jueves, abril 25, 2024
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Estrecheces

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Dicen algunos que son solo adornos, meros elementos retóricos incluidos en leyes para darles una dimensión poética de la que carecen la frialdad de títulos y artículos. Y, sin embargo, a menudo en ellos reside el alma de un proyecto.

Reparen en el preámbulo del Tratado de la Unión Europea, en sus evocaciones a la herencia cultural, religiosa y humanista de Europa; a los valores universales de los derechos inviolables e inalienables de la persona; a la adhesión a los principios de libertad, democracia y respeto de los derechos humanos y de las libertades fundamentales y del Estado de Derecho, y a los derechos sociales fundamentales; al compromiso de acrecentar la solidaridad entre los pueblos y de promover el progreso y a cohesión social; a crear una ciudadanía común; a continuar el proceso de creación de una unión cada vez más estrecha entre los pueblos de Europa.

Y reparen ahora en las noticias que uno y otro día se escuchan sobre Europa, sobre el cierre de fronteras, el crecimiento de los populismos, de los nacionalismos, de la intolerancia, la xenofobia…

Se hace difícil reconocerse en esta Europa.

Por un lado, personajes como David Cameron. Causa estupor darse un paseo por su muro y revisar la serie de tweets en él colgados defendiendo los beneficios del mercado único europeo y, por ello, la permanencia del Reino Unido en la Unión. Sí, el mercado único significa que las empresas británicas –y el resto, claro– pueden vender a un conjunto de 500 millones de consumidores sin pagar costosas tarifas. Sí, significa también la retirada de barreras al comercio como el interminable papeleo. Sí, la construcción del mercado único permite igualmente a la UE negociar acuerdos comerciales ambiciosos y exhaustivos con el resto del mundo. Y sí, como el gobernador del Banco de Inglaterra ha dicho recientemente, abandonar la UE es “el mayor riesgo para la estabilidad financiera del Reino Unido.

Sí, todo ello es cierto. Ahora y antes de que David Cameron se embarcara en su absurda carrera hacia un referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en la UE por razones estrictamente partidistas. Lástima que éstas pesaran más que la salvaguarda de los beneficios que la UE aporta a sus estados miembros y, sobre todo, de los valores, derechos y libertades que fundamentan la propia Unión, ahora en entredicho por el acuerdo alcanzado en el seno del Consejo Europeo.

Por otro lado, personajes como Donald Tusk. Más estupor causa todavía escucharle diciendo a los inmigrantes que se agolpan en nuestras fronteras que no vengan a Europa, que todo es en vano. A los inmigrantes económicos, y a los refugiados, ¿o es que viendo el acuerdo vergonzoso alcanzado con Turquía alguien alberga alguna duda de que metía a todos en el mismo saco? ¿Cómo es posible que los líderes europeos hayan sellado un acuerdo para ejecutar expulsiones en bloque de demandantes de asilo? ¿Cómo es posible que se pueda siquiera plantear retorcer la legalidad de esta forma en una comunidad de derecho como la europea? ¿Cómo es posible socavar de esta manera los propios principios fundacionales de la Unión? ¿Quién va a proteger al proyecto europeo de los riesgos y amenazas de los populismos cuando sus propios líderes vulneran normas elementales del derecho internacional dando carnaza a aquellos?

Puede que Grecia no acabe convertida “en un campo de almas perdidas”, como dijo Tusk en esa infame rueda de prensa. Desde luego, no puede decirse lo mismo del Consejo Europeo: ha perdido su alma humanitaria y su alma europea, la convicción en un destino común y compartido, los dos fundamentos de esa Unión cada vez más estrecha vilipendiada por Tusk y tantos como él.

Lo único cada vez más estrecho en esta Europa es el camino al que están condenando al proyecto europeo dirigentes sin altura de miras.

P.D.: Que Rajoy haya rehusado comparecer en el Congreso para dar cuenta del acuerdo alcanzado con Turquía da la medida del personaje. No es una cuestión de legalidad, sino de principios democráticos y de respeto a los representantes de los ciudadanos y a los ciudadanos mismos.

José Blanco

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