miércoles, abril 24, 2024
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Un nuevo enfoque para Cuba

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Paradojas de la vida. Justo en un momento en que la tensión entre Rusia y los países occidentales vuelve a asomar al tablero, el anuncio de Barack Obama y Raúl Castro restableciendo las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos supone echar el telón a los últimos coletazos de la Guerra Fría nada menos que un cuarto de siglo después de la caída del Muro de Berlín. Ya era hora.

El embargo comercial, económico y financiero decretado por Kennedy, y mantenido por todos los presidentes posteriores hasta Obama, no ha servido a lo largo de las últimas cinco décadas para otra cosa que para ayudar a atornillar en el poder al régimen que pretendía derrocar, aportándole una justificación moral que probablemente nunca habría logrado en ausencia del embargo.

En realidad, si algo ha quedado demostrado –y así lo ha reconocido sin ambages el propio Obama– es la inutilidad de una política inhumana que no ha provocado más que sufrimiento a una población privada de alimentos y medicinas, mientras aportaba munición política al régimen –sirvan de ejemplo las 23 resoluciones de la ONU condenando el embargo– para justificar con esa coartada la represión y el recorte de libertades.

Pero el anuncio de Obama ha evidenciado otra cosa: la inanidad de la política exterior tanto de España como de la Unión Europea.

Mientas Obama dialogaba con Cuba y empezaba a justificar el premio Nobel de la Paz concedido en 2009, el ministro de Exteriores de España viajaba a la isla donde, en una muestra más del menguante papel de nuestro país en la escena internacional, Raúl Castro no se dignaba a recibirle.

Zapatero intentó modificar la Posición Común y modular la política europea hacia posiciones de un mayor acercamiento hacia Cuba

¿Cabe extrañarse? No, desde luego, a la vista de la beligerancia de la derecha española con respecto a las autoridades cubanas, especialmente virulenta desde que Aznar impuso en la Unión Europea la doctrina de la Posición Común, una muestra más de su servilismo hacia Bush hijo de tan infausto recuerdo para nuestro país. Posición que, por supuesto y al igual que el embargo americano, no logró que la isla cambiara ni su política de persecución de la disidencia, ni el reconocimiento de partidos políticos, ni la apertura económica. Al contrario, lo único que logró fue que España dejara de ejercer el papel protagonista que había tenido en las relaciones europeas con Cuba para diluirlo en el conjunto de una Unión Europea para la que Cuba nunca ha constituido una prioridad.

Fue tal la beligerancia de la derecha española en el mantenimiento de la línea dura contra Cuba que cuando el presidente Zapatero intentó modificar la Posición Común y modular la política europea hacia posiciones de un mayor acercamiento hacia el pueblo cubano la derecha española puso el grito en el cielo y a Zapatero, a los pies de los caballos.

Y de aquellos polvos, estos lodos en forma de dilución del papel que España podría y debería haber jugado para acabar con la anomalía histórica del embargo y para acelerar los necesarios cambios políticos y la necesaria transición democrática en Cuba. Por no hablar del de la Unión Europea, ni convidada de piedra en este escenario. 

Justo lo contrario que el Papa. Bergoglio ha vuelto a hacer valer la diplomacia vaticana en toda la extensión del término y ha jugado un papel determinante para acercar las voluntades de Barack Obama y Raúl Castro, facilitando ámbitos y espacios de negociación para alcanzar el anuncio histórico del miércoles pasado. Una vez más, el Papa ha demostrado que el suyo no va a ser un Papado de declaraciones, sino de hechos. De hechos históricos.

¿Y ahora qué?

Ahora toca traducir el restablecimiento de relaciones diplomáticas en mejoras en la vida de los ciudadanos de la isla. Y esperar que el Partido Republicano esté a la altura para que la nueva estrategia enunciada por Obama no sea flor de un día, sino que se fortalezca abriendo la puerta a la eliminación definitiva del embargo. Esperemos que el nuevo enfoque logre el resultado distinto deseado: que las libertades en comunicaciones, viajes, comercio e inversión abran paso a las libertades democráticas para el pueblo cubano.

José Blanco

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