La política española se parece mucho en estos momentos, en la hora de formar gobierno por parte de algunos partidos políticos, a los cortejos de apareamiento que realizan los pavos reales. Estas aves se hinchan el pecho, despliegan sus preciosas plumas y emiten sonidos para llamar la atención de sus parejas a las que pretenden beneficiarse.
El líder socialista, Pedro Sánchez, y el de Ciudadanos, Albert Rivera, han desplegado sus plumas de colores y han repicado las campanas del acuerdo osándose Pedro Sánchez a hablar de acuerdo histórico (sic), y vendiendo a la opinión pública un programa reformista y progresista del que según ellos, nadie del resto de partidos políticos se debería oponer debido a las bondanzas de lo acordado.
Realmente si algo ha habido histórico en estos últimos tiempos en la política de nuestro país, ha sido el resultado del PSOE en las últimas Elecciones Generales. En ellas, como todos sabemos, rompió la barrera del descenso, sumergiendo el señor Sánchez en el peor resultado para su partido en la actual democracia española.
Pero en política, por encima de los cortejos de apareamientos, de los acuerdos firmados por los contrayentes y de las horas despachadas en reuniones por las ejecutivas del aspirante con su socio en primera estancia, está la aritmética de los números. Y esos números dicen que de ninguna manera pueden llegar a alcanzar una mayoría y gobernar España socialistas y Ciudadanos. Por eso ahora Pedro Sánchez, escondido entre bambalinas, envía a su presa Albert Rivera, a la búsqueda de la abstención del Partido Popular, de ese partido al que Sánchez humilló desde el primer momento diciéndole que no había nada que hablar y pactar con ellos teniendo el respaldo de más de siete millones de españoles y habiendo sido el vencedor de las Elecciones Generales, sacándole además al PSOE más de treinta escaños de diferencia. Y no sólo se quedó Sánchez en las declaraciones sino que cuando se reunió con Rajoy se sentó y le dijo de primeras, «no tengo nada que hablar contigo ni con tu partido», a lo cual el Presidente Rajoy le agradeció la visita y le dijo vamos a hacer un poco de tiempo para no dar el espectáculo de haber terminado la reunión en treinta y dos segundos. Pero resulta que del no tajante a dialogar, a hablar, a pasar propuestas en papeles, ahora se le exige al Partido Popular política de estado por parte de los contrayentes.
Hay una fórmula que no está descabellada, y solucionaría todos los problemas, que esos actuales contrayentes gobiernen con el partido que ha ganado las elecciones, se vote a Rajoy para presidente y Sánchez y Rivera sean vicepresidentes de un Gobierno de coalición al estilo europeo que dé estabilidad y reformas a nuestra nación.
Esos números dicen que de ninguna manera pueden llegar a alcanzar una mayoría y gobernar España socialistas y Ciudadanos
Pero como entre pillos anda el juego y les preocupa más el resultado de desbancar al rival político que el bienestar del país, el resultado está ya servido. Perderá Sánchez su investidura inicial, dirá que lo ha intentado, que no ha prosperado porque el PP no ha querido, y abandonará a su presa Ciudadanos para echarse en brazos de Podemos, a quien cortejará en el plazo de los tres días siguientes que tiene entre votación y votación de la investidura. Y si no le sale bien la jugada a corto plazo, entonces desplegará hasta el cinco de mayo porque es la fecha en la que se deben convocar las elecciones, un nuevo plumaje del color del Frente Popular para gobernar España con esa patulea financiada por Venezuela e Irán.
A Pedro Sánchez le da igual España, lo único que pretende es conseguir de cualquier modo la presidencia de España, aunque sea de modo breve, pero que le otorgue en el futuro tarjetas de visita de expresidente del gobierno, y de paso que no le echen los suyos de la dirección del Partido Socialista si fracasase en su intento de gobernar.
Carlos Iturgaiz