miércoles, abril 24, 2024
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Acaba el año del ébola

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El ébola como síntoma de un año que acaba para dar pie a otro que se presenta como incierto. El ébola vino de visita y puso en evidencia los males que nos aquejan. Afortunadamente no se llevó por delante a la pobre Teresa Romero, pero sí la credibilidad y la fiabilidad, las costuras mismas de un sistema y una sociedad, al que un simple zarandeo bastó para desvelar cargos políticos bocazas, inoperantes, mandones, la histeria social, la profesionalidad de buena parte de los trabajadores del Estado, pero también procedimientos que solo buscan ahorrar y escaquear medios a los enfermos. El ébola es una buena metáfora para un virus que se ha inoculado en el aparato metabólico de la sociedad, el de acabar con el sistema que ha desarrollado este país las últimas cuatro décadas. En cuanto han aparecido los síntomas, han saltado las costuras del sistema político, social y de comunicación del país. Resultado: la histeria.

Es 2014 el año del nuevo rey, Felipe VI. El de una transición de un rey a otro que se hizo con ejemplar soltura y resolución, pero que aún no está digerido del todo. Un nuevo rey no es solo una nueva cabeza para posar encima la corona. La de don Juan Carlos es muy diferente a la de don Felipe, por más que tengan una genética tan familiar. Todo un sistema de pesos y contrapesos de la Villa y Corte ha cambiado. En la Transición han ido cayendo personajes y probablemente uno de ellos, el más excéntrico, sea el joven Francisco Nicolás Gómez Iglesias, que tiene al borde del desmayo a más de uno y de dos, sin ánimo de señalar.

Un nuevo Rey para asumir el reto de superar los impulsos autodestructivos de la sociedad española. Tras la plaga de la corrupción, el último se llama Podemos, cuyo aura ha desatado una histeria casi inquisitorial en la clase política española. Iglesias, cuando aún no era Pablo Iglesias, sino uno de los gritones de las tertulias de la tele, mostraba la profundidad de su pensamiento político en una entrevista en Estrella Digital publicada en febrero de 2014. En ella decía que “mientras la política sea solo cuestión de señores encorbatados que ganan una pasta, nos seguirán estafando”. Ahí lo dejo.

Desde mayo hasta ahora este periódico ha ido contando el verdadero programa de Podemos (que ahora quiere camuflar y atemperar para ganar lo que el líder describe como “el poder”), cosas como que Iglesias y su grupo no han tenido problemas ni escrúpulos en cobrar o pagar en b, usar ingeniería societaria para hurtar controles de Hacienda, que no les gusta pagar “al demonio” (Hacienda), y que han recibido dinero de Venezuela e Irán para comprar medios y asaltar el poder de España.

Del mismo modo contamos las sospechas de que Vox, desgajado del PP y liderado por Alejo Vidal-Quadras, parece estar financiado por, ni más ni menos, que los Muyahidines del Pueblo Iraní. Organización de la que han cobrado José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero, entre otros.

Vox no parece que vaya a hacer tambalear nada. Otra cosa es Podemos y los grupos políticos que están naciendo en su inercia. El partido de Iglesias siempre bordea con habilidad dialéctica los límites de casi todo. Pro bolivarianos, pero disimuladamente (“no es nuestro modelo para España”, pero lo apoyan, jalean y hasta hacen la ola). Amigos de Herri Batasuna, pero porque “ETA tiene explicación política”, eufemismo que parece casi insultante, pero a la inteligencia. Nada claros en Cataluña. Con chanchullos en sus contratos, pero “lo denuncian para callarnos”. Trotskistas, maoístas, pero con proyectos socialdemócratas. Poco claros, pero solo porque todo se está debatiendo en los círculos. Implacables con la oposición interna, pero solo “para ser más eficientes y ganar las elecciones”. Siempre hay una excusa, un argumento, en el infinito arsenal de palabras monocordes y altaneras que suelta Pablo Iglesias por su barbuda boca.

Ante esta ofensiva de escaso fuste ideológico, pero sí desafiante y soberbio, los partidos políticos con representación en el Parlamento han empezado a tiritar y actuar como si fueran la oposición de la oposición, con una falta de personalidad apabullante. Rápidamente, pillados como están muchas de sus manos en la masa de la corrupción, han tirado por eso tan español de justificar su limpieza de sangre y con medidas de austeridad irrisorias. Ya se cuestiona hasta si un cargo público o un diputado ha de ir en taxi. Nadie se deja sorprender en el renuncio de hacer un alarde de prosperidad (aunque sea rico de familia), y parece que hay que ser pobre de solemnidad para poder tener vocación de servicio público y político. Y en medio de estas pejiguerías la cosa pública se va dejando hacer, porque el debate político no está hoy en lo importante, sino en parecer más pobre y honrado (y limpio).

Ante la audacia y la insolencia de los líderes políticos emergentes, la torpeza y la histeria. Si la temperatura política son la vociferantes tertulias políticas de televisión, en la que políticos y compañeros de quien esto escribe se embarran y se insultan, si esa es la nueva comunicación política, uno prefiere los tiempos de las pegadas de carteles y los mítines en las fábricas del metal, puño en alto, o gorra en mano, según se diera el caso.

En 2015 hay dos procesos electorales que van a definir todo el poder político del país. De una nación (de momento) que sigue achicando agua de la crisis, en la que los soufflés nacionalistas suben y bajan (ahora parece que se desinflan un poco), que se hace cruces por el sacrificio de un perro como Excalibur, se parte de risa con el pequeño Nicolás y lleva con resignación que nos mojen la oreja en el Mundial.

Igual el problema es que nos miramos demasiado el ombligo. En el vecino del norte, el presidente sale a hurtadillas de casa de su novia humillantemente sentado de paquete en el scooter de su escolta, el primer ministro pone cara de importante y saca la guadaña sin compasión, y Marine Le Pen está tocando con los dedos en poder. En Italia saben vivir en la zozobra como nadie, mientras que el vecino del oeste está rescatado, el exprimer ministro arrestado por la Policía y sobrevive emocionalmente “porque la playa es gratis”, según explica una observadora del lugar.

Aquí el ébola acabó en chanza, Zapatero no teme la visita de la UDEF, nuestro populista lleva coleta y a Rajoy no lo imagina nadie saliendo de casa de ninguna amante con las luces del alba. O sea, que todo puede ir peor, razonablemente.

También ha sido un año especial para este diario que tiene usted la amabilidad de leer. Un año con nuevo diseño, de crecimiento, de apoyo de valiosos anunciantes, de más valiosos aún lectores (más de 10 millones), de investigación y de incomodidad para algunos. El diario más veterano (pionero) digital puro en español goza de razonablemente buena salud y muchas mañanas, perdonen la inmodestia, sigue pareciendo el más joven en el quiosco virtual que es la Red.

Para bien o para mal, el año ya pasó y, como quien dice, ya se ve venir la Navidad del 15. O sea, que fiestas, las justas.

Feliz año a todos.

Joaquín Vidal

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