jueves, marzo 28, 2024
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Durmiendo con su enemigo

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Escribo esto desayunándome con tristeza la noticia de los atentados de Bruselas acaecidos esta mañana. Desconozco cuál será al final el número de víctimas mortales y heridos causados, pero el daño ya está hecho: el corazón de Europa, la sede de las instituciones de la Unión Europea ha sido atacada y con ellas todos los países integrantes de la misma.

Supongo que ahora se convocarán minutos de silencio, se efectuarán manifestaciones protestando contra los criminales y los servicios de inteligencia y policiales redoblarán los esfuerzos para intentar evitar más actos de este tipo. Todo esto para nada, ya que estos actos caerán en el olvido en unos días, hasta el próximo atentado.

La sede de las instituciones de la Unión Europea ha sido atacada y con ellas todos los países integrantes de la misma

Pero nadie va a decir la verdad, ya que resulta incómoda para todos. Para la izquierda porque siendo el principal adalid del multiculturalismo, no reconoce que es una doctrina fallida y además prosigue en su empeño de no poner “puertas al campo” y llenar Europa de personas culturalmente ajenas, además de culparnos de los atentados, invirtiendo los papeles: ellos atentan por culpa nuestra, dándoles el papel de víctimas. Y sobre todo a quien hay que atacar es al cristianismo, al capitalismo y al imperialismo, causante -según ellos-, de todos los males del mundo mundial. Para la derecha, acomplejada, porque es incapaz de tomar medidas serias ante la situación de alarma en la que vivimos, no vaya a ser tachada de dictatorial y fascista.

Sesudos comentaristas y supuestos expertos en yihadismo que jamás han pisado un barrio como Lavapies o el Príncipe, comentarán que es peligroso establecer una dicotomía entre libertad y seguridad, que hay que actuar con prudencia y bla,bla,bla…Obviando y ocultando que el presunto cerebro de los atentados de París, ha sido ayudado y poco menos que aplaudido en su barrio, como bien saben las autoridades belgas.

Porque en Europa, lo mejor, lo único que sabemos hacer es hablar, mientras la autocensura se instala en nuestra sociedad, porque ya hay que tener cuidado con lo que se escribe, no se vaya a ofender a determinada comunidad radicalizada. Hay que medir las palabras en cualquier lugar, no vaya ser que se ofenda a alguien y así poco a poco instaurando un régimen de miedo. Y el miedo precede a la rendición.

Porque la realidad, la auténtica verdad es que estamos en guerra contra otra civilización. Una guerra que dura ya más de un milenio y así nos lo dice la historia para el que quiera estudiarla. No se trata de cuatro terroristas fanáticos y eso lo sabe bien quien conoce y está enterado de lo que ocurre. Una civilización que pretende dominar el mundo y lo está consiguiendo, ya que ha logrado introducir en nuestras ciudades -con nuestra complicidad-, miles de individuos que no se adaptarán a nuestras costumbres -la población musulmana crece el doble que cualquier otra comunidad-, que no se integrarán en nuestra sociedad -si no ponemos remedio-, ni en nuestra escala de valores éticos y morales y que terminarán convirtiéndose en miembros de un ejército que acabará fagocitando Europa.

Porque además, Turquía entrará en la Unión Europea a no tardar tras jugar sus bazas con la crisis de los refugiados, haciendo buenas las palabras del dictador libio Muamar el Gadafi: el primer paso para la definitiva islamización de Europa será la entrada de Turquía en la Unión Europea.

Porque estamos durmiendo con nuestro enemigo, compartiendo cama con él, mientras nos dedicamos a no reproducirnos, a no ayudar a las parejas jóvenes a tener hijos, a pensar que todo el mundo es bueno, a tomar cervecitas en el bar, discutir a qué temperatura se debe beber el vino y comentar el último penalti no pitado.

Porque una Europa envejecida y cobarde no es rival para quien quiera apoderarse de ella. Mientras, en España no hemos aprendido nada desde que en el año 711 las divisiones internas llevaron a la incapacidad de defender la Península Ibérica, dando lugar a una reconquista que duró cientos de años.

Esto es la guerra y nosotros mismos arrancamos la madera del tren de la historia para alimentar el fuego.

José Romero

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