sábado, abril 20, 2024
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Syriza contra Syriza

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Este mes de enero, se celebra el primer aniversario de la llegada al poder de Tsipras y su partido Syriza en Grecia. Como regalo de aniversario, esta misma semana la Comisión Europea ha detectado gravísimas deficiencias en el control de las fronteras griegas. Las autoridades europeas han dado un plazo al gobierno de Tsipras para solucionar y corregir los errores que se están produciendo con la entrada de refugiados procedentes mayoritariamente desde Siria.

En caso de no haber una respuesta satisfactoria a estas demandas de la Comisión Europea, Grecia ha sido avisada de que perdería su condición de ser miembro del área de Schengen.

Tras un año en el poder, los podemitas griegos tienen a la ciudadanía helena en plena ebullición. Con continuas manifestaciones por una gran parte de los que habían votado a Tsipras reprochándole sus continuos incumplimientos electorales y su política de recortes, que como se ha demostrado, no sólo era monopolio de la «casta» de derechas.

Recordemos que los griegos votaron el año pasado dos veces en unas elecciones generales, y como es conocido también, las últimas elecciones celebradas en Grecia el pasado 20 de septiembre trajeron el resultado del triunfo de Syriza sin conseguir la mayoría absoluta y con menos participación electoral que en su victoria anterior de enero.

Si en Grecia hubo una constante, en toda aquella precampaña y en la propia campaña electoral de esas elecciones generales, fue que del entusiasmo de votar en las primeras elecciones del triunfo del partido hermano de Podemos, Syriza, se pasó a la amplia apatía. La mayoría de los helenos en aquellos comicios generales perdiéndose ampliamente la movilización, la fuerza y la intensidad de los debates políticos, de los mítines y de todo lo relacionado a esas elecciones en comparación con las anteriores. Por un motivo principal, el del cansancio, el hastío de la gente y desengaño de muchos que vieron que aquellos en los que habían confiado, ni cumplieron sus programas y promesas, ni dieron soluciones reales a los verdaderos problemas de la sociedad griega.

Y lo que ha quedado más que demostrado, es que de aquellas grandes manifestaciones, mítines abarrotados y encendidas tertulias políticas en cualquier esquina de las calles o ágoras griegas, se dio paso a la apatía general en el corto espacio de unas elecciones generales a otras, y al rechazo actual de las políticas populistas que están generando una gran frustración en todos los sectores griegos.

Pero cualquiera que hubiese sido el resultado de esas elecciones, lo que ya estaba predestinado es que la relación del país heleno con sus socios de la Unión Europea iba a permanecer, como se ve ahora, en una fragilidad absoluta. La confianza para con Grecia de la mayoría de los estados que conforman la Unión está cogida con alfileres, por lo que Alexis Tsipras sabía perfectamente que iba a navegar entre las aguas turbulentas de su propio país, las de su propio partido, y las de los países socios comunitarios que cada vez tienen menos paciencia. Son también cada vez más frecuentes las voces pidiendo la salida de los griegos del grupo de países de la eurozona.

Lo digo, porque el primer ministro griego sabía que tendría que lidiar desde los primeros días de su mandato con la responsabilidad de tener que generar nuevas mejoras económicas. Mejoras sujetas a los parámetros establecidos en Bruselas por los países comunitarios que no iban a ceder ni un solo milímetro en exigir al nuevo gobierno griego recortes y medidas duras e impopulares que rebajasen  la deuda pública, creasen empleo y mejorasen los datos económicos del país. Con la esperanza de que empezaran a dar frutos esas políticas como lo han hecho en España o Irlanda, y pudiesen situarse los griegos cerca de parámetros cercanos a la media de los países que integran la eurozona de la Unión.

Pero además, esos ajustes económicos tendrían que llegar a la vez con una Grecia que debiese encarar políticas que resolviesen el incesante flujo de refugiados. Los griegos deben dar respuesta a la llegada al país heleno como al este de Europa en los últimos meses y que desbordan como todas las previsiones.

Hoy, la realidad es que Tsipras y Syriza están desbordados por los conflictos que ellos mismos han originado en muchos casos y son incapaces de solucionar los problemas económicos, sociales y migratorios de Grecia.

Me da la sensación que las dos elecciones generales griegas sólo sirvieron para intentar dar respuestas a la crisis interna que tienen los dirigentes de Syriza. Con desmembramiento del partido y huida de los más radicales, como el antiguo ministro de economía Varoufakis. La actual Syriza se ha convertido en una especie de extremísimos radicales dentro de la extrema radicalidad que llevará a la propia Syriza, a pesar de seguir gobernando débilmente, a nuevos debates internos y encrucijadas que pueden seguir minando al partido político gobernante en una especie de Syryza contra Syriza. Lamentablemente y de ninguna manera servirá para dar soluciones a los aguciantes problemas que tienen los ciudadanos griegos.

Decía una portavoz del partido, la noche de proclamarse vencedor, que no había nada que celebrar, y tenía toda la razón, ya que si los griegos insistieron en que siguiese gobernando Tsipras y Syriza rayando el masoquismo, hubo muchos dirigentes europeos que lo entendieron como una provocación o como un suicidio político colectivo griego.

Lo cierto es que la tragedia griega clásica no se desprende de Grecia ni en los tiempos modernos, y lo cierto es que en España la copia de Syriza llamada Podemos amenaza con gobernarnos y calcar en España la tragedia griega de los podemitas helenos.

Carlos Iturgaiz

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