jueves, abril 25, 2024
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Las academias de ciencias alertan sobre los insecticidas más usados del mundo más allá del daño a las abejas

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Los insecticidas más usados del mundo, llamados neonicotinoides, se han hecho famosos últimamente por los daños que según muchos estudios científicos, estarían causando a las abejas. Sin embargo, un informe del Consejo Consultivo de la Ciencia de las Academias Europeas (European Academies Science Advisory Council – EASAC) compuesto por representantes de las Academias de Ciencias de los países de la Unión Europea, ha incrementado el nivel de alerta. Según el informe, aunque de lo que más se está hablando es de los efectos sobre las abejas melíferas, los daños causados por estos insecticidas podrían ir mucho más allá de ello y comprometer un futuro sostenible de la propia agricultura.

EASAC emite informes que representan no tanto lo que piensan algunos científicos sino lo que se considera que es el estado de conocimiento, la voz de la ciencia, sobre un asunto en concreto, tras realizar una exhaustiva revisión de centenares de investigaciones realizadas. La finalidad expresa de sus informes es intentar que las decisiones políticas se atengan a lo que sabe la ciencia. Por ello, lo que querrían estos científicos es que la Comisión Europea, que este año ha de revisar su postura sobre estos pesticidas, tuviese en cuenta este informe y se acuerde una regulación más estricta de estas sustancias.

Que las academias de ciencias europeas hayan publicado un informe así supone un balón de oxígeno a la labor de organizaciones como Greenpeace que desarrollan una campaña para salvar a las abejas de la amenaza de estos pesticidas. Ya estaba claro que sus reivindicaciones se basaban en la ciencia, pero ahora lo está todavía mucho más.  «Este es un año decisivo para las abejas» -comenta Luis Ferreirim, responsable del tema en Greenpeace -«pero también para todos los que dependemos del vital servicio ecológico que desempeñan. La Comisión Europea debe escuchar el clamor de la ciencia que exclama al unísono que los neonicotinoides son una amenaza para las abejas, los ecosistemas y la agricultura. Es urgente una prohibición total y permanente de los tres pesticidas neonicotinoides y del fipronil, que hoy están solo parcialmente restringidos, pero también de otros plaguicidas igual de peligrosos.»

El uso profiláctico generalizado de los pesticidas neonicotinoides tiene graves efectos negativos sobre los organismos 

El informe de las academias europeas de ciencias es contundente. El documento de EASAC llega a cuestionarse que el uso de estos insecticidas sea compatible con la agricultura sostenible que fijan las normas europeas. Dice que «las actuales prácticas de uso profiláctico de los pesticidas neonicotinoides son inconsistentes con los principios básicos de la gestión integrada de plagas tal y como son expresados en la Directiva sobre el uso sostenible de pesticidas de la UE».

Los autores del informe denuncian que se haya generado una dependencia de estas sustancias en la agricultura intensiva y ponen en duda los argumentos de los defensores de su uso, básicamente las multinacionales que los venden, que dicen que su retirada podría tener consecuencias negativas tanto económicas como de seguridad alimentaria. Lo que comenta el informe de EASAC es bien distinto: que «investigaciones recientes han cuestionado los supuestos beneficios de usar rutinariamente semillas tratadas con estos insecticidas contra plagas ocasionales o secundarias» porque en ocasiones «el uso de estas sustancias lo que ha hecho es agravar los problemas de plagas al eliminar los insectos que las controlan naturalmente»

El informe es claro en sus conclusiones al decir que «hay un creciente cuerpo de evidencia científica que muestra que el uso profiláctico generalizado de los pesticidas neonicotinoides tiene graves efectos negativos sobre los organismos no objetivo que proporcionan servicios de los ecosistemas, incluyendo la polinización y el control natural de plagas». Todo sin hablar de otros efectos registrados como los que se darían sobre los ecosistemas acuáticos.

Apuntan que cuando se habla de pesticidas se debe hacer un balance «entre el efecto deseado en la producción de alimentos y el riesgo inevitable de daños colaterales a especies no objetivo y el medio ambiente» y que «en el caso de los neonicotinoides, el aumento de los conocimientos científicos en los últimos dos años indica que el saldo actual requiere reevaluación». Es decir, que no está nada, pero nada claro, que el uso de estos insecticidas aporte más beneficios que perjuicios

El informe de EASAC titulado «los servicios de los ecosistemas, la agricultura y los neonicotinoides» no ha gustado a los fabricantes de estos pesticidas que ya lo han criticado, poniendo en duda sus conclusiones del modo que acostumbran: como si fuesen una voz autorizada para dictaminar acerca de lo que es «buena» o «mala» ciencia. Siendo siempre «buena» ciencia la que es buena para sus negocios -normalmente la que ellos mismos pagan- y «mala» la que no lo es.

