jueves, marzo 28, 2024
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Del 23-F a la democracia tan insuficiente

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Con el alma de charol vinieron por los pasillos del Congreso. Al educado grito de “se sienten coño” sentaron a diputados, diputadas (pocas, por cierto) y ciudadanía a esperar cual de los golpes en marcha, desde el fino al de chiste, era el bueno.

Al final, ninguno triunfó, simplemente porque el pueblo, ahora lo llaman la gente, nunca estuvo por la labor; también porque las instituciones, aún con el secuestro de responsables y alguna que otra sombra, estuvieron en su sitio.

Cuando nos repusimos del susto supimos lo que era la transición: una permanente pelea con el reducto franquista. Qué quieren que les diga; una era una adolescente pero vivía la pasión y el compromiso político de su familia: sabíamos de que se trataba.

La democracia no se le regaló a este pueblo; no fue producto de espurios acuerdos ni de secretas castas pactando mutuos beneficios

La democracia no se le regaló a este pueblo; no fue producto de espurios acuerdos ni de secretas castas pactando mutuos beneficios. Esa historia reescrita no tiene que ver con la verdad. Lo cierto, la verdad, es que la democracia española, tan insuficiente, se ha construido con muchos sacrificios, con trabajadores y trabajadoras dejándose piel, huelgas y alguna muerte en el camino.

Pasados treinta y cinco años, aquello puede parecer una de las muchas charadas que llenan la historia española, una astracanada; pero a quienes lo vivieron les sigue pareciendo un susto.

Y, no les quepa duda, el fracaso de la intentona tiene que ver con los logros de la democracia española. De aquel susto vino la voluntad popular de pasar página que supuso el cambio de los ochenta, el final de una época de muchos esfuerzos en defensa de nuestras libertades.

Formo parte de los herederos y herederas de aquel esfuerzo. Sigo reclamando la insuficiencia y las limitaciones de nuestra legislación. Un marco legal similar al francés, al alemán, al italiano o a casi todas las regulaciones legales europeas. Pero, en contra de los novísimos y alterados gritos, no formo parte de quienes desprecian, insultan o recelan de aquellos esfuerzos.

La democracia es un reto permanente, algo que siempre es insuficiente porque siempre habrá algo que añadir a la participación, los derechos y el protagonismo político de la ciudadanía. Pero si hay algo que tiene biografía, historia, esfuerzos y compromisos que lo sostienen es la democracia.

Por muy enfadados y enfadadas que las sucesivas crisis pongan al personal, especialmente a las clases medias y sus hijos, es evidente que somos todos y todas tributarios de aquella vieja y denostada clase obrera de los sesenta y setenta, que no dejó de aspirar a un mundo mejor para sus hijos e hijas.

Si; han pasado treinta y cinco años, vivimos en democracia y aspiramos, como siempre lo hicimos, a mejorar la calidad de nuestra vida, la calidad de nuestra instituciones y la calidad de nuestra democracia.

No parece justificable hablar de segunda transición, anegando con riadas de ignorancia y desprecio a quienes hicieron la primera, que no se hizo contra castas sino contra fascistas.

Al fin y al cabo, alguien puede desnudarse en capillas o hacer títeres en la calle porque otros y otras, en las épocas de las intentonas golpistas, se desnudaban o proferían inconveniencias oponiéndose a “silencios de goma oscura y miedos de fina arena”.

Una parte no despreciable de la derecha más extrema ha intentado retorcer la historia hasta hacerla irreconocible. Negar la memoria, la igualdad ante la ley, la primacía del derecho, el laicismo, el acceso a derechos universales es negar el viejo esfuerzo por la democracia que, por cierto,  pertenece a muchas generaciones, a muchas culturas y no ha nacido hace dos días.

Hemos llegado hasta aquí con notables sufrimientos, con crisis, con el fracaso de muchas de las ilusiones que nos sacaron del oscuro pozo del franquismo. Pero en las costuras de ese camino está la vida, el esfuerzo y el compromiso de un par de generaciones.

Formo parte de quien da las gracias a los que vencieron al “tejerazo” y lo que se escondía detrás. A quienes defendieron esas “leves torres de canela” que llamamos democracia. Naturalmente, democracia insuficiente, faltaría más, pero no decepcionante.

Libertad Martínez

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