sábado, abril 20, 2024
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Mujeres

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Deseo dedicar esta columna a las mujeres. Por parir a nuestros hijos. Y por no hacerlo. A todas. A las que luchan y trabajan cada día para sacar adelante a sus familias. A las que compatibilizan duras jornadas de trabajo fuera de casa con las devaluadas e ingratas tareas domésticas; porque la igualdad real no ha entrado a fondo y de pleno derecho en la domesticidad de los hogares. A las que en las empresas se paga menos salario por ocupar empleos iguales a los de los hombres. A las que sufren la discriminación y el abuso en todas sus vertientes y modalidades.

La igualdad real no ha entrado a fondo y de pleno derecho en la domesticidad de los hogares

A las mujeres prostituidas, víctimas diarias de la esclavitud y de la explotación sexual, aquí, en nuestras calles, en nuestras ciudades y pueblos, en Madrid, en Barcelona o en Valencia. En las aceras o en burdeles inmundos a ambos lados de las carreteras. Víctimas invisibles de la máxima violencia individual y sexual, asumida sin crítica por casi todos, sucediendo en el corazón mismo de nuestras vidas. Ante nuestras miradas cómplices y ajenas.

Vaya también mi homenaje, mi reconocimiento y mi recuerdo más sincero a las miles de mujeres que han padecido y padecen la violencia sexista y, especialmente, a las muchas víctimas mortales de esta lacra social que es el machismo. Y a sus familias.

Lamentablemente, y según la información disponible, en España durante 2015 los hombres han dado muerte, al menos, a 57 mujeres con los que tenían o habían mantenido en el pasado una relación sentimental o de pareja. Dato terrible al que se suma que, desde el inicio de la Legislatura, se han registrado nada menos que 215 homicidios machistas, aumentando el número de muertes cada año desde 2012. Mario Benedetti se preguntaba en uno de sus poemas «¿Y si Dios fuera mujer?”. Quizá, como el poeta, si fuera así renunciaría a mi respetuoso agnosticismo. Pero solo tal vez. Porque dios no es mujer.

El pasado 8 de marzo hemos conmemorado el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, conocido también como Día Internacional de la Mujer, recordando la dolorosa y constante lucha de las mujeres por su participación social, política, económica y cultural, en condiciones de igualdad real y efectiva con los hombres.

No es ocioso subrayar que la primera celebración del Día Internacional de la Mujer tuvo lugar en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza, ya en 1911, y que su conmemoración se ha extendido, por suerte y desde entonces, a la gran mayoría de los países. En 1972 la Asamblea General de la ONU declaró 1975 como Año Internacional de la Mujer.  Y en 1977 invitó a los Estados a declarar, conforme a sus tradiciones y costumbres, un Día Internacional por los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional.

En el Pleno del Ayuntamiento de Madrid del pasado día 24 de febrero, los cuatro grupos políticos con representación municipal presentaron y aprobaron una declaración institucional apoyando el Día Internacional de las Mujeres, lo que indica el amplio consenso que impregna esta materia política en la capital de España.

Y quiero hacer notar que esta iniciativa municipal ha sido impulsada por unanimidad de los grupos políticos, cuyas portavocías están, digámoslo así, “en bocas” de mujeres, en todos los casos. Rita Maestre habla por Ahora Madrid, Concepción Causapié por el PSOE; Esperanza Aguirre por el PP, y Begoña Villacís por Ciudadanos. Si bien hay que decir que la portavoz popular no ha suscrito ella misma la declaración institucional en apoyo del Día de la Mujer, cediendo el protagonismo de la firma a su actual hombre de confianza en Madrid, Íñigo Enríquez de Luna, quien rubricó la declaración en nombre del grupo conservador

Permítanme señalar que en política los gestos son vitales. Describen un interés que indica, sin duda, un orden de prioridades. Y la condesa consorte debe tener otros asuntos más importantes en los que implicarse y estampar su firma. No es mi intención, sin embargo, hacer hoy valoraciones políticas de dónde están unos y otros o, en este caso, de dónde están unas y otras, sino que mi deseo es ensalzar el aporte de la mujer en todas sus dimensiones y destacar, como algo extraordinariamente positivo y estimulante, la nutrida presencia femenina de mujeres con voz en el consistorio capitalino, empezando por la alcaldesa, Manuela Carmena.

Más el trabajo que queda por hacer, qué duda cabe, va mucho más allá del ámbito de lo estrictamente político e institucional. Es a los hogares, a las escuelas, a los medios de comunicación, a la publicidad o a las empresas donde hay que llegar, donde debemos incidir para establecer una igualdad real y no solo formal entre hombres y mujeres. Y, a mi modo de ver, un elemento esencial para alcanzar esa igualdad efectiva pasa por la asunción de la maternidad como una tarea de todos, es decir, como un asunto de interés general y, en consecuencia, como una cuestión de enorme importancia y trascendencia social. Bajo este planteamiento descargaríamos a la mujer de una serie de obligaciones y gravámenes que le son adjudicados en primera persona, pero que deberían ser asumidos por la sociedad en su conjunto, como principal beneficiaria del hecho mismo de la maternidad.

Para que nadie se llame a engaños quisiera terminar mi columna evocando a Voltaire cuando afirmó que “El primero que comparó a una mujer con una flor fue un poeta; pero el segundo, un imbécil”. Y ello, no sin antes copiar a Simone de Beauvoir para poder acabar mi crónica diciendo que “El problema de la mujer siempre ha sido un problema de los hombres”.

Feliz Semana Santa a todos y mi más sentido pésame a los deudos de las víctimas de los atroces atentados terroristas de Bruselas, perpetrados por personas afines a regímenes e ideologías profundamente machistas y homófobas, además de asesinas.

Ignacio Perelló

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