viernes, marzo 29, 2024
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César o nada

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Pedro Sánchez ha cruzado el Rubicón en la relación con su partido. La destitución de Tomás Gómez y de toda la ejecutiva del Partido Socialista de Madrid es algo más que un golpe de autoridad. Es un mensaje fuerte dirigido a los sectores del partido renuentes a su liderazgo. En primer término hacia quienes le criticaban por haber firmado con el PP el pacto contra el terrorismo yihadista olvidando, por cierto, que Zapatero había hecho algo parecido años atrás cuando era jefe de la oposición. También tiene algo de telegrama cifrado dirigido a Susana Díaz, presidenta de la Junta de Andalucía, señalando el camino a seguir en relación con algunos dirigentes actuales o anteriores del socialismo andaluz estigmatizados políticamente por el caso de los ERE y los fondos de formación.

El golpe de autoridad inducido por la reflexión acerca del horizonte judicial que planea sobre el caso del famoso tranvía de Parla (Gómez fue su impulsor cuando era el alcalde de esta localidad) y, sobre todo, por la evidencia de que el líder madrileño no remontaba en las encuestas ha sido una decisión arriesgada. Arriesgada porque ahora deja definitivamente a Sánchez al albur de los resultados que obtenga el PSOE en las próximas elecciones autonómicas y municipales. En Madrid y en toda España.

Si el partido pincha como pinchó en los pasados comicios europeos -el peor resultado desde los días de la Transición- entonces, los disidentes ahora callados, tomarán la palabra y será el momento en el que podría ser cuestionada su candidatura como cabeza de lista del PSOE en las legislativas. Si, por el contrario, el partido recupera la presidencia de algunas de las comunidades autónomas en las que gobernó durante años (Valencia, Extremadura, Castilla-La Mancha, etc.) y las alcaldías de algunas capitales de provincia importantes, entonces Pedro Sánchez habrá consolidado su posición. Pero no lo tiene fácil. Ni por la izquierda, porque Podemos está en la cresta de la ola bendecido por todas las encuestas, ni por la derecha, porque el PP, pese al notable desgaste que reflejan los sondeos, conserva una base electoral sólida motivada ahora no tanto por el fervor partidista como por el temor a un triunfo de Podemos. Ya digo que la jugada de Sánchez es arriesgada, pero su mensaje a los suyos está muy claro: César o nada. El tiempo dirá si la suerte está de su parte o le abandona como abandonó al joven Borgia.

Fermín Bocos

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