jueves, abril 18, 2024
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Los griegos, perdedores

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Al fin hubo fumata blanca. Sin salir del euro Grecia se enfrenta a tres años más de austeridad. Persiste la irreversibilidad de la moneda única, como dogma, pero la imagen europea sufre serios desperfectos. Sobre todo en el terreno de lo intangible, donde se manejan valores. O conceptos tales como confianza, solidaridad, respeto, europeísmo.

Es el pueblo griego quien se queda ahora con la palabra en la boca al descubrir que ir con el pecho lleno de orgullo y el bolsillo vacío no les llevaba a ninguna parte.

Al anunciarse el acuerdo -pendiente aún de medidas legislativas a tomar en Grecia durante las próximas setenta y dos horas-, decía este lunes el presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, que no hay vencedores y vencidos. Mentira y gorda, aunque sea lo políticamente correcto en estas circunstancias. Es claro que el Gobierno griego se ha replegado a sus posiciones anteriores al referéndum, mientras que Bruselas ha endurecido sus exigencias tras la patada al tablero con la que Tsipras dejó a los mandatarios europeos con la palabra en la boca el 29 de junio pasado. Es el pueblo griego quien se queda ahora con la palabra en la boca al descubrir que ir con el pecho lleno de orgullo y el bolsillo vacío no les llevaba a ninguna parte.

A poco objetivos que sean, los griegos han debido ver que los seis meses del Gobierno Tsipras, coincidentes con el tiempo de las negociaciones hasta ahora baldías, presentan un balance negativo. Bien puede decirse que este tiempo sólo les ha traído desgracias, pues donde antes había crecimiento ahora hay recesión, donde antes había superávit presupuestario (sin contar los intereses de la deuda) ahora hay déficit público y donde antes había estabilidad bancaria ahora hay corralito (por unas horas, pues se espera que el BCE aporte enseguida la liquidez necesaria para mantener vivos a los bancos.

En apenas diez días los griegos han pasado de su altanero «no» del referéndum al humillante «sí» del lunes por la mañana, cuando se anunció la buena nueva del acuerdo: ayuda financiera por valor de unos 50.000 millones de euros a cambio de un programa de tres años de crecimiento con superávit presupuestario. Eso incluye duros recortes en gastos por valor de unos 12.000 millones de euros (pensiones y gastos militares, entre otros) y mayores ingresos por subida de impuestos (Iva y sociedades), con promesa de afrontar una reestructuración de la deuda, que no quita, a estudiar tras un primer examen de resultados del pacto de Grecia con Bruselas.

En todo eso consiste básicamente el llamado tercer rescate de Grecia. Como novedad, probablemente la decisión más polémica. Me refiero a la creación de un fondo de activos privatizables (a modo de aval) por un valor equivalente al total de la ayuda financiera prevista (unos 50.000 millones de euros). Me temo que es el punto más humillante para los griegos. Y así lo están empezando a valorar, mientras toman nota de que ninguna de las grandes promesas electorales de Syriza se ha cumplido: se endureció la condicionalidad de la ayuda y no hubo quita de deuda ni desapareció la troika como el gran contable del futuro de Grecia.

Antonio Casado

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