Multinacionales como Bayer o Syngenta, con intereses directos en el tema, se han venido resistiendo hasta ahora a cualquier acción contra estas sustancias negando sistemáticamente  su carácter perjudicial frente a la acumulación de evidencias científicas en contra. Lamentablemente, hasta ahora, y a pesar de la acumulación de investigaciones científicas existente, esas multinacionales han tenido bastante éxito, ya que las medidas adoptadas contra estos contaminantes han sido muy tímidas, como las acometidas por la UE prohibiendo parcial y temporalmente algunos usos de algunas de estas sustancias (en concreto tres pesticidas neonicotinoides: imidacloprid, clotianidina y tiametoxam y otro perteneciente a otra categoría: el fipronil).

El amplio uso de estos pesticidas afecta a la biodiversidad y a otros servicios ecológicos claves como el control natural de las plagas

Un problema es, según el informe, el propio modo de acción «sistémico» de los neonicotinoides por el cual «la planta se hace tóxica para los insectos que ingieren partes de ellas». Así se buscaría envenenar a plagas que, como los áfidos, son chupadores de savia. Sin embargo, los residuos del insecticida en la planta también pueden estar presentes en el polen, el néctar y el gutation, de modo que especies no objetivo que los recolectan pueden verse expuestas. También es posible la transmisión a través de la cadena alimentaria (por ejemplo las abejas que liban rocío de miel o los predadores expuestos al ingerir presas)»

Los científicos autores del documento critican la forma en la que se hacen las evaluaciones del riesgo para autorizar estos pesticidas, que no tienen debidamente en cuenta que  «hay clara evidencia científica de efectos subletales de niveles muy bajos de los pesticidas neonicotinoides durante períodos prolongados en los organismos beneficiosos no objetivo. Esto debería abordarse en los procedimientos de aprobación de los pesticidas en la UE». Sin embargo, hasta ahora no se habría hecho adecuadamente.

Los efectos denunciados por el informe del European Academies Science Advisory Council van mucho más allá de los causados sobre las abejas, aún cuando estos ya pueden, por sí solos, causar unos impactos tremendos no solo sobre los ecosistemas sino sobre la propia economía agraria.

Es más, los autores del informe afirman que el que hasta ahora se haya puesto el foco casi en exclusiva en los daños causados sobre las abejas melíferas, que muchas investigaciones asocian a estos pesticidas, puede haber «distorsionado el debate». Para empezar, comentan, porque «las abejas melíferas son tan solo uno de los tipos de polinizadores» desempeñando también un importante papel en esa función otras especies como abejas solitarias, sírfidos, avispas, mariposas y polillas cuyas poblaciones han declinado extraordinariamente. .Además, tal y como se recoge en el informe, estas otras especies son con frecuencia mucho más vulnerables que las propias abejas melíferas a los efectos de los neonicotinoides  por lo que sus poblaciones pueden sufrir impactos mucho mayores.

Se señala que «proteger a las abejas melíferas no es suficiente para proteger los servicios que, como la polinización y otros, proporcionan los ecosistemas. Las abejas melíferas han sido el foco principal en la evaluación de los riesgos del uso de pesticidas neonicotinoides y una parte importante del debate se ha centrado en los efectos sobre estos insectos. Sin embargo la estructura de las colonias de abejas melíferas proporciona un margen de resiliencia contra las pérdidas de sus recolectoras y trabajadoras. En contraste, los abejorros por ejemplo solo tienen unos pocos cientos de trabajadores como mucho y las abejas solitarias y otros insectos no tienen capacidad de amortiguación»

Por otro lado, aunque se hayan documentado pérdidas de colonias de abejas melíferas, hay una serie de factores socioeconómicos que pueden hacer que se subestime lo que sucede. No en balde, las abejas melíferas son objeto de una gestión humana que puede influir en sus números, según tendencias económicas, modas, etc. Sin embargo, eso no pasa con los «datos de las tendencias de las especies de abejas salvajes y otros polinizadores o con las especies de insectos que desempeñan funciones de control de plagas así como con los indicadores de biodiversidad tales como las aves de los entornos agrícolas. Todos ellos muestran importantes caídas en las últimas décadas»

Además, existe un creciente cuerpo de evidencia científica que muestra que el amplio uso de estos pesticidas no solo afecta a la polinización, sino de forma más amplia a la biodiversidad y a otros servicios ecológicos claves como el control natural de las plagas, así como la productividad de los suelos. Por ello, como comentan estos científicos,  incluso en el supuesto de que se consiguiese proteger a las abejas melíferas ello no serviría para salvaguardar la sostenibilidad de la agricultura frente a los amplios daños de los neonicotinoides.

