viernes, abril 19, 2024
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Sindicato y sindicalistas: memoria y futuro

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Leo en Estrella que Comisiones Obreras reivindica el sindicalismo. Me complace. Me uno a ese sentimiento necesario. A pesar del infame código penal que pretende atemorizar a nuevos sindicalistas y no puede con la dignidad de los ocho de Airbus. A pesar de las campañas recurrentes sobre la inutilidad del Sindicato. A pesar de progres recientes que, con el manual de Piketti bajo el brazo, desprecian la capacidad de distribuir riqueza de los sindicatos.

Si; yo también reivindicó el sindicato y a los hombres y mujeres del sindicato. Soy de pensamiento antiguo, que le vamos a hacer. Creo que el trabajo merece ser organizado para frenar la codicia del capitalismo desregulado; soy tan antigua como esos ricos norteamericanos que se avergüenzan de su propio capitalismo.

Vengo, sí, a seguir el mandato de mi sindicato. Me complace que se convoque al » activo» de las Comisiones. Porque no hay más activo que quien lucha junto a compañeros y compañeras. Porque nunca descansan. Recuerdo aquí con orgullo mis jueves con trabajadores y trabajadoras de Telemadrid; a la gente de Airbus, a los gigantes de Coca Cola, antes a los de Sintel, y tantos otros y otras

Vengo, si, a defender la utilidad de los y las sindicalistas. A decir que no solo hay sindicatos sino hombres y mujeres que la piel se dejan sin recompensa, por mucho que la infamia hable de liberaciones y prebendas que nunca demuestran. Vengo a decir que me complace que Comisiones nos hable de memoria y de historia.

Porque mi vida nace del sindicato, para que engañarse. Crecí educada por Justi, mi padre, fundador de Comisiones Obreras, imagino que diciendo la suya en el Congreso de Barcelona, probablemente fuera de la ortodoxia. Justi, el Secretario de la «Constru». Junto a Mari, mi madre, hechos ambos de incombustible material de justicia.

De esos que no se hacían selfis porque convocaban huelgas; que no podían hacer postureo porque a los tajos no iban las televisiones. De esos que nunca culparon a nadie del pasado porque tenían que tejer futuro. De esos que nunca despreciaron el trabajo de nadie.

No solo crecí con Justi y con Mari. En las oscuras tardes de plomo del tardofranquismo conocí a Rodríguez Rovira y a «Cipri», a Luis Romero; conocí a hombres y, por desgracia, pocas mujeres, siempre dispuestos a dejar vida y libertad.

Recuerdo a Aurora Gómez y a Nuria Casals; también, a Puerto y a Medialdea; a Sancho y a Paco Muñoz. Recuerdo, como harán muchos y muchas trabajadores que eran mayores cuando yo niña, a Miguel Guerrero y Faustino Miquelez, a Eugenia Sánchez, a Lezcano, a Clemente o a Cinta Llorens; también al «fusta» y a Angel Rozas. Recuerdo, claro, en alguna nocturna quedada de mayores, las voces de Paco Frutos o de López Bulla.

Luego conocí a Marcelino, a Sartorius, a Saborido,… Soy de la generación que se encantó con la primera renovación sindical que encarnó Antonio Gutiérrez, con el sindicato de Javier López en Madrid. No aburro con más nómina incompleta. Vengo a decir que Sindicato significa sindicalistas. Que memoria son hombres y mujeres a los que debemos la libertad que, a veces, se devalúa y se desprecia.

Convoco a la memoria porque sé que con esa generosidad heredada se construirá futuro. Si: tiene razón Toxo: hay que actualizar el sindicato y hay que hacerlo con el tejido y la historia que representa esa inacabable nómina de anónimos héroes, pitufos gruñones que le dijeron no a la dictadura y si a esa libertad que hoy, siempre insuficiente faltaría más, disfrutamos. Con quienes hoy han batallado unas excelentes elecciones sindicales.

Vengo, dicho está, a defender la utilidad del Sindicato porque defiendo el valor de su activo. Mucho se convoca al cambio en estas fechas; sepan quienes convocan que no lo habrá sin los sindicatos; sindicatos de clase, sí, como lo aprendimos, más allá de que modernas politologías hayan cancelado la existencia de trabajadores y trabajadoras.

Vengo a decir que ese viejo y denostado sindicalismo sociopolítico es clave para cualquier modelo de bienestar. La concertación y la negociación colectiva han sido, junto al municipalismo, piezas claves del modesto estado de bienestar en España.

Es bastante probable que la capacidad de regeneración mostrada por el sindicalismo español en democracia nos ofrezca nuevos escenarios de futuro, para ese universo del trabajo que algunos y algunas seguimos reivindicando.

Vengo a decir que esa esperanza se sostiene en el hermoso ejemplo de muchos hombres y mujeres, entre los que siempre ha estado Justi, mi padre, que vinieron de «abrasados corredores» para conquistar los océanos que Neruda prometió.

Sí, yo también reivindicó el sindicato.

Libertad Martínez

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