viernes, abril 19, 2024
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El llamamiento de Yuri Gagarin

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Quienes han tenido el privilegio de ver la Tierra desde el espacio exterior dicen haber experimentado una sensación inexpresable de ternura e instinto de protección hacia nuestro planeta. Un sentimiento que nace de la consciencia de que ese astro azul que emerge lejano como una pelota luminosa entre las tinieblas del cosmos alberga en su seno todo cuanto aman y por lo que viven. Los afortunados que han traspasado las fronteras del firmamento cuentan que en momentos así olvidan todo lo feo y oscuro que hay en el mundo.

El primer ser humano seducido por la belleza que nuestro planeta proyecta al universo fue Yuri Gagarin, de cuya gesta –el primer vuelo espacial tripulado alrededor de la Tierra– se cumplirán 55 años el próximo martes. Gagarin fue pionero de la conquista del espacio, el Adán de los cielos y el héroe de la infancia para millones de niños del mundo. Eran tiempos de contradicciones: la superstición estaba en retroceso y la gente creía sinceramente que la ciencia y las ideas traerían la salvación de los hombres, pero al mismo tiempo las superpotencias invertían más recursos en armas para destruir el mundo que en mejorar la vida de sus pobladores.

Gagarin, nacido en 1934 en el pueblo de Klushino, también tuvo de niño a su propio héroe. Cuando los nazis ocuparon la URSS, un oficial alemán echó a toda su familia de su casa. Pasaron año y medio en una choza de barro y dos de sus hermanos fueron capturados y enviados como esclavos al país de Hitler. Un día un piloto soviético cayó derribado sobre su pueblo y él y otros pilluelos del lugar lo salvaron y lo escondieron de los nazis hasta que otro miembro de la Fuerza Aérea rusa acudió en avión a rescatarlo. Ese día, al verlos marchar, Yuri decidió que también quería volar.

En su juventud Gagarin trabajó como obrero metalúrgico, hasta que en 1954 aprendió a pilotar en el aeroclub de Saratov. En 1955 ingresó en la Escuela Militar de Pilotos de Oremburgo y en 1959 se presentó voluntario junto a otros 3.500 pilotos de caza para participar en el aventurero programa espacial de la URSS. El 12 de abril de 1961 fue lanzado al espacio desde el cosmódromo de Baikonur a bordo de la nave Vostok 1 en una misión secreta que lo catapultaría a la historia.

Antes de embarcar, dejó escrito: “Queridos amigos, conocidos y desconocidos, mis queridos compatriotas y a toda la humanidad. En los próximos y breves minutos posiblemente una nave espacial me lleve al distante espacio exterior. Toda mi vida se aparece ante mí en este único y hermoso momento. Todo lo que he hecho y he vivido ha sido para esto”. Es el antecedente ruso de la frase “Un pequeño paso para el hombre, un gran paso para la humanidad”, que pronunció el estadounidense Neil Armstrong al pisar la Luna en 1969.

El vuelo del teniente segundo Gagarin comenzó a las 6:07 de la mañana y duró 108 minutos en los que la nave permaneció bajo control terrestre. Gagarin estuvo a punto de morir durante la reentrada en la atmósfera y, por un fallo en el sistema, no logró aterrizar cerca de Stalingrado como estaba previsto sino que cayó en paracaídas en la provincia de Saratov. Fue encontrado por una campesina de una granja colectiva cercana y por su nieta de seis años. “¿Vienes del espacio?”, le preguntó la vieja. “Sí, pero no se alarme, soy soviético”, le contestó el cosmonauta.

Los medios de la URSS aseguraron que durante el vuelo orbital Gagarin había dicho: “Aquí no veo a ningún Dios”. Pero la frase no quedó registrada y hoy se considera fruto de la propaganda soviética. Lo que sí está acreditado es que, al contemplar la Tierra desde el espacio, dijo: “Pobladores del mundo, salvaguardemos esta belleza, no la destruyamos”. Buzz Aldrin, que acompañó a Armstrong en su viaje al satélite, sintió algo parecido y confirmó muchos años después que “vista desde la Luna, la Tierra es el objeto más bello que pueda imaginarse”.

Gagarin murió en 1968 a los 34 años cuando el caza que pilotaba se estrelló cerca de Moscú. Hoy un menhir señala el punto exacto donde cayó y un cráter en la cara oculta de la Luna lleva el nombre de aquel joven de mirada clara y sonrisa limpia, hijo de una campesina y un carpintero, que medía sólo 1,57 metros de altura y que inauguró la era espacial. Hoy, 55 años después de su histórico vuelo, a nadie impresionan ya los viajes espaciales. Pero su llamamiento a preservar el planeta sigue más vigente que nunca.

César Calvar

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