Fomenta espacios monofuncionales, consume vorazmente recursos y segrega a la población según perfiles y rentas.

En mi modesta opinión hay que dejarse de banalidades y experimentos y redirigir Madrid hacia la sostenibilidad, apostando decididamente por la sociedad de la información y el conocimiento, por el fomento de la investigación y por la innovación. Hay que ir hacia un modelo de ciudad compacta y diversa, que permita asumir la complejidad de sus partes internas como base para una vida social cohesionada y competitiva económicamente. Y, al tiempo, hay que apostar por un modelo que busque una ciudad más ecológica, más verde, menos contaminada y más limpia, donde se pueda vivir y trabajar. Una ciudad más amable, sin plazas “duras”, sin obstáculos, sin barreas. Más para los mayores y los niños, para el viandante; más peatonal y, en consecuencia, más restringida al tráfico, al menos en grandes áreas del casco histórico.

El fomento del comercio de proximidad, de barrio, del pequeño negocio, debe ser otro de los ejes que nos conduzcan hacia esa ciudad sostenible y habitable, deseable, pues son esas miles de pequeñas iniciativas privadas las que dan a los barrios de la ciudad ese sello de autor que las hace humanas, alegres y singulares. Y ello, sin renunciar a los grandes proyectos e inversiones, que sin duda hay que desbloquear y atraer. Pero con sensatez y pensando en nuestros hijos y nietos. Con perspectiva de futuro.

Madrid debe renunciar, en fin, al turismo masivo y de baja calidad por el que apostó el PP y trabajar por un turismo sostenible, cultural y educativo, museístico, comercial, empresarial y gastronómico; por un turismo del conocimiento, la investigación y la innovación, de calidad, que fomente la ciencia, el arte y la cultura en sus más diversas manifestaciones. Madrid necesita una política de ciudad que, en suma, cuide y ponga en valor su patrimonio arquitectónico, cultural, histórico, artístico y humano.

Ignacio Perelló

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