sábado, abril 20, 2024
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Maduro el inmaduro

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Oportunas, justas y necesarias han sido las declaraciones del ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García Margallo, anticipando la nula predisposición de su Gobierno a proseguir una escalada de tensión con Venezuela. Una forma de decir que la vuelta a la normalidad sólo depende del inmaduro sucesor de Hugo Chavez. La puntual «llamada a consultas» de nuestro embajador en Caracas sólo ha sido la diplomática forma de trasladar el malestar por la sarta de calumnias, injurias y amenazas de Nicolás Maduro contra España y sus gobernantes presentes y pasados.

Moncloa hizo lo debido, a sabiendas del mayoritario consenso nacional, expresado en sede parlamentaria, que suscita la reprobación al régimen chavista. Hasta el punto de lograr el milagro de unas solidarias declaraciones del ex presidente Aznar con el ex presidente González, en relación con la voluntad del histórico líder socialista de intervenir en la defensa de Leopoldo López y Antonio Ledesma, dos líderes políticos de la oposición encarcelados en la prisión militar de Ramo Verde.

Por su parte, Felipe González, declarado «persona non grata» por el régimen bolivariano, se ratifica en su intención de viajar a Venezuela a esos efectos, aunque advirtiendo de que no desea forzar la situación hasta el punto de crear un conflicto añadido. Hará todo lo posible por evitarlo, lo cual responde a la doctrina oficial del Gobierno, que consiste en dejar la pelota en el campo de Maduro. Es decir, si sube la tensión nunca vendrá de la parte española, donde ni por asomo se contempla la ruptura con un país de tanta afinidad histórica y cultural.

En la escalada verbal de Maduro, que empezó denunciando un supuesto eje del mal EE.UU-España-Colombia, hemos tenido que oír que el Gobierno de Rajoy apoya el terrorismo contra Venezuela. No íbamos a declararle la guerra por eso, y el resto de sus intolerables ataques, pero tampoco podíamos mirar hacia otro lado. Están bien las cosas donde las ha dejado el ministro García Margallo después de la llamada a consultas de nuestro embajador en Caracas. Apostó por toda clase de bienes para el pueblo venezolano, expresando su deseo de «estabilidad democrática y prosperidad económica» para el país latinoamericano, mientras reiteraba que no se le pasa por la cabeza al Gobierno de España el propósito de seguir con esta escalada de tensión, sino todo lo contrario. Amén.

Otra cosa es que el inmaduro presidente venezolano insista en fabricarse un enemigo exterior, un culpable de sus problemas internos y de sus insuperables ataques de contrariedad por las malas noticias que se acumulan en su despacho: la inflación desbocada, el dramático problema del desabastecimiento, la corrupción, la inseguridad ciudadana (16.549 asesinatos en 2014), la caída del precio del petróleo y el distanciamiento de sus amigos cubanos, que han empezado a mirar hacia el norte.

Antonio Casado

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