viernes, marzo 29, 2024
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Ni un día sin un caso de corrupción

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No hay ni un solo día sin un caso de corrupción en las portadas de los periódicos o en los informativos. Y lo aceptamos resignadamente, sin indignarnos o, al menos, indignándonos sólo un poquito. Un partido que recibe financiación de un país extranjero tras denigrar las corrupciones de los demás; un ex banquero que ha dictado lecciones de ética desde todas las tribunas y que lleva veinte años blanqueando su botín y sin devolver lo que robó; un ministro que niega todo, aunque todo huele mal; un alcalde al que se le escapa su misoginia por la boca y le detienen por prevaricación; una comunidad autónoma que no paga sus facturas pero que está dispuesta a abrir decenas de «embajadas» por medio mundo; otra que reconoce que tiene más de 1.800 empleados mano sobre mano, sin trabajo, pero cobrando y que esconde sus fraudes como si no existieran; un partido que no se enteraba de nada de lo que «distraían» sus dirigentes predilectos.

He dicho muchas veces que la corrupción no es algo que sólo practican los políticos o los empresarios, aunque casi siempre sean algunos de ellos los corruptores o los corrompidos. Creo que es un mal social que nos afecta a todos y que todos, o casi todos, estamos llenos de pequeñas corrupciones, tal vez porque no hemos tenido la posibilidad de tener tentaciones mayores. El que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Tampoco me importa si eso sucede igual, menos o más en otros países. No me consuela. El problema es que sucede aquí, todos los días y, sobre todo, que no pasa nada, que los partidos no expulsan inmediatamente a los corruptos, sino que los tapan o los disculpan. Que no son capaces los líderes de esos partidos de hacer ya un Pacto contra Corrupción, de firmarlo y de aplicarlo inmediatamente caiga quien caiga. Y de empezar a enseñarlo en la escuela para que las generaciones futuras lleven en su ADN que la corrupción es un pecado contra la humanidad.

«Cuanto más frecuentes son las trampas en el ámbito institucional más mienten sus ciudadanos»

No hace mucho, la Universidad de Nottingham ha hecho una clasificación de la salud pública, de la honestidad de 159 países a partir de indicadores de corrupción, fraude fiscal y fraude político. Y, luego, han hecho una muestra en 23 países, con más de 2.500 voluntarios jóvenes, de una media de 21 años a los que pedían que lanzaran dos veces un dado, sin que nadie les viera y que apuntaran el resultado del primer lanzamiento. El resultado en lo que afecta a España, es que sólo un 45 por ciento de los participantes dijo la verdad. Hasta en algo tan nimio como eso, mentimos. Y, posiblemente, si fuéramos subiendo la edad de los participantes, el porcentaje de los mentirosos sería mayor. Luego, han cruzado ese dato con el de la salud de las instituciones de cada país. Y resulta que cuanto más frecuentes son las trampas en el ámbito institucional más mienten sus ciudadanos. Así que la corrupción institucional en lugar de crear un sentimiento de rechazo a esas prácticas, las favorece. A más corrupción de los que lideran la sociedad, menos frenos éticos a la de los ciudadanos. El pacto contra la corrupción debería ser el primer acuerdo de los partidos, incluso antes de que se pueda formar un Gobierno.

Francisco Muro de Iscar

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