jueves, abril 25, 2024
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La cortesía parlamentaria

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Aunque parezca mentira a estas alturas, conviene recordar que la soberanía reside en el pueblo y que se expresa, mediante el voto de los ciudadanos, a través del Parlamento. Los diputados reunidos en el Congreso representan a la totalidad de los españoles y no sólo a quienes han votado por su lista. De ahí la dignidad inherente a sus funciones y el respeto con el que deben ejercer sus actividades parlamentarias. Resultan esenciales tanto el fondo como las formas con las que ejercen esas funciones, que son las que explican y justifican, entre otras muchas, ese tratamiento de Señoría con el que los diputados deben mutuamente tratarse en sede parlamentaria.

Muy mal debemos estar cuando en sesión plenaria el presidente del Congreso se dirige a uno de los diputados tuteándole y éste, para más señas en mangas de camisa, le responde llamándole Patxi. Recuerdo que hace no tantos años, un amigo abogado fue recriminado en estrados –donde también los abogados reciben el tratamiento de Señoría– al observar la juez que no era negra la corbata del señor letrado. Corrió mi amigo a cambiarse y al regresar, lógicamente, solicitó suspender la sesión hasta que también la juez luciera corbata rigurosamente negra.

Son formas que pueden parecer antiguas y pasadas de moda pero que, al mismo tiempo, no pierden un ápice de su vigencia. Recordemos también que el presidente Azaña, en agosto de 1936, anotó aquello de “Nous sommes ici dans une ambiance…” Tenía que recibir las cartas credenciales de Marcel Rosenberg, primer embajador de la Unión Soviética ante la República Española. La ceremonia estaba prevista en el Palacio de Oriente. El coche del embajador fue escoltado desde el hotel Palace por un destacamento de caballería en uniforme de gran gala. Con su chaqué impecable y las insignias propias de la presidencia, Azaña se quedó estupefacto al verle entrar en el antiguo salón del trono. Se negó a recibir las cartas credenciales de un embajador –que Stalin ejecutaría al año siguiente– vestido con mono azul y pistola a cada lado.

Uno no pide, ni mucho menos, que la oratoria de los actuales diputados tenga el nivel mítico de los de antaño, pero sí quiere recordar una vez más que las formas, al igual que los símbolos, son esenciales en aquellas instituciones que representan a todos y cada uno de los españoles. El tuteo, las mangas de camisa y esos gestos desmesurados e innecesarios a los que algunos parecen tan aficionados no deberían verse nunca, ni en el hemiciclo del Parlamento, ni en los despachos con el Jefe del Estado.

Ignacio Vázquez Moliní

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