viernes, marzo 29, 2024
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¿Silencio cómplice?

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José Luis Bilbao es desde hace 12 años diputado general de Vizcaya, una institución en la que lleva más de 30 años. Un peso pesado en el PNV y en las instituciones vascas que ayer anunció que no volverá a presentarse al cargo en las elecciones de mayo. Lo hizo con un discurso en el que glosó una vida política sin tacha que documentó desnudando su patrimonio después de tres décadas de actividad pública: una casa, dos coches y poco más de 100.000 euros distribuidos en un plan de pensiones y en dos cuentas corrientes.

Después de su autoelogio, Bilbao tranquilizó a los presentes cuando les anunció que nunca escribiría sus memorias, en las que podrían aparecer, según dijo, «muchas personas con sus grandezas y con sus miserias». No dio nombres de los presuntos miserables, pero sin embargo describió catálogo de miserias que dormirán, con su silencio, el sueño de los justos. Y se refirió a «los que hacían  pagos con fajos de billetes sin demostrar su origen, los que tenían grandes sumas de dinero en paraísos fiscales y cuyos nombres no salen a la luz». Junto a estos pecados capitales, Bilbao describió algunos que pueden parecer veniales en la comparación: «los que decían una cosa en privado y la contraria en público, los que mentían sabiendo que mentían».

Quienes escucharon con perplejidad su intervención no percibieron atisbo de ironía ni creyeron que se trataba de una especulación sin fundamento sino de una denuncia en toda regla. En todo caso, poco importa. Lo que verdaderamente importa es que si de lo que afirmó no tiene pruebas, manifestarlo en público es indigno. Pero si las tiene, es incluso más indigno que las haya callado y que se retire de la política sin denunciarlo donde corresponde. A la sombra de silencios cómplices han crecido las grandes tramas de corrupción que padecemos en este país. Y la primera condición de la regeneración de la democracia es que sea la política la que se adelante a la justicia no consintiendo ni callando el delito. Así sí que nos podríamos quedar definitivamente tranquilos y no imaginando memorias que pudieron ser y no fueron.

Isaías Lafuente

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