viernes, abril 19, 2024
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Sobre la utilidad de las moscas

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Los romanos, en sus gloriosos tiempos austeros y republicanos, tenían la sana costumbre de bajarles los humos a sus más grandes héroes y a su más brillantes ciudadanos. Así intentaban que los «primeros hombres de Roma» no se perdieran por la senda de la vanidad y la soberbia, que bien sabían a qué despeñaderos conducen.

Cuando un victorioso general, un Julio Cesar mismo al frente de sus legiones, entraba en triunfo en la ciudad de las siete colinas, en medio de vítores, clamores, pétalos de rosa y jóvenes patrias y plebeyas dispuestas a compartir el éxtasis con él, un propio, un aguafiestas, mientras le sujetaba la corona de laurel sobre la cabeza en el desfile, no dejaba, el mamón, de irle salmodiando al oído a cada paso: «Recuerda que eres mortal, recuerda que eres mortal». Una mosca cojonera, vamos.

Y meditando sobre aquella escena y la magnificencia de Roma he llegado yo, humilde ciudadano hispano de Arriaca, a entender ahora la utilidad de las moscas. Estos bichos molestos, coñazos, insoportables, incordiantes, pesados, irritantes, que todo lo que diga contra ellos es poco y donde un genocidio masivo de sus poblaciones es entendido por todo el mundo, aunque sea gaseándolas o pasándolas por una masiva silla eléctrica. Todo mamífero odia a la mosca.

Pero no son inútiles como yo hasta ayer creía. Porque su función esta ahí, y no es otra que la de bajarnos los humos a los presuntuosos humanos del siglo XXI. Una mosca, con un simple agitar de alas, con un insidioso revuelo, con un posarse en nuestra nariz, no sólo nos jode una siesta. Que nos la jode. Es que nos pone en nuestro sitio. No demuestra que un insecto puede amargarnos la existencia. Que no somos para tanto como nos creemos y que por mucho que las fumiguemos siempre habrá otra mosca, presta a tomar el relevo. Que son inevitables y que tu, tío , ¿qué te has creído?, que yo un mosca te hago cuando quiero la puñeta. ¡Qué acertada por ello la expresión y la aprehensión de los que saben algo de la vida por las bien llamadas «mosquitas muertas»!. Una mosca siempre tiene un peligro y más si se hace la cadáver.

Miro, pues, desde esa tarde de agosto, de otra manera a las moscas. Apreciarlas, no. No hay quien pueda apreciar a una mosca. Pero diría que las observo con un cierto respeto. Y ya pensando, que bien le vendría a Rajoy una buena mosca cojonera. Bueno, a Rajoy mejor un tábano.

Antonio Pérez Henares

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