Carmen Martínez Ten, Nuria Varela y Laura Nuño han descrito este miércoles, en el Desayuno Estrella, el panorama al que nos enfrentamos las mujeres. El lunes, lo hacía un informe de Comisiones Obreras.
Miles de mujeres lo han denunciado en las manifestaciones de ayer. En viramundeando.blogspot.com, Lidia Fernández, del Observatorio de Género de la URJC, da cuenta del Informe sobre la Brecha de Género, del Foro Económico Mundial, en el que informa que España ha pasado del puesto once en situación de igualdad, en 2006, al veinticinco (pasando por el veintinueve en 2014).
Muchos otros testimonios podrían citarse. Lo evidente es que la crisis ha hecho estragos. No solo se han puesto de relieve decenas de brechas de género que la fábula de la burbuja estaba ocultando; también, se desvela la amplia red de trampas que se iba imponiendo sobre el régimen de igualdad formal.
La primera trampa, sin duda, es la del mercado de trabajo. Desigualdad laboral y desigualdad salarial de la que se deducen no pocas consecuencias. Puede observarse ese despreciado marketing rosa que aquí denunciamos una vez por el que los productos femeninos son más caros que los de los hombres. Más grave es que la desigualdad salarial se traduce en desigualdad de consumo.
Hace dos días el CIS publicaba el índice de confianza del Consumidor: no solo demuestra que las mujeres, a pesar del estereotipo, compramos menos que los hombres. Demuestra que no podemos: para comprar, nosotras debemos endeudarnos, ellos pueden tirar de sus ahorros. El número de mujeres que cree que en el futuro les irá peor es cinco puntos superior al de los hombres. Esto es así, porque es evidente que en el mercado de trabajo les irá peor.
En ese mercado, en nuestras actividades cotidianas percibimos, con escándalo, como profesiones donde las mujeres son mayoría son gobernadas por hombres. Juzgados, Hospitales y Universidades cierran a las mujeres los círculos de poder para evitar que irrumpan con la misma fuerza que lo han hecho en sus profesiones. Las empresas cierran sus Consejos a la presencia de mujeres y gestoras.
Nosotras, las mujeres somos las que debemos renunciar o aplazar nuestras carreras, adoptar una posición secundaria y, si hace falta, echarse a un lado, como ahora se dice. Siglos llevamos echándonos a un lado.
Padecemos la violencia; la vigilancia de padres y madres. Sufren las niñas esa incomprensible discriminación del color o del juguete. Se transforma nuestro derecho a llorar en debilidad y nuestra biología en incapacidad.
Nosotras, las mujeres somos las que debemos renunciar o aplazar nuestras carreras, adoptar una posición secundaria y, si hace falta, echarse a un lado
Se buscan guapas refugiadas para ocupar la primera página de un periódico llevando a las últimas a las madres andrajosas que sufren por ellas y sus hijos. Soportamos infames criterios publicitarios por el plano seguimiento que el mercado hace de los análisis sociológicos.
El avance formal de la igualdad ha sido lento pero el avance real esta siendo desesperadamente aplazado.
Es normal que las mujeres nos declaremos insumisas a estas miles de trampas y violencias a las que nos somete una vida cotidiana que ha sido diseñada, por siglos, sin nosotras. No es esta desobediencia la cultura social mayoritaria agresiva; no se pronuncia contra nadie: se convoca a favor de una mayoría.
Sin la igualdad de las mujeres –laboral, salarial, comunicacional o social,…- no solo no existirá Estado de Bienestar, no existirá democracia.
No clamamos contra nadie; gritamos por nuestros derechos. Y debemos hacerlo juntas, solidarias, embarcadas en el mismo viaje. Solo nuestra fuerza colectiva será oída por una sociedad demasiado acostumbrada a ponernos trampas.
Ha sido 8 de Marzo. Día internacional de las Mujeres no deja de ser una trampa que se nos felicite como si fuera nuestra onomástica. No; ha sido día de reivindicar que decimos NO a esas miles de trampas que nos alejan de la igualdad.
Libertad Martínez