El hecho de que los pesticidas puedan perjudicar el control natural de las plagas constituye, desde luego, una escandalosa paradoja: que unos pesticidas que en principio se venden  para combatir plagas puedan, en última instancia, favorecerlas, al acabar con los enemigos naturales de estas. Sin embargo esto mismo es lo que dice el informe de EASAC que apunta que estos pesticidas pueden dañar a  «insectos depredadores como las avispas parásitas o las mariquitas, entre otros, que proporcionan un servicio que tiene un valor de miles de millones de dólares en control de insectos».

Pero eso no es todo, ya que también dañarían a «organismos como las lombrices de tierra contribuyen con miles de millones más a través de la mejora de la productividad del suelo». De nuevo, otra escandalosa paradoja: que unos productos que se venden para mejorar la productividad agraria resulten empobrecer los suelos que contribuyen considerablemente a esa productividad.

El uso generalizado de los neonicotinoides limita el potencial para la restauración de la biodiversidad

Los expertos recuerdan algo que no por evidente parece ser considerado en ciertas prácticas de la no sabemos si agricultura o agro-incultura moderna: que «los servicios que dan los ecosistemas generan significativos beneficios económicos a la agricultura». Es decir, que la agricultura, por más que ciertas tendencias quieran desnaturalizarla haciéndola cada vez más dependiente de directrices artificiales en las que juegan un papel determinados intereses económicos muy concretos, se desarrolla en el campo y está íntimamente ligada a las funciones de los ecosistemas. Y que si se dañan esas funciones de los ecosistemas se daña a la agricultura misma.

Como dice el informe de las academias de ciencias europeas «mantener un vigoroso funcionamiento de los servicios ecosistémicos es una parte crítica de unos sistemas agrícolas sostenibles». Aunque algunos intereses sean ciegos a los hechos científicos objetivos, dependemos de unos ecosistemas en los que las criaturas que pueden parecernos más despreciables, como los insectos, pueden jugar papeles clave. Tal y como dicen estos científicos «los insectos proporcionan unos importantes servicios en los ecosistemas, servicios que han mostrado importantes declives en décadas recientes (abejas polinizadoras salvajes, controladores naturales de las plagas, etc.)». Y ello puede tener un impacto tremendo sobre la propia actividad agraria.

La productividad de la agricultura depende en buena medida de una serie de servicios que proporciona la naturaleza. Los beneficios económicos de la agricultura dependen en parte de factores como la fertilidad de los suelos, la polinización, el control natural de organismos que podrían convertirse en plagas… Y si se usan una serie de sustancias químicas sintéticas que alteran esos procesos pueden producirse daños en las perspectivas agrícolas.

Los científicos de EASAC dan algunos datos. Por ejemplo que un 75% de los cultivos mundiales dependen de la polinización en algún grado. En Europa serían al menos 14.000 millones de euros al año el dinero aportado por los polinizadores. Por otro lado, insectos como avispas parásitas, mariquitas, escarabajos, etc. , así como por algunas aves, «consumen plagas lo suficiente como para hacer innecesario recurrir a la química» con un «valor global anual de 100.000 millones de dólares». La pérdida de este control natural de las plagas «debilita la resiliencia de la agricultura y la hace menos sostenible y más vulnerable a plagas y enfermedades». Otro servicio clave de los ecosistemas proviene de los organismos del suelo y su papel en la productividad de la agricultura, cuyo valor, solo en cuanto a la formación de suelo fértil es de unos 25.000 millones de dólares anuales.  Todas esas cosas podrían verse dañadas por los neonicotinoides.

Además, recuerdan que no es solo que la conservación de la biodiversidad tenga «impactos positivos significativos sobre la provisión de servicios que proporcionan los ecosistemas» sino que es en sí misma «un objetivo en virtud de acuerdos internacionales globales y europeos». Acuerdos vinculantes que deberían cumplirse. «El uso generalizado de los neonicotinoides (así como otros plaguicidas) limita el potencial para la restauración de la biodiversidad en las tierras agrícolas recogido en el Reglamento de Medidas agroambientales de la UE» según estos científicos.

El informe coincide con otros informes anteriores, como el que publicó un grupo de científicos auspiciados por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza basándose en centenares de investigaciones realizadas y que mostraba los impactos globales de los pesticidas sistémicos sobre los ecosistemas.

Recomiendan que la agricultura desista del uso irracional de estos pesticidas e inicie una transición hacia sistemas como la del adecuado «manejo integrado de plagas», que por otro lado es el que según las normas europeas debería aplicarse en el continente,  adoptando «un enfoque más natural para el control de de los insectos, de modo que se consiga una fuerte disminución en el uso de estos pesticidas«

Veremos por quien se dejan asesorar los políticos europeos. Si por la ciencia o por unas cuantas multinacionales.

 

EL INFORME:

Ecosystem services, agriculture and neonicotinoids – 08.04.15. European Academies Science Advisory Council. http://www.easac.eu/home/reports-and-statements/detail-view/article/ecosystem-se.html

Carlos de Prada

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