martes, abril 23, 2024
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Quo vadis, Alemania?

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Un buen amigo me contó que el verano pasado, durante una visita turística con la familia a la ciudad de Friburgo, sufrió el desprecio de una mujer alemana encargada de la atención a los viajeros en la principal estación de ferrocarriles.

Dice mi amigo que aquella señora, con una sonrisa y un punto de sobrada altivez en el rostro, se las ingenió para no despejar sus dudas y para despistarlo aún más, mediante el método de contestar con dos o tres preguntas que no venían a cuento a cada una de las cuestiones que él planteó. Cansado de que le tomaran el pelo, mi amigo, que sólo quería saber desde dónde salían los trenes para Titisee, dio las gracias y se marchó. “No me extraña que en Alemania haya tanto amargado, porque siempre pierden todas las guerras”, me decía tras contarme lo ocurrido.

Me acuerdo de esa anécdota estos días porque Alemania vuelve a ser noticia debido a la actividad de sus ejércitos en territorio ajeno. El Gobierno de Angela Merkel acaba de aprobar el envío de 2.000 soldados al exterior, en el que será su mayor despliegue desde la Segunda Guerra Mundial.

Que nadie se alarme. Que Alemania movilice a sus tropas no significa esta vez que Francia o Rusia vayan a ser atacadas. Sin embargo, el inminente envío a Siria e Irak de 1.250 soldados, un buque de guerra, aviones espía y drones para combatir al Estado Islámico y el despliegue de 650 efectivos en Malí sugieren que, tras muchos años de vacilaciones y complejos, Alemania ha decidido situar su poderío militar en el centro de su política exterior.

Alemania no hace nada que no hayan hecho antes otros países. Enviar tropas a las zonas donde se dirime el destino del mundo es una táctica utilizada por casi todas las democracias –incluida España, desde la década de los ochenta del siglo pasado- para ganar prestigio y peso específico en la arena internacional. Además, el Gobierno germano no ha hecho otra cosa que responder a una petición de ayuda de Francia, país traumatizado por los crueles atentados perpetrados el 13 de noviembre en París.

Enviar tropas a las zonas donde se dirime el destino del mundo es una táctica utilizada por casi todas las democracias– incluida España, desde la década de los ochenta del siglo pasado- para ganar prestigio y peso específico en la arena internacional.

Me llama la atención, sin embargo, la determinación con que Alemania se ha lanzado a la tarea de combatir al enemigo sobre el terreno.

Por ser un pueblo que causó y perdió dos guerras mundiales, los germanos habían mostrado desde la posguerra un perfil muy bajo en materia de Defensa. Bastante ocupados estaban con liderar la economía europea y utilizar a la UE y al BCE para crear un mercado único a la medida de su sector exportador. A veces –como en esta crisis- incluso mediante la intervención directa en la política económica de algunos países socios o la imposición de programas de austeridad durísimos, que le granjearon la hostilidad de muchos ciudadanos del sur del continente.

Aquella dinámica generada en la posguerra que otorgaba a Alemania el liderazgo económico de Europa y reservaba a Francia el privilegio de comandar la acción política parece haber cambiado en el último año. Como si Merkel hubiera decidido que ha llegado el momento de dar un paso al frente y ganar para su país un peso internacional acorde con su papel de locomotora económica. Quedó claro hace unos meses, cuando la canciller asumió el papel de actor político global y se implicó a fondo junto al presidente francés, François Hollande, en el liderazgo de la estrategia europea (y estadounidense) para frenar a Vladimir Putin en Ucrania.

La importancia de que Alemania envíe ahora dos mil soldados al exterior supera el terreno simbólico. Como explican en privado muchos generales, las operaciones multinacionales no sólo permiten a los políticos sentarse en reuniones importantes. Para los ejércitos suponen una oportunidad de oro para probar armamento nuevo, verificar capacidades y medir si están listos para afrontar las dificultades –logísticas y de toda índole- que entraña sostener a un contingente en armas a miles de kilómetros de casa. Se trata, en muchos casos, de ensayos que aportan enseñanzas muy valiosas para el día en que estalle una guerra de verdad.

¿A dónde va pues Alemania con sus soldados, buques, aviones y drones? ¿Debe Europa temer el resurgir de la llamada ‘cuestión alemana’? Esta nueva Alemania, potente en lo económico y ahora también en lo político ¿seguirá fiel al proyecto europeo o volverá históricamente a las andadas e irá a lo suyo? Mi amigo, que tuvo que ingeniárselas solo para llegar hasta Titisee sin la cooperación de los ferrocarriles germanos, no lo tiene claro. Se conforma con no estar en el mismo bando que los alemanes el día que estalle la Tercera Guerra Mundial.

César Calvar

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