viernes, abril 26, 2024
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Apología del desmarque

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Fue un partido en un tiempo raro, en un reborde de la temporada. Así se observa mejor la caída del carisma de este equipo, ya nunca más ‘la Roja’, y de nuevo con el inquietante nombre de selección española de vuelta a las agónicas fases de clasificación. España ya no es sujeto, sólo adjetivo que acompaña y que debe ser borrado por el bien común, para que el maridaje entre los talentos de todo el país sea ligero, campechano y alegre, tal y como se supone que es ahora este pueblo sin un nombre específico. Es un dominio salvaje del símbolo, justo aquí, en la tierra que más presume de realismo. Piqué recibió una pitada por ser uno de los símbolos andantes del nacionalismo catalán, y fue en león, vestigio de esa España interior que entiende su adscripción nacional de una forma ortodoxa: como un estadounidense de Oregón o un Alemán de Westfalia.

Una selección desnacionalizada que competía por el afán de sobrevivir, de jugar hasta el límite y de ganar títulos .más acá de la sensación de dar la vida por la patria que está en la palabra de otros equipos nacionales-, se ha demostrado una gran idea en España. Quizás la única posible. Lo otro es el amaneramiento del ‘me lo merezco’ de Michel, que manipulaba el vínculo emocional con la hinchada para sobrevivir en su puesto e imponer alineaciones más allá de una lógica deportiva. Sangre hidalga y algo podrida. También Francia se aligeró de patria con una generación post-colonial y acabó ganando su copa del mundo. Y en el último mundial vimos cómo Brasil, que esculpía con un himno a capela un monumento a la nación, se quebró hacia adentro paralizada por el miedo. 

El gran rondo español expulsaba las emociones y enclaustraba el juego en una perfección técnica nunca vista. Una vez que los holandeses consiguieron romper el flujo, quedaron al descubierto los huecos y la trama del equipo y era necesario reordenar las piezas para que volvieran a sonar como un equipo de fútbol y no como una orquesta con instrumentos para niños. Del Bosque no ha sido capaz. Ha tapado las ausencias con los jugadores que tenía más a mano haciendo una copia desdibujada del plan inicial. El partido contra Bielorrusia fue casi un remake de bajo presupuesto de algo muchas veces visto. Gran disposición del balón de los jugadores españoles, circulación fluida y brillante por momentos, pocas oportunidades claras hasta que los contrarios no se lanzan al ataque. Esa sería la saga original. En el remake se suma la incapacidad física del centro del campo español para competir cuando no tiene la pelota. Contrataques muy peligrosos de los rivales que no logran encauzar por falta de pericia técnica. Profusión de detalles en el ataque español que se quedan en salvas al aire, y, en este caso, la suerte que cae de parte de la roja.

Cazorla fingiendo ser Xavi y Fábregas en el papel de Iniesta eran las novedades fundamentales. El asturiano cumplió dándole espesor al rondo en tres cuartos y Cesc fue quien aclaró las posesiones españolas, que sin él se enroscarían hasta el infinito. Fábregas no acaba de ser la ley, y España necesita que lo sea. A cambio, Silva se funde con la pelota cada vez que esta llega a sus dominios. A ratos parece un Messi terrenal, pero es el jugador que más está marcado por el régimen barroco anterior y quizás una mala influencia para Morata que debería romper con violencia el diálogo infinito de los medios, y en vez de eso, muchas veces se suma con torpeza a él.

España tiranizaba con Piqué, Ramos y Busquets levantando un muro a 20 metros del área rival y muy poco espacio para las evoluciones del delantero centro. Morata no lo pasa bien ahí, y sólo se le ve feliz en transición, donde Cesc lo intuye con facilidad y le puso un par de balones que pudieron ser gol. Se jugaba en un campo de futbito y los bielorrusos salían como podían de la encerrona. Pero el fútbol de la roja se desplegaba lento como un bostezo y todo devenía en un manojo de buenas intenciones. De un desmarque lateral de Morata salió la falta que originó el gol. El balón llovió sobre el segundo palo y Ramos saltó con el portero que quedó instantáneamente cegado. Silva estaba detrás y pareció que rebañaba un plato cuando se hizo con el balón. La cruzó sin angustia y fue gol.

Los bielorrusos comenzaron a empujar y la sensación fue peturbadora. Bastaban dos pases para que las piernas de los españoles parecieran hechas de cemento. Correr hacia atrás es un trauma para este equipo, como si no estuvieran psicológicamente preparados. Una jugada lúcida y veloz de Hleb terminó en un pase al espacio que citó a Kornilenko con Casillas. El portero  dio los pasos justos y se quedó quieto delante del delantero. El balón dio en una de sus extremidades y salió rebotado a córner. Fue con la punta del pie derecho. Al final del partido los mutilados se acercaron a rozarlo con el muñón.

España tiene esos momentos en los que se le cae el halo y comienza a corretear por el césped sin convicción. Los bielorrusos llegaban con todos los pasos habilitados. Les falta el penúltimo detalle técnico o el rematador. Sólo el pase profundo a Morata, alivia el padecimiento de la selección. El de Móstoles espera, lucha y descarga, pero no tiene calidad suficiente para armar una jugada de peligro. Sale Vitolo por Pedro, e instantáneamente vuelve la energía al juego español. Entra Isco por Cesc y es el fin del partido. El malagueño se comporta en la selección como el rey en su campo de juego. Deja un reguero de detalles entre lo maravilloso y lo práctico, doma la pelota y la pone a disposición del equipo de nuevo, duerme las intenciones del rival y afila los sentidos del ataque. Y todo esto con su caminar patizambo por zona intermedia, tan lejos de los rivales y tan cerca del corazón del juego.

El equipo ganó pero el ruido de las derrotas sigue ahí. Sin Xavi, España se ordena peor en ataque y no acude a la presión como antaño. Bastan dos pases del rival para poner el balón en zona de tres cuartos y con los delanteros enfilando a casillas en caída libre. Sin Alonso no hay red de protección. El cometido de Cesc no está muy claro y Morata se está amanerando a gran velocidad. Del bosque no sabe dónde poner a Isco, o quizás tiene miedo que se llene de balón y convierta cada ataque en un tour de force. Al equipo no le abandonan la fragilidad, la obviedad, la lentitud y la redundancia. Y también el talento, pero no es suficiente.

FICHA TÉCNICA

Bielorrusia: Gorbunov; Shitov, Martinovich, Filipenko, Bordachev; Kislyak (Dragun, m.77), Maevski; Pavel Nekhajchik, Hleb (Putsilo, m.88), Maksim Volodko (Stasevich, m.80); Kornilenko.

España: Casillas; Juanfran, Piqué, Sergio Ramos, Alba; Cazorla, Busquets, Cesc (Isco, m.74); David Silva (Bernat, m.84), Morata, Pedro (Vitolo, m.64).
Gol: 0-1. M.44. David Silva.

Árbitro: Schörgenhofer (Austria), amonestó a Bordachev y Nekhajchik, por Bielorrusia, y a Morata, Pedro, y David Silva, por España.

Estadio Borisov Arena de Minsk. Unos 13.000 espectadores.

Ángel del Riego

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