martes, abril 23, 2024
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El otro Islam también existe

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El Islam no se puede reducir a esos disparates y tropelías que se perpetran en su nombre. A los que lo incriminan sin matices se les nota un cierto tufillo racista; y a sus defensores a ultranza les asoma un rabotazo judeófobo bastante sospechoso.

Es difícil pensar con la cabeza fría ante el estremecimiento que causan asesinatos en nombre del Corán, como los recientes en Bruselas y en Lahore. Entre los laicos políticamente correctos predomina el silencio y el puro miedo; no se puede decir nada sobre el Islam que pueda parecer crítico. Esa neurosis culpable de los occidentales es la misma que ha callado cuando los ataques a mujeres en Colonia, algo que alguien tan poco sospechosa como Elisabeth Badinter ha tenido el coraje de denunciar y que muchas feministas, tan reactivas a menudo, han pasado bajo un tupido velo, nunca mejor dicho.

Pero la crítica del yihadismo debería salir principalmente de los propios musulmanes. Entre ellos hay bastantes voces críticas, pero no las necesarias ni suficientes. Mencionemos al anglo pakistaní Maajid Nawaz, ex yihadista, que trabaja por desactivar el islamismo tenebroso. O a los escritores argelinos Bualem Sansal y Kamel Daoud, amenazados por los islamistas de toda laya por haber osado decir que una Ilustración, ese período que despertó a Europa, es necesaria en el mundo musulmán, o por denunciar que hay una miseria sexual en el Islam de hoy. Otro escritor argelino, Karim Akouche, así como la tunecina Fauzia Zouari, han salido en su defensa. Abdelwahab Meddeb ya denunció la deriva del Islam en La maladie de l’Islam hace catorce años.

Existen millones de musulmanes hartos de tanta fatwa, de tanta histeria peligrosa. Musulmanes que aman la vida, la música, que son hospitalarios y amables. Dense un paseo por Rabat, por su medina, sin ir más lejos, para comprobarlo.

Musulmanes que aman la vida, la música, que son hospitalarios y amables.

Cumple aquí también recordar a Fatima Mernissi, escritora marroquí fallecida a finales del pasado mes de noviembre. La conocí hace más de veinte años, cuando los más rancios ulemas la tenían condenada al ostracismo por ser una mujer que osaba interpretar el Corán de forma abierta, no literal ni negativamente. El Islam, como todas las religiones, en principio, no es de la guerra ni de la paz, es una religión que precisa de interpretaciones actuales, no de oscurantismo.

Fatima Mernissi nos ha dejado páginas memorables de su infancia y juventud en Fez, de las contradicciones de su Marruecos, siempre en equilibrio entre el progreso y la reacción. Era una voz doblemente válida, porque, además, era una mujer que luchó con la pluma y la palabra por la liberación de las marroquíes. Sin renunciar a todo lo que la tradición tiene de honorable y de sólido, era respetuosa con todos los cultos, amable, simpática, muy culta, exuberante y con grandes dosis de humor y de gracia.

Jaime-Axel Ruiz Baudrihaye

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