sábado, abril 20, 2024
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Con el nuevo portal de la transparencia gubernamental parece que los medios de comunicación acaban de enterarse de lo que ya debían de saber. ¿Acaso no comentan todos los años los Presupuestos Generales del Estado? Esos presupuestos incluyen las retribuciones de los servidores del Estado que (¡oh, sorpresa!) ahora descubren y (¡oh, mayor sorpresa!) parecen descubrir también los propios políticos. ¿Acaso los partidos que votan todos los años los presupuestos tampoco sabían lo que cobran los altos cargos de la Administración del Estado y de la empresas públicas?

Mucho se está hablando estos días como si cayeran todos de un guindo, incluso los que sabían y saben o debieran de saber, no siendo exculpatoria la ignorancia de la ley, de la remuneración de los altos cargos de la Administración ocupados por políticos pero también por funcionarios como proyección de su propia carrera profesional.

Los funcionarios españoles pertenecen a la categoría de los demonizados por todos. Los ciudadanos dicen que son unos vagos. Los gobiernos les reducen alegremente sus sueldos, vacaciones y pagas extraordinarias. Los políticos desconfían de ellos y en cuanto pueden los sustituyen por asesores de su confianza y adulación con sueldos pagados por todos nosotros. Es más, los políticos se complacen incluso en desplazar a los funcionarios que no les gustan. La profesionalización de la función pública fue la respuesta correcta a la práctica decimonónica de la «cesantía» con la que un nuevo gobierno echaba enseguida a la calle a todos los que trabajaban con la Administración anterior para sustituirlos con su propia gente. En la cesantía contemporánea el funcionario que no gusta solo va al pasillo en vez de la calle. Sin duda, una mejora… 

Interesantes han sido, pues, las primeras reacciones a la pseudotransparencia en materia de sueldos, cuestión pintiparada para la demagogia facilona. Pseudo, porque puede que haya aún que comprobar que toda la información ofrecida en el portal gubernamental sea todo lo completa y transparente que debiera de ser. Lo que más ha llamado la atención, lógicamente, ha sido que un Presidente del Gobierno cobre bastante menos que buena parte de sus colaboradores y subordinados en Moncloa y en la Administración.

Los políticos harían mejor en apoyar a los funcionarios, garantía de la imparcialidad del Estado

Fernández Díaz ha dicho que hay que subirle el sueldo, aunque no ahora. Sáenz de Santamaría dijo estar encantada con el suyo. Durán i Lleida alegó problemas más importantes. Pedro Sánchez ha señalado que lo que hay que hacer es rebajar todos los sueldos por debajo del que cobra actualmente el Presidente del Gobierno. Pero ni de esta manera se le corta la hierba bajo los pies a Podemos porque Pablo Iglesias puede perfectamente pedir que, además, se reduzca también ese sueldo del Presidente del Gobierno. ¡Así de fácil! De este modo tendríamos una Administración conforme al tradicional deseo de que sea buena, bonita y barata, es decir: Jauja. Y, ¿a quién se ignora y fastidia, que es de lo que se trata aparentemente? Pues al funcionario, ese privilegiado. Para eso está. ¿No? Quizás también a España con esta forma tan ramplona que parecen tener a veces los políticos de llevar los asuntos públicos. Pero, ¡qué más da los funcionarios! Si incomodan, como el Juez Ruz, se les aparta inventando al suplente del suplente. Si los socialistas hubieran hecho lo mismo con la Juez Alaya menudas caceroladas estaríamos oyendo. Los políticos harían mejor en apoyar a los funcionarios, garantía de la imparcialidad del Estado.

Afortunadamente, para aportar algo de sensatez, Felipe VI cuida Cataluña. Después de pasearse hace días con Mas en un Seat recién producido en Martorell, acaba de pronunciar ante ese mismo Mas un discurso conciliador en el que ha subrayado acertadamente que juntos, como en la Transición, se va mejor y más lejos. Deberían tomar nota Mas y los independentistas como deberían tomar nota asimismo Rajoy y los castellanistas de tendencia uniformizadora, centralizadora e inmovilista que confunden diferencia con privilegio y que bajo un caparazón impermeable de nacionalismo patriótico no desean, en definitiva, asociar verdaderamente a los catalanes en la gobernación del conjunto español, egoísmo en el que, como los extremos se juntan, encuentran cómplices predispuestos en aquellos catalanes que solo tienen una visión provinciana de su futuro como Pujol, p.e., que hizo lo imposible para evitar que Miquel Roca, el antes buen político de CiU y ahora abogado de la Infanta Cristina, fuese en su día ministro en un gobierno de España. Al menos Sánchez y el partido socialista proponen reformar, constructivamente, la Constitución para, entre otros cambios, poner al día nuestro esquema territorial.

Entre tanto ocurren cosas serias por el mundo. Putin medra en Ucrania con prácticas belicosas y reaviva la Guerra Fría en el Báltico y aledaños con despliegues militares provocadores por tierra, mar y aire, mientras, en Lima, consiguieron avanzar modestamente este fin de semana en una conferencia mundial para salvar el clima del planeta.

Embajador de España

 

Carlos Miranda

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