martes, abril 23, 2024
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El hombre del saco

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Como un superhéroe que se tira de las solapas hacia arriba para volar, Cristiano precipita cualquier momento, da igual lo insustancial que sea, y lo convierte en un diálogo paroxístico contra una pared: la portería. Esa es ya la historia de su carrera. Karim maúlla y aparece junto a la jugada, a veces de ninguna parte, como en el minuto 15, que lo vieron en la línea de cal donde hizo un regate con la suavidad del arcoíris y le dio un pase traslúcido a Ronaldo, que disparó mal, raquítico y al bulto y volvió a generar con su aspaviento, energía suficiente para poner en marcha la ciudad de los gitanos.

Hay una mística en el fútbol que dice que los grandes aprovechan sus ocasiones. Un poco como en la vida, donde se abre la brecha en el muro de la mañana y hay un listo, al que llamarán héroe, que se cuela donde el resto quedan inmóviles, aterrorizados ante la posibilidad de la victoria. En Cristiano no hay nada sagrado, ni es capaz de sanar a los muertos salvo en momentos triviales, como si un actor diese lo mejor de sí mismo en los probadores del corte inglés. Esa obsesión por hacer de cada minuto un punto y final, dispersa sus energías, le quita peso a sus remates (siempre vendrá el siguiente) y convierte al Madrid en un paisaje deshilachado.

Sin duda Benítez es un sabio, incluso dicen que se comió una ballena para así saber de qué estaba hecho el mar. «La armonía invisible es mayor que la visible», sentencia que bien pudo ser dicha por él, un martes por la tarde mientras sus jugadores se acariciaban en una triangulación. Al equipo no hay manera de encontrarle automatismos ni rasgos de estilo, pero llegar hasta el área madridista se ha vuelto un asunto intrincado, y en todo caso, los contrarios siempre son tratados como forasteros, hozan en los peores lugares y con la incomodidad encima. 

Era un partido sin apenas dialéctica y con el melodrama amortiguado después de la marcha del niño bobo. La esperanza estaba en Cristiano y su lucha contra los escaparates. Luego, están los detalles: ver engordar la estructura, observar el crecimiento de los muchachos, contar los números que se transparentan en el césped. Había un Kovasic y ningún Modric. Casimiro de mediocentro y Kroos de interior, lo que significa que su deber es descolgarse y el del brasileño (rebote&choque) hacer de ancla. Funcionó el sistema como contención, y los suecos, de una cultura que desconoce el engaño y la ambigüedad, sólo crearon una ocasión con centro y remate del S. XIX, tan difícil de defender para una defensa del S.XXI.

El ataque blanco estuvo sumergido durante largas fases del encuentro, con Carvajal como punta de lanza de juguete que se dedicó a embestir y perder balones como si luego no costara ganarlos. Después de un rato de suavidad irreal del Madrid, el Malmoe dio un par de zancadas para alcanzar la playa merengue. Inmediatamente, Kovasic activó una contra hacia el que le pilló más cerca, que fue Isco, magnetizado en el centro y que soltó con presteza el balón hacia Cristiano. La bola pasó entre las piernas del defensor y eso siempre es señal de empresa mayor. Ronaldo corrió ligero hacia la portería contraria y disparó seco, en carrera, tumbando al portero con una facilidad misteriosa, como si viniese de dos años atrás cuando provocaba cataclismos con su velocidad y el rayo que ahora tiene guardado en una cajita.

En la segunda parte salió Modric y le llovió el balón sin que nadie emitiera queja ninguna. Cosió las dos partes del campo y comenzó a emitir en la misma onda que Ronaldo, que andaba deshaciéndolo todo por su cuenta. La grada cantaba, yéndose más allá del juego, cuando el portugués pisó un balón y lo embocó a gol. Fue su voluntad y el manejo del espacio, que le obedece como si lo hubiera sometido a perpetuidad. Lucas y Cherichev salieron a ganarse el pan y demostraron ser rápidos y afables. Chicos castrados sin imaginación, la clase media que sostiene al mundo civilizado y que busca la fiereza del Real Madrid para que no se los lleve el día al asomarse por la ventana.

Malmoe, 0 – Real Madrid, 2

Malmoe: Wiland; Tinnerholm, Arnason, Bengtsson, Yotún; Berget, Adu, Lewicki, Rodic (Eikrem, m. 67); Djurdjic (Carvalho, m. 81) y Rosenberg. No utilizados: Andersson, Rakip, Mehmeti, Sana, Vindheim.

Real Madrid: Navas; Carvajal, Varane, Nacho, Arbeloa; Kroos, Casemiro, Kovacic (Vázquez, m. 73); Isco (Cheryshev, m. 83), Benzema (Modric, m. 67) y Ronaldo. No utilizados: Casilla, Marcelo, Jesé, Mayoral.

Goles: 0-1. M. 29. Ronaldo. 0-2. M. 90. Ronaldo.

Arbitro: Cüneyt Çakir. Amonestó a Rosenberg, Berget, Kovacic, Casemiro, Isco. Expulsó a Yotún por doble amarilla (m. 78).

Nya Malmoe Stadion. 21.000 espectadores rubios como la cerveza.

Ángel del Riego

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