miércoles, abril 24, 2024
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Manuela, de Madrid al infierno

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Después de un puñado de columnas publicadas en este amable medio, Estrella Digital, me he dado cuenta de que no he dedicado ninguna de ellas a Madrid, Capital del reino, mi querida ciudad, ni a su alcaldesa, Manuela Carmena. Así las cosas, voy a remediar esta indeseable carencia escribiendo esta crónica, que ya desde el título intenta evocar, mediante un dicho, los sabores de la Villa, si bien de manera trastocada y a mi modo, que para eso soy el escribiente.

Pues bien, quizá uno de los refranes más populares y madrileños es el que dice que “De Madrid, al cielo”, leyenda que hoy puede leerse cuando pasas por debajo del puente peatonal que une el Parque de Roma con Moratalaz. Los orígenes de esta reiteradísima frase no son nada claros. Algunos la sitúan a finales del siglo XVIII, como expresión de las profundas reformas urbanísticas que Carlos III, conocido popularmente como el mejor alcalde de Madrid, llevó a cabo en la ciudad para ennoblecerla. Con ellas, se dice que Madrid dejó de ser un pueblón castellano para convertirse en la regia capital del imperio. 

Existe otra teoría, más irracional y esotérica, que señala que en la Casa de Campo, en el Cerro Garabitas, cada noche se juntan las almas de los muertos madrileños y desde allí suben al cielo. 

No obstante lo dicho, la tesis más fiable y acertada atribuye el refrán a Luis Quiñones de Benavente, dramaturgo del Siglo de Oro español quien, en su obra «Baile del invierno y del verano», escribió estos sencillos y desconocidos versos: «Pues el invierno y el verano,/ en Madrid solo son buenos,/ desde la cuna a Madrid,/ y desde Madrid al Cielo».

La alcaldesa, Manuela Carmena, nació en Madrid el 9 de febrero de 1944. Su trayectoria profesional es extensa, aunque sus vinculaciones políticas no lo sean tanto, pues siempre estuvieron próximas al comunismo ideológico y práctico. Licenciada en Derecho en 1965, ese mismo año ingresó en el Partido Comunista de España. Fue cofundadora del despacho laboralista de Atocha en el que se produjo la matanza del 77. En enero de 1981 y tras abandonar la filas del PCE, comenzó su carrera en la judicatura. Fue juez de vigilancia penitenciaria y decana de Madrid, y 1996 fue nombrada vocal del Consejo General del Poder Judicial a propuesta de Izquierda Unida. 

Su trayectoria profesional es extensa, aunque sus vinculaciones políticas no lo sean tanto, pues siempre estuvieron próximas al comunismo ideológico y práctico

Tan solo tres días después de llegar a la alcaldía, ya jubilada, propuso entregar la limpieza de los colegios a “cooperativas de madres” cuyos hijos recibieran clases en dichos centros y acabar así con los contratos integrales. Inmediatamente saltaron los partidos de la oposición, señalando que la propuesta era absolutamente machista. La regidora rectificó y dijo que los nuevos limpiadores serían los padres y las madres. Ante esto, los sindicatos de las contratas del sector mostraron su total disgusto, pues los trabajadores veían peligrar sus puestos de trabajo. Manuela acabó confesando que se trataba solo de una ocurrencia.

Más tarde y para concienciar a la infancia sobre la importancia de la limpieza, sugirió hacer un concurso entre los niños para “ver quien recoge más colillas y más papeles y darles unos premios”. La idea causó el rechazo unánime de todos. Al poco tiempo señaló que en el Barrio de Salamanca, el más caro de Madrid, iba a impulsar una red de huertos comunitarios en parcelas públicas, y la sugerencia quedó en disparate. Pasado el tiempo y volviendo a la limpieza, sugirió que quizá los estudiantes universitarios podrían ejercer de barrenderos del Campus durante unos meses.

Más allá de estas estrambóticas ideas, que la máxima edil atribuye a su feliz y prolífica imaginación, las medidas tomadas desde el Ayuntamiento para paliar los enormes problemas de limpieza de la ciudad han sido nulas. La Villa está hoy más sucia que nunca. Las basuras se acumulan en las aceras, los contenedores rebosan de suciedad y las calles acumulan millones de hojas de los árboles, lo que convierte un paseo por Madrid en una actividad de riesgo.  Pero los problemas de la capital no se agotan con la limpieza. Cientos de inmigrantes sin hogar acampan en los parques de la ciudad en condiciones infrahumanas. Hay problemas de seguridad en muchos barrios, de exceso de ruidos y de ocupación ilegal de la vía pública.  Manteros y proxenetas han tomado para sí el centro de la Villa. Y los inversionistas amagan con marcharse. La ciudad necesita algo más que ocurrencias.

Eso sí, la alcaldesa se afana en el cambio de los nombres de las calles del franquismo. No obstante y dado que se trata de cumplir la Ley de la Memoria Histórica, en vigor, Begoña Villacís, Portavoz de Ciudadanos en el Ayuntamiento de Madrid, ha propuesto que el nuevo callejero incluya los nombres de las víctimas del terrorismo, lo que me parece una iniciativa extraordinariamente acertada que, dado el coste que va a tener la implementación de la ley, permite al menos rendir tributo y homenaje a los verdaderos mártires de la democracia, a esos hombres y mujeres caídos en manos de la barbarie terrorista, auténticos héroes silenciosos de nuestro tiempo.

La actual alcaldesa de la Villa no lleva camino de ir desde Madrid al cielo, sino al infierno político pues, después de ocho meses de gestión al frente del consistorio, no ha podido cumplir ninguna de sus promesas o, mejor dicho, de sus imaginativas y disparatadas sugerencias u ocurrencias. 

Ignacio Perelló

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