jueves, abril 25, 2024
- Publicidad -

Zavalita y Europa

No te pierdas...

Como Zavalita en la magnífica novela de Mario Vargas Llosa, viendo estos días los acontecimientos que han desembocado en una nueva convocatoria de elecciones en Grecia yo también me he preguntado en qué momento se jodió no tanto Grecia como la Unión Europea, qué pasos, qué decisiones nos han ido encaminando hacia el actual momento de frustración colectiva y de depresión económica y social.

Es innegable que en el caso griego confluyen elementos que no se han dado en otros países que también han tenido que recurrir a la ayuda financiera exterior, falseamiento de cuentas incluido. Pero ni eso justifica ni explica la situación que actualmente atraviesa el país ni cómo una economía de escaso peso en el conjunto de la Unión ha llevado a esta a estar pendiente y en vilo ante cada movimiento que se produce en el país.

No, en realidad Grecia es el símbolo de todo lo que ha fallado –y en parte sigue fallando– en la Unión Europea, tanto en la gestión de la crisis económica como, mucho antes, en la deriva que han ido adoptando las instituciones comunitarias a lo largo de los últimos quinquenios.

Empezando por lo primero, puede que el desempeño de la Troika en Grecia resuma y simbolice como en ninguna otra parte el conjunto de erróneas decisiones adoptadas en la Unión Europea para hacer frente a una crisis que, pese a cantos de sirena, sigue presente, dramáticamente presente, en el día a día de millones de europeos. Por supuesto, en el de los 25 millones de europeos desempleados, pero sobre todo en el del 25% de la población griega bajo pobreza severa o del 36% de los niños en riesgo de exclusión social en nuestro país y, en general, en un continente empobrecido que ha visto como crecía de manera exponencial la desigualdad.

Duele pensar que hasta el FMI se atrevió a hacer autocrítica al reconocer “errores severos” en el trabajo desarrollado por la Troika en la aplicación del programa de rescate de Grecia, mientras la Comisión Europea, ajena al sufrimiento social, lo defendía con uñas y dientes pese a su inutilidad para sacar a Grecia del pozo.

Todo lo contrario, el jarabe de ricino de la austeridad ha disparado la deuda pública -todos los analistas dan por hecho que habrá que acometer una nueva quita- y desbocado el déficit social, con amplísimas capas de la sociedad sumidas en la pobreza. Basta asomarse a la realidad que arrojan diariamente los medios de comunicación o a los libros de Petros Márkaris para darse de bruces con el dolor de una sociedad inmisericordemente sometida a una terapia que la está matando.

Como duele pensar lo innecesario de ese sufrimiento cuando al otro lado del Atlántico el ejemplo de Estados Unidos demuestra que había un camino alternativo a la austeridad ideológica de Europa, un camino eficaz en la lucha contra la crisis por la vía de políticas de estímulo que han logrado que Estados Unidos crezca y haya creado más de 8 millones de empleos mientras Europa se ha convertido en la zona económica mundial en que la crisis ha tenido mayor impacto sobre el empleo.

¿Era evitable el sufrimiento griego? ¿Y el portugués o el español? Sin duda. ¿Cabía esperar otras políticas de la familia política conservadora que ha gobernado ininterrumpidamente Europa a lo largo de la última década? Probablemente, no.

El alejamiento de los principios fundacionales de la Unión Europea y la deriva impuesta por la hegemonía conservadora hacia la Europa de los mercaderes, sin alma, sin conciencia, sin voluntad política y sin dimensión social contra la que alertó en su día Jacques Delors han ido abonando el terreno hasta alcanzar el paroxismo en las decisiones adoptadas por la Troika durante esta interminable crisis.

Ahora, ante el enésimo capítulo de la crisis griega, y con el continente enfilando el tercer agravamiento de su inacabable recesión, Europa tiene ante sí la oportunidad, más bien la necesidad, de ensayar un nuevo rumbo de estímulo económico y social. Un nuevo rumbo que dé respuesta a las demandas sociales y que vuelva a engarzar las instituciones y el proceso de construcción europea en los sentimientos de los ciudadanos, contrarrestando el surgimiento de nacionalismos y populismos de toda suerte.

Quizás no habrá otra oportunidad. ¿Habrá inteligencia y coraje para hacerlo posible?

P.D.: Ya que estamos de preguntas, ¿acaso el Gobierno de España no considera suficientemente importante a Brasil, país en el que por ejemplo nuestras empresas suman inversiones por más de 75.000 millones de dólares, como para dejar la representación de España en la toma de posesión de Dilma Rousseff como presidenta en manos del embajador?

José Blanco

Artículo anterior
Artículo siguiente

Relacionadas

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

- Publicidad -

Últimas noticias

- Publicidad -