miércoles, abril 24, 2024
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El mejor café de Roma

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Cuando a eso del mediodía uno deambula por Roma tiene la tentación de afirmar, con mayor o menor vehemencia, que este café es mejor que aquél otro tomado un rato antes, aunque tal vez algo peor que el de más allá disfrutado al inicio de la mañana. Se originan así discusiones innecesarias, a veces agrias, que pueden ser motivo de disgusto, desencuentro y, en cualquier caso, de incómodas situaciones que conviene evitar a toda costa.

Es por eso que uno al cabo de los años ha ido aprendiendo. Ya no se pronuncia sobre las innegables virtudes de una taza de aromático café comparándolas con las también evidentes de otra servida en un local distinto. Todo esto no deja de tener su enjundia, o mejor su miga, no tanto porque el café se acompañe de algún que otro bollo, que tampoco está mal aunque a uno lo que realmente le gusten sean los tramezzini, sino porque muy mala suerte ha de tenerse para que el café que le sirvan en Roma sea simplemente malo.

Siendo así las cosas, uno puede tomarse tan ricamente un café en la terraza de Rosati, en la Piazza del Popolo, viendo cómo pasa la gente, unos atareados, con prisas por llegar a cualquier parte, otros con la calma del que se ocupa sólo de disfrutar del día. También puede pedir una excelente taza en el Anticco Caffé Greco haciendo, más que nada para no desentonar de los que le rodean, como que toma algunas notas, en la agenda de bolsillo que siempre lleva consigo, para ese sesudo artículo que nunca verá la luz.

Una de las plazas más recoletas de Roma es Santa Barbara dei Librai, patrona de los libros

Pero lo que tal vez uno deba realmente hacer es dejarse de tópicos y buscar otro sitio cualquiera, como el sencillo y excelente Caffé Luisi, en Piazza Cairoli Benedetto donde, una vez superados los prejuicios propios del que conoce poco la ciudad, saborear, por menos de un euro y con la calma que requiere el caso, si no el mejor sí uno de los más extraordinarios cafés de Roma.

Con esto de los cafés, creo yo que ocurre un poco como con las iglesias romanas. Siempre se encuentra una todavía más hermosa que la que acaba de visitarse. Sin embargo, lo interesante no es tanto lo espectacular que pueda resultar la basílica de San Pedro, la de San Juan de Letrán o la iglesia de Jesús, como el atractivo discreto, casi humilde, de algunos templos romanos. Por eso, si alguna vez se animara el lector a seguir las humildes recomendaciones de este cronista y llegara a acercarse al Caffé Luisi, no dude después en proseguir un poco más su paseo, en dirección al Campo de’ Fiori. Al cabo de pocos minutos verá una de las plazas más recoletas de Roma, donde se encuentra una diminuta iglesia. Es Santa Barbara dei Librai, patrona de los libreros. Una vez en el interior, fíjese el lector en la inscripción latina que indica, “hasta que se abra el libro de la eternidad a todos los cofrades bibliófilos”, el lugar donde éstos reposan en silencio, y sobre todo, antes de volver al mundanal ruido, deposite un generoso óbolo que permita mantener tan meritorio templo en dignas condiciones. 

Ignacio Vázquez Moliní

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