Es de lo que más hablan estos días los políticos, del cinturón rojo. No se trata de una cuestión estilística, el complemento de moda del otoño invierno que ya tenemos encima, sino de las poblaciones de la llamada área metropolitana de Barcelona. Casi un millón y medio de votantes que tradicionalmente se han inclinado por el PSC y que en los últimos años no le hicieron ascos al PP, desencantados por la ambigüedad en la que se movían los socialistas, cuyo partido trata de recuperarse de los sucesivos abandonos de dirigentes relevantes.
Ese llamado cinturón rojo se moviliza poco en las autonómicas y mucho en las generales, y ahora buscan también su voto Ciudadanos y Podemos, que abominan del independentismo. Aunque la credibilidad de Pablo Iglesias en ese terreno poco tiene que ver con la de Albert Rivera, todo sea dicho.
Los candidatos y líderes nacionales de los cuatro partidos se están dejando la piel en esa área barcelonesa, y algo también en el área metropolitana de Tarragona, de perfil parecido. Nada tienen que hacer sin embargo en Gerona y Lérida, donde el independentismo campa por sus respetos y nadie tose a la lista de Just pel Sí. Lista en la que se ha recibido con inquietud el apoyo de Miguel Roca a Unió, aunque sigue militando en Convergencia. Pero el padre –uno de los padres- de la Constitución ha declarado que no se siente identificado con la deriva independentista de Artur Mas.
Desde el entorno del presidente, perversos ellos, filtran que Roca –que tiene gran prestigio en sectores catalanes influyentes- ha movido ficha porque teme que la independencia pueda afectar a la importante clientela nacional e internacional de su bufete. Nacional por española. Roca también tiene despacho en Madrid, susurran malévolamente además de perversamente. Cuando se escuchan esos comentarios, se comprende que sean tantos los catalanes no independentistas que no se atrevan a decir en voz alta que se sienten catalanes hasta la médula y también españoles hasta la médula. Por eso es tan complicado acertar en los sondeos.
Es importante el movimiento que se advierte en el mundo económico empresarial, aunque el espectáculo del Círculo de Empresarios, con polémica y encontronazos de última hora, no ha resultado muy edificante. Es relevante también el manifiesto firmado en Burgos por las cámaras de comercio provinciales, con un mensaje de solidaridad hacia las cámaras catalanas pero recordándoles que es obligado cumplir la legalidad.
Relevante entre otras razones porque el pequeño y mediano comerciante catalán, el “botiguer”, se mueve en las cercanías del independentismo. Y no siempre por una cuestión de ideología, sino porque convertirse en adversarios de la Generalitat les llena de inseguridad. El mensaje de que el comercio necesita al resto de España y a Europa puede hacerles pensar en cómo se plantearía su futuro en una Cataluña independiente.
Que no lo será, Rajoy está muy muy tranquilo. Cree que los independentistas no ganaran las elecciones, pero si las ganan y proclaman la independencia de forma unilateral como dice Artur Mas, el presidente tiene perfectamente diseñada la respuesta. ¿Cuál va a ser? De verdad de verdad solo lo saben 4 personas, entre las que presumiblemente se encuentran la vicepresidenta y el ministro de Justicia. Pero son muchos más, cantidad, los que hacen como que están en el secreto. Y no es cierto.
Pero eso algo habitual en los partidos, las peores fuentes son las de aquellos que sin saber nada presumen de saber todo. Estos días se advierte sobre todo en el PP, y desde algunos despachos se han dado noticias que ni de lejos se correspondían con la realidad. Por ejemplo, jamás se discutió en el comité de dirección la conveniencia de que Rajoy fuera a la boda de Javier Maroto, y tampoco es cierto que Margallo haya decidido motu propio el debate con Junqueras. Cuando le retó el líder de ERC, el ministro llamó a Albiol, al que consultó si aceptar el debate o no. Y el candidato catalán, al ver su buena disposición, le respondió que adelante con los faroles.
Pilar Cernuda