miércoles, abril 24, 2024
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Sonrisa o mueca

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A lo largo de la pasada legislatura, el Gobierno del Partido Popular nos había acostumbrado al contradiós, ese lenguaje del absurdo según el cual las dos tazas de caldo son la mejor terapia para no tener que probar la primera. Así, se nos fue tratando de convencer de que para para proteger los derechos de los trabajadores, nada mejor que dar más poder a los empresarios; para aumentar el poder adquisitivo, lo ideal era bajar los salarios; para garantizar el acceso a la educación, lo óptimo era recortar las becas; para proteger a los dependientes, lo fetén era retirar las ayudas y para facilitar el acceso a los medicamentos, el súmmum era aumentar los copagos. Pues eso, un contradiós. Ahí están los niveles de desigualdad para atestiguarlo.

Luego apareció Podemos y prometió llamar al pan, pan; al vino, vino y a todos los demás, casta.

Fueron los tiempos de la auditoría de la deuda y de su impago; de mirarse en el espejo de Syriza; de romper candados y asaltar los cielos. Claro que luego se pasó de los círculos al núcleo irradiador, Syriza, como la deuda, se dejó de lado, la Transición volvió a ser un modelo de consenso y para llegar al cielo, mejor tocar el timbre. ¿Maduración? Tacticismo.

Pero el verdadero contradiós de Podemos estaba por llegar. No porque haya sumado nuevas incoherencias a su reciente pero no por ello menos copioso historial, como que la primera condición de un partido que se dice preocupado por el bienestar social sea un referéndum de autodeterminación en Cataluña o un partido que se dice comprometido a anteponer el programa lo primero que reclame para sentarse a negociar sean las sillas de un hipotético Consejo de Ministros. El verdadero contradiós de un partido que se define como la antítesis del PP es que este miércoles vaya a votar lo mismo que el PP para evitar un cambio de gobierno y, por tanto, de las políticas aplicadas por el PP dejando al país sin posibilidad de cambio, de gobierno y de gobierno de cambio.

El verdadero contradiós de un partido que se define como la antítesis del PP es que este miércoles vaya a votar lo mismo que el PP

Uno puede hasta comprender el enroque de Mariano Rajoy. A fin de cuentas, es a él, a su partido y a sus políticas a quien se pretende desalojar de Moncloa. Lo que uno no puede comprender es el enroque de Pablo Iglesias y Podemos.

Como tantos, me pregunto cuál es su problema con el Plan de emergencia social, la implantación del ingreso mínimo vital o la aprobación de un impuesto a los grandes patrimonios. Y qué molesta a Podemos de la supresión de la diputaciones provinciales o la bajada del IVA cultural. Me pregunto qué les importuna la derogación de la capacidad del empresario para modificar unilateralmente las condiciones de empleo o la recuperación de la ultraactividad de los convenios. O qué opone Podemos a recuperar el carácter universal de la sanidad y paralizar la ley Wert. Me pregunto igualmente qué rechazan del conjunto de medidas de regeneración democrática. Me pregunto, en suma, para qué dan oxígeno a un gobierno que dicen combatir y obstaculizan un cambio de gobierno que dicen defender.

Podemos ha tenido la oportunidad de sentarse a negociar un programa de gobierno de cambio y de progreso pero se ha negado a hacerlo, presa de su tacticismo electoral. El problema no ha sido su ensoñación de un gobierno con sus confluencias, Izquierda Unida y el apoyo y/o abstención del resto de fuerzas nacionalistas y los independentistas catalanes, una alternativa que ni siquiera lo era porque no reunía lo apoyos suficientes para salir adelante.

Ni siquiera ha sido el problema el supuesto carácter antitético de los programas de Podemos y Ciudadanos: si algo demuestra el pacto entre esta fuerza y el PSOE es capacidad de diálogo, cesión y entendimiento para impulsar un programa de gobierno reformista y progresista, como lo son el compendio de medidas enumeradas anteriormente.

El problema real de Podemos es que nunca ha querido sentarse a negociar porque siempre ha pensado en intentar corregir en unas segundas elecciones la posición que la ciudadanía les otorgó en las primeras. Esa es la única sonrisa del destino a la que aspira Pablo Iglesias. Y por buscar su sonrisa personal, va a dejar con una mueca a todo el electorado progresista que aspira a un cambio de gobierno y ve cómo Pablo Iglesias se lo hurta. Un verdadero contradiós.

José Blanco

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