viernes, abril 19, 2024
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Fronteras europeas

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La Unión Europea es una construcción complicada y singular. Muchos critican que su integración sea a trompicones e insuficiente. Antes conviene mirar en el retrovisor. Basta considerar lo que era Europa en 1957 cuando se firmaron los Tratados fundacionales de la hoy en día Unión Europea para apreciar lo mucho que se ha avanzado. Los ingleses sí que miran en el retrovisor y se asustan del camino recorrido.

Queda por hacer pero la Historia enseña que se suele progresar a golpe de crisis. La que hay ahora en la Eurozona es grave pero ha forzado el establecimiento de mecanismos para proteger y apuntalar al Euro y su zona que no parecen estar derrumbándose como consecuencia de la maniobra de Tsipras, ídolo de Pablo Iglesias, de convocar un referéndum, muy divisivo en Grecia para impresionar a sus interlocutores europeos en plena negociación para el rescate heleno.  

Es más, con su lento pero implacable tesón la UE ya está planificando de cara a 2025 para fortalecer la Unión Monetaria. Hay que establecer asimismo mejores equilibrios entre los Parlamentos nacionales y el europeo pero las naciones han de ser patrias chicas respecto del conjunto de la UE. Se está afirmando también un contorno interior en el seno de la Unión con unos países más cohesionados con frontera y moneda común que debieran arrastrarles hacia políticas económicas y fiscales cada vez más comunes.

Independientemente de que unos se apeen del tren o de que otros no se suban al mismo, ese tren avanza. Los que se queden en el apeadero tendrán cada vez menos capacidad para frenarlo. España, al igual que otros países del núcleo duro europeísta, sólo puede estar a bordo. Asentados los aspectos económico-fiscales, con proyección social, los países de la Eurozona serán cada vez más el referente interno esencial de la UE para enfocar otros temas que hagan de la misma un actor mundial más determinante.

La UE también tiene dos importantes fronteras exteriores. Al este sigue sin resolverse la cuestión ucraniana. Los diversos acuerdos de alto el fuego no se han cumplido plenamente y se mantiene la secesión del este ucraniano con la ayuda política, económica  y militar de Rusia, que no tiene interés en la superación del conflicto si es que no prefiere, incluso, la partición de Ucrania hasta el punto de aspirar a poder disponer de una continuidad geográfica con la ilegalmente anexionada Crimea a través de territorios “amigos” también arrebatados a Kiev por la fuerza.

La persistencia de esta crisis en la que el Kremlin se arroga el derecho de intervenir en países con minorías rusófonas fomenta la preocupación en otros vecinos de Rusia y el retorno de un clima de Guerra Fría alimentado por maniobras y actuaciones militares rusas provocadoras que fomentan reacciones y contramedidas inevitables.

A Putin parece interesarle el mantenimiento de una crisis que dificulta el acercamiento de Ucrania al mundo occidental. Los costes militares, económicos, políticos y de sanciones le son aún asumibles. Deben, pues, Europa y los EEUU buscar algún tipo de entendimiento que no merme el respeto al Acta Final de Helsinki violada por Rusia y que facilite la recuperación económica de Ucrania y una democracia libre de corrupción sin renunciar, al menos formalmente, a su integridad territorial.

Europa tiene al sur una inestabilidad que va desde Afganistán hasta el Atlántico. La problemática más acuciante para la Unión está ahora en Libia, Estado dividido y fallido, donde el autoproclamado Califato islámico sirio-iraquí tiene una cabeza de puente que fomenta su barbarismo y multiplica un caos que alienta la migración ilegal hacia Europa originada por pobreza y conflictos en Africa y Oriente Medio.

De nuevo los intereses europeos de seguridad están vinculados con los de los EEUU. Las soluciones no son bélicas. Son de cooperación y de asistencia pero éstas no permiten descartar acciones militares específicas que debieran estar avaladas por el Consejo de Seguridad de la ONU. Si bien a corto plazo a Rusia le puede interesar un desorden que daña a los occidentales, además de las poblaciones locales, en realidad Moscú no debiera alegrarse de las diversas desestabilizaciones en el mundo islámico, animadas por la pugna entre chiís y sunnís y el terrorismo yihadista, pues los territorios del sur de Rusia, del Cáucaso hasta China, son también vulnerables. China tiene ya el problema en casa.

La pasividad del Consejo de Seguridad por intereses contrapuestos de sus cinco miembros permanentes (China, Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Rusia) es un error que les pasará factura así como al conjunto de la Comunidad Internacional. En este contexto el posible éxito de las negociaciones de estos cinco, más Alemania y la UE, con Irán para evitar su acceso al arma nuclear demostraría que el entendimiento en favor de una estabilidad mundial es posible.

Carlos Miranda

Embajador de España

Carlos Miranda

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