jueves, marzo 28, 2024
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De nuevo las alegrías

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El presidente Mariano Rajoy se ha propuesto anestesiar a los españoles repitiendo como un mantra «todo va bien». Sale muy poco a explicar su gestión pero, últimamente, cada vez que su imagen aparece en una pantalla es para repetir los mismos datos de crecimiento, relatar la envidia europea ante nuestros progresos y enmascarar unas cifras de creación de empleo que nadie se cree. Pero es como la gota malaya que, a fuerza de repetirse, consigue horadar la roca.

Esta vez, al menos, no ha vendido la ilusión óptica de que la crisis había abandonado los hogares españoles para no volver. Porque él lo sabe; sabe perfectamente la cifra exacta de las familias con todos sus miembros en paro, la de los trabajadores que no llegan a fin de mes y el número de niños por debajo del umbral de la pobreza. Esos niños con problemas de obesidad que describió de forma chulesca el responsable de la Comunidad de Madrid, Ignacio González.

De su discurso de Navidad los ciudadanos sí sacaron dos ideas en claro: que no piensa adelantar las elecciones generales y que le tiene más miedo a «Podemos» de lo que declaran sus allegados. Nunca un partido en el Gobierno había hecho una defensa tan acendrada del principal partido de la oposición, ni había argumentado con tanto ardor la excelencia del bipartidismo. Posiblemente sus encuestas internas, esas que maneja Pedro Arriola, el gurú electoral del PP, les estén advirtiendo del cambio electoral que se avecina.

Una hecatombe de proporciones bíblicas que puede descolocar a todas las siglas del panorama nacional, incluyendo a los nacionalismos, hasta ahora dueños y señores de sus territorios. No hay más que ver la última encuesta del País Vasco donde «Podemos» le pisa los talones al PNV.

Aún así, el lenguaje de la clase política actual sigue estando por encima del bien y del mal. Cuentan una realidad que no existe. La sociedad que retratan no es la que perciben los ciudadanos que la están viviendo o padeciendo según sea el barrio. Seguramente el discurso del Rey sonó bastante más cercano a la gente, en la gestualidad, en la forma de destacar los tres problemas gravísimos que van a llevar al electorado a rechazar lo que hay: las secuelas de sufrimiento de la crisis, la repugnante corrupción y la deriva nacionalista catalana. De ninguno de estos tres temas ha hablado Rajoy.

Bueno, sí. De los efectos de la crisis tuvo que rectificar en su última explosión de entusiasmo cuando la dio por finiquitada. De la corrupción, contra la que lleva anunciando medidas desde el comienzo de la legislatura que nunca entran en vigor y mientras su partido y el Gobierno torpedean la independencia judicial. Y de Cataluña, lo de siempre… «ya se aburrirán».

Con esta torpeza y falta de sintonía con la calle puede ocurrir que, ni siquiera con el respaldo del PSOE, que ahora tanto reclaman, logren mantenerse en el poder.

Victoria Lafora

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