martes, abril 23, 2024
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Portugal y la posible desafección de Europa

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La Unión Europea antes, la troika ahora, ha colocado a Portugal en una situación difícil. Ello y los políticos caducos, poco atentos a la situación de sus ciudadanos. Como en toda Europa, hay desilusión democrática. El Dorado se esfumó.

Ya hemos oído de todo, que si hay que salir del euro (posición defendida no por cualquiera, sino hasta por el ex ministro Ferreira do Amaral), que si hay que organizar una federación ibérica (algo que ya defendió hace un siglo el presidente Teófilo Braga), que si hay que volver a Ultramar. La tentación ultramarina subyace y aflora (ir hacia África de nuevo –en Angola ya hay oficialmente más de 200.000 portugueses establecidos, y hacia Brasil, de nuevo), la huida, ese afán que siempre tuvimos de ser periféricos con todas sus consecuencias.

Lo cierto es que los pocos logros del Estado del bienestar se van esfumando a medida que avanzan las reformas económicas. Reformas que, por cierto, han dejado incólumes organismos inútiles, han afectado poco a los más ricos y están empobreciendo, para no variar, a los más débiles.

Esto está generando una alienación respecto a Europa. Europa nos es extraña y entonces decidimos enajenarnos de ella. Y esto ya no es patrimonio exclusivo de los comunistas, sino de sectores más conservadores (o igualmente conservadores, ya que el PCP es muy conservador, aunque de izquierdas), de los jóvenes (la emigración continúa siendo la salida menos mala) y de clases medias. Las ventajas de la Unión Europea, de la que todos piensan que se limita a hacer autopistas que nadie utiliza, ya no son tales, sino que ahora son un corsé.

Pensadores como Eduardo Lourenço, muy portugués y a la vez muy europeo, han recordado que “Portugal vive por dentro, en una especie de aislamiento sublimado”. Los portugueses no olvidamos lo que somos. No es casual que, cuando se van a cumplir los cuarenta años de la pérdida del imperio colonial, o ultramarino, rebrote con saudade esa melancolía de que “antes todo era mejor”. Se vuelve al viejo concepto de historia e identidad, basado en la fama, las hazañas y el valor. Pero todo esto no es más que un resabio del viejo concepto de historia.

Se canta lo que se pierde, que dijo, con gran razón, ese gran poeta español que fue Antonio Machado.

Lo que se está consiguiendo es alejar a los ciudadanos de la intervención política, del sano ejercicio democrático, relegarnos al mero papel de espectadores –y no en el sentido orteguiano-. ¿Ha existido de verdad el ejercicio democrático, alguna vez, en toda la Península?. No es casual que cuanta más globalización se nos impone, cuanto más se reduce nuestra soberanía, broten más pensadores nostálgicos del pasado. Afortunadamente, como dice el profesor conservador Jaime Nogueira Pinto en su libro “Portugal, ascensão e queda”, -Ascenso y caída-, tenemos suficiente plasticidad para adaptarnos y superar los peores momentos.

Claro que existe un riesgo de alejamiento de Europa, muy real, que es impulsado por la frivolidad con la que los partidos políticos eligen a sus cabezas de lista, como si fuera una tómbola o una rifa, sin ningún otro criterio que no sea el de devolver favores más o menos confesables. Llegan las elecciones europeas y no parece que los políticos cambien de proceder. Repetir estribillos y cantinelas a diestro y siniestro, no nos va a integrar mejor en Europa ni a convencernos de su necesidad.

Rui Vaz de Cunha

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