viernes, marzo 29, 2024
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Francia en guerra

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El Papa considera el ataque terrorista del Califato islámico a París como parte de una tercera guerra mundial. Hollande, habla de guerra contra el terrorismo como lo hizo en su día Bush (hijo). Tres personas ideológicamente diferentes. Se entiende que con ataques con tantas víctimas como el reciente de París o los que tuvieron lugar en Nueva York en 2001, en Madrid en 2004, en Londres en 2005 o esta semana pasada en Bamako, se esté ante una dimensión que atenta a la estabilidad interior de un país.

Esta terminología no está, sin embargo, generalizada. Muchos entienden que el enfrentamiento contra los terroristas es cuestión policial. España sufrió varias décadas de terrorismo etarra pero solo involucró a fuerzas policiales y de la Guardia Civil. Tras cuarenta años de dictadura militar no era oportuno un sesgo militar en esta lucha. Cuando la independencia de Argelia, y su guerra previa, Francia sufrió muchos atentados a cargo de la OAS, unos terroristas franceses de extrema derecha nostálgicos del imperio galo en desbandada. Alemania e Italia padecieron un terrorismo de extrema izquierda. Ninguno entendió que estaba ante una guerra. Eran terrorismos nacionales. Encuadrarlos como guerras hubiera significado considerarlas unas guerras civiles y no era el caso.

En momentos álgidos de alerta terrorista los países democráticos recurren complementariamente a medios militares: protección de edificios, patrullas, acotamiento de perímetros. Contra el narcotráfico y el crimen organizado también se aprovechan medios militares para tareas de vigilancia de fronteras y espacios aéreos o marítimos. La afirmación del Primer Ministro francés de que hay riesgo de utilización de armas químicas y bacteriológicas por parte terrorista solo puede reforzar el recurso a las Fuerzas Armadas, mejor equipadas para esto último.

No sería de recibo dejar a Francia en la estacada

Los atentados yihadistas ordenados y alentados desde el extranjero aprovechando territorios controlados, Al Queda en Afganistán y el Califato en partes de Siria e Irak, aunque sus ejecutores puedan tener nacionalidades europeas y de otros países occidentales, provocaron el giro de oponerse al terrorismo con medios militares también en esos territorios.

La lucha contra el terrorismo no debería sucumbir ante una duda eventualmente semántica. Esa lucha es una tarea del Estado y éste debe emplear los medios disponibles en el marco de la ley, interna e internacional. Francia y los franceses, que poseen un profundo sentido del Estado, lo tienen claro. Su Presidente ha propuesto modificar algunos aspectos de su Constitución para reforzar la capacidad de intervenir preventivamente contra el terrorismo. Será importante mantener las garantías jurídicas aunque sea a posteriori de actuaciones específicas.

En el marco comunitario Francia ha recurrido al artículo 42,7 del Tratado de la UE en lugar de apelar al artículo 222 del Tratado de Funcionamiento de la UE, además de alegar, en el ámbito internacional, el artículo 51 de la Carta de la ONU (legítima defensa). Frente al 222 que apela a acciones colectivas de la UE, cuya defensa está aún en ciernes, el 42,7 (que establece en su último párrafo que la OTAN “sigue siendo el fundamento de su defensa colectiva” para sus miembros de la UE) permite a Paris controlar su respuesta militar al Califato pidiendo a sus socios bilateralmente solo ayuda, militar o de otra naturaleza, y no, por ahora, una acción colectiva. No sería de recibo dejar a Francia en la estacada. Si los socios de la UE no responden apropiadamente será negativo para el futuro de una Defensa Europea. España deberá materializar una solidaridad imprescindible con nuestro vecino con quien llevamos años compartiendo operaciones antiterroristas.

Es improbable que Francia quiera recurrir al artículo V de la OTAN

El Consejo de Seguridad de la ONU ha autorizado por unanimidad “todas las medidas necesarias” contra el Califato pero sin invocar el Capítulo VII de la Carta para justificar el uso de la fuerza lo que, probablemente, habrá facilitado, estéticamente, el voto favorable de Moscú que pretende que en Libia los occidentales se pasaron. Ahora bien, nadie quiere poner tropas sobre el terreno, como ya lo viene indicando Obama. Eso debieran de hacerlo los países árabes concernidos y la Liga Árabe, si es que son capaces. Sin ocupación del terreno es imposible desalojar a un enemigo.

Es improbable que Francia quiera recurrir al artículo V de la OTAN a pesar de que éste se invocó tras el 11-S como demostración de solidaridad con los EEUU aunque con escasos efectos prácticos. Además, Francia ya coordina sus operaciones aéreas contra el Califato con los EEUU y con Rusia, valedora de Asad y que, tras comprobar que un avión suyo civil se estrelló por bomba terrorista en el Sinaí, parece estar bombardeando más decididamente al Califato.

Estas acciones militares son puntuales pero las de fondo son políticas. Es de esperar que un acercamiento sobre Siria entre Moscú y Paris, muy enfrentados sobre la supervivencia política de Asad, permita empezar a resolver el nudo gordiano de Siria, una de las llaves, pero no la única, para pacificar el Oriente Medio.

 

Carlos Miranda

Embajador de España

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