miércoles, abril 24, 2024
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Tres poetas portugueses

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Es muy loable esa labor, muchas veces callada y poco reconocida, aunque en ocasiones sea llevada a cabo con el aplauso y el apoyo de las instituciones culturales, con la que muchos poetas españoles, gracias a su propio esfuerzo y dedicación, consiguen que la hermosa poesía portuguesa del siglo XX sea conocida, admirada y seguida muy de cerca en toda España.

Entre las muchas voces que en este ámbito uno podría mencionar, merece destacar muy especialmente la de tres grandes poetas contemporáneos. Uno es andaluz, Manuel Moya, otro, extremeño, Luis Marina, y el tercero, Miguel Losada, gallego.

Los tres han traducido con dedicación, visión poética y auténtico amor a las palabras, muchos de los mejores poetas portugueses. Si hubiera que citar sólo algunas obras, uno recordaría muy especialmente las traducciones, de El libro del Desasosiego, de Fernando Pessoa, magníficamente conseguida por Manuel Moya, El Encantamiento, de Alberto de Lacerda, impecable versión gracias a la meticulosidad de Luis Marina, y Blancura, de Eugenio de Andrade, vertido con maestría por Miguel Losada a un elegante y refinado castellano.

Se caracterizan estos tres poetas, además, por una actividad casi frenética para conseguir que la poesía portuguesa sea cada vez más conocida en nuestro país. Así, Manuel Moya lleva innumerables años dedicado a organizar, fomentar y difundir encuentros de poetas de ambos lados de la raya, en la zona del Algarve y de Huelva. Lo mismo podríamos decir de Luis Marina, cuya labor como diplomático en Lisboa le permitió participar en infinidad de actividades similares, tanto en Portugal como en su tierra, Extremadura, completadas todavía hoy con las que desarrolla en la capital de España. Por su parte, Miguel Losada, acrisolada figura y pilar indispensable del Ateneo de Madrid, lleva una vida dedicado, desde tan meritoria y singular institución, a dar a conocer las joyas de la poesía portuguesa a las nuevas generaciones de poetas españoles.

A propósito de Lacerda, recuerda Luis Marina, que el poeta “valoró la amistad como una de las manifestaciones de lo divino en el mundo, y no, por cierto, la menor”. Por su parte, Manuel Moya sabe que “El Libro del Desasosiego necesita y a veces hasta obliga a que cada lector trace su propio camino, construya su propio libro«, a lo que Miguel Losada, admirador sin límites de Andrade, podría responder que, tal vez lo importante sea “despertar, ser en la mañana de abril la blancura de este cerezo, arder desde las hojas hasta la raíz, dar versos o florecer”. Todos ellos, junto con otros muchos, entre los que destaca Nuno Júdice, constituyen un caudal poético de una riqueza incomparable, que convierte a Portugal en un espejo en el que se reconocen hoy los jóvenes poetas españoles.

Ignacio Vázquez Moliní